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Uno de los conciertos a priori más interesantes (y a posteriori más satisfactorio) del décimo festival euskaldun Loraldia lo ofreció este sábado el proyecto bilbaíno instrumental de txalaparta y música de cámara Basabi en el Teatro Campos, que reunió a más de 500 espectadores con ... la entrada a 17 euros. Basabi estrenaban oficialmente su segundo trabajo oficial, 'Oma', inspirado en el valle de Oma, en Urdaibai, y que sigue a su debut bautizado 'Kronos', aquel alimentado por un minimalismo muy Michael Nyman.
En su reválida Basabi han añadido la electrónica, pero no mecánica, sino más bien tirando de pregrabaciones que aumentan el cuerpo sónico y llenan los huecos o interludios entre pieza y pieza. Sobre un escenario bastante oscuro y con sonido a cargo de Iñigo Escauriaza (estuvimos en la segunda fila y el sonido fue nítido, potente y perfectamente equilibrado, pues la txalaparta nunca tapó las cuerdas), durante 64 minutos y una decena de piezas el cuarteto de cuerda liderado por la violista Marina Barredo (profesora en el Conservatorio de Bilbao) repasó el nuevo disco en una sesión sugerente hasta lo sensorial, incidiendo en una fórmula que no llegó a antojarse reiterativa gracias a la duración exacta del programa: no les dio tiempo a ponerse pesados.
Dejando al margen la excepcional buena acústica del sábado en el Campos, uno de los motivos por los que funciona con estilo este 'Oma' de Basabi es que la pareja txalapartari ha mejorado mucho en tres años, desde la salida de 'Kronos': ahora y son finos y bien coordinados en la txalaparta tradicional de madera, y paradójicamente muy acuáticos y junkerianos en la txalaparta de piedra, que sugiere lo étnico y global.
Y con el eco de ese titilante soporte txalapartari, Basabi emitieron música que serviría para una banda sonora (a Óscar Cine hubo pasajes que le recordaron a Ennio Morricone, el que suscribe pensó en la película 'El faro'...), una música que en sus manos es contemporánea pero sin dar la espalda al oyente por abstrusa, que estilísticamente apunta al neofolk tenebroso, a lo culto de la clásica, al klezmer por lo lúgubre, a Michael Nyman pero ahora mucho menos, a Barry Adamson en la pieza con bajo eléctrico, una música que cosechó la mayor ovación tras 'Zilar mendia' (en trío violín, viola y contrabajo tocados mediante pizzicatos), que a veces fue metronómica por lo misteriosa, y que dan ganas de volver a experimentar en otro concierto.
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