El III BBK Music Legends Festival ha dejado una sola decepción artística, la de Wilko Johnson el viernes, y otra sobrevenida: la suspensión in extremis del concierto sabatino de Dead Bronco por lesión de su líder, Matt Horan, la víspera en Segovia. El resto del ... cartel ha cumplido, a menudo con creces, y los cuatro mejores conciertos han sido los de Steve Winwood cerrando la jornada del viernes y el sábado los de la huracanada blueswoman serbia Ana Popovic y los de las estrellas inglesas del rock Glenn Hughes y Jeff Beck.
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Glenn Hughes (Cannock, Staffordshire, Inglaterra, 66 años; vive en Los Ángeles desde 1973) es un tipo genial, un roquero entusiasta («no habéis venido a verme, he venido a veros», dijo en Sondika), quizá un pelín exhibicionista, que se nutre de la energía que recibe del público. Limpio de drogas desde los 90, muy delgado («soy vegano, no tomo productos lácteos, bebo montones de agua y duermo mogollón», nos contó en 2015), con buena melena y en forma al bajo y al micrófono («tengo un rango de cinco octavas. Soy un atleta vocal y me tomo esto muy en serio»), el bueno de Glenn trajo un repertorio bautizado 'Performs Classic Deep Purple Live', unos Deep Purple con quienes tocó y cantó entre 1973-76 y grabó tres elepés: 'Burn' (74), 'Stormbringer' (74) y 'Come Taste The Band' (75).
Escoltado por tres melenudos altos y jóvenes con pinta de músicos stoners, Hughes expelió 8 piezas en 57 minutos crecientes, incluyendo los saludos finales y la intro con la radio buscando en el dial. Los cuatro abrieron apabullando con 'Stormbringer', con el volumen bufando y el bajo vibrando, con Glenn luciéndose en los falsetes y mostrando una dentadura blanqueada. Se apartó la melena para mostrarnos sus patillas más tipo guadaña que tipo hacha en el intenso y compacto 'Might Just Take Your Life', y al acabarlo nos habló: «Bilbaooooo… Está bien volver al País Vascooo… ¿Estáis preparados para el rock and roll?».
La segunda mitad de su concierto fue arrasadora y sentimental, pero en absoluto nostálgica ni verbenera. Una de las cimas la holló con el largo blues 'Mistreated', coreado por toda la explanada desde los 'heys' iniciales con los tambores batiendo. Siguió animando a «pasarlo bien con esta canción que todos conocéis», y, tras unas notas del 'Lazy' a modo de despiste, entró el celebérrimo riff de 'Smoke On The Water', cuando nos espoleó «venga, manos arriba, venga», y la peña se puso a dar palmas, a corear con puños en alto, a poner cuernos y a filmar con los móviles. 'Smoke…' tuvo un estupendo solo teclista a lo Jon Lord y al acabarlo Hughes se desprendió del bajo y cantó en plan soulman un 'Georgia On My Mind' de Ray Charles que fue una delicia, una demostración de sus influencias vocales soul.
Acabó con un magnífico 'Highway Star' en el que el bajo lo tocó un técnico y donde el mítico solo de guitarra no se oyó nada en las primeras filas (no obstante, desde más atrás lo disfrutaron plenamente desde Raúl el Guapo hasta Topo), y cerró la estupenda sesión purpleniana con un vehemente, veloz, afilado y feliz 'Burn' a modo de celebración comunitaria. Sincero, abierto y fogoso, Glenn Hughes triunfó, no decepcionó en el difícil reto (no fue un concierto tributo) y se despidió diciendo: «Sed libres. El amor es la respuesta y la música la curación. Dios os bendiga a todos». Y la parroquia se quedó coreando oe-oé-oé de puro contento y satisfecho.
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Cerró la segunda jornada del III Music Legends otra estrella del rock inglesa, Jeff Beck (nacido Geoffrey Arnold Beck en Wallington, Gran Londres, hace 74 años), ex The Yardbirds, el quinto mejor guitarrista de todos los tiempos según la lista centenaria de la revista Rolling Stone, un vegetariano desde 1969. Se notaba que era el cabeza de cartel porque en las primeras filas los espectadores se apretaban más y buscaban su sitio con mayor antelación. Las 2000 personas presentes también el sábado habían acudido sobre todo por Jeff Beck, que exigió no ser fotografiado (al contrario que Glenn Hughes, je, je…) e hizo firmar contratos en tal respecto a los acreditados.
Jeff Beck despejó el escenario (sólo dejó al fondo el logotipo festivalero) para poder moverse de un lado a otro con la única guitarra que usó, una Fender blanca, y también se movió esporádicamente por el tablado su cantante Jimmy Hall, de bagaje blusero. Aunque Beck dictó un repertorio preferentemente instrumental de 20 piezas en 94 minutos levemente decrecientes y rematados por un serio bis blusero que nos dejó a todos impactados. Respaldado por una banda mixta a su altura técnica (a la batería Vinnie Colaiuta, al bajo la ex Prince Rhonda Smith, y una rubia chelista generalmente tapada por la electridad), Beck salió a escena con ocho minutos de retraso entre una explosión de humo blanco (hum… lleva peluquín, pensamos muchos), y arrancó epatando con rocks lúdicos dotados de la imaginación galáctica de su discípulo Paul Gilbert.
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Jeff cambiaba los ritmos, que no la guitarra, a veces entraba en escena su escudero Jimmy Hall (magnífico ofició en el power-rock a lo The Who 'Morning Dew' y en el blues de Otis Rush 'I Have To Laugh'), y proseguía el jefe con sus instrumentales galácticos divertidos pero no pedantes, con guiños al rockabilly y al surf, y bajando el pistón en una relajada balada chelista que también canto el neosoulman Seal. Y regresaba a escena Jimmy Hall y se metía a la gente en el bolsillo, en su sombrero, logrando que algunos espectadores brindaran espontáneamente con sus katxis en alto en el 'Little Wing' de Hendrix y que la gente entera rozara el éxtasis en el góspel 'A Change Is Gonna Come' de Sam Cooke, con Jimmy desplomándose literalmente sobre el tablado.
Por el final hubo buenos instrumentales de blues pesado y de funk principesco mejorado por ser orgánico, y también ciertas concesiones como el 'Superstition' de Stevie Wonder y un muzak 'A Day In The Life' de los Beatles. Tras éste el lacónico Beck (apenas habló un par veces para saludar brevemente y preguntar qué tal) y los suyos hicieron mutis. Pensábamos que se había acabado, pero los festivaleros gritaron con tanta determinación eso de oe-oe-oe que los músicos se vieron obligados a salir y nos regalaron fuera de hora (el Music Legends debe acabar a las 12) un bis blues doble y serio, nada lúdico, rematado con el 'Going Down' de Freddi King que esa tarde también tocó la blueswoman serbia Ana Popovic, quien siguió todo el concierto de Beck desde el lateral del escenario.
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Caballero del Imperio Británico, John Cale (Carmarthenshire, Gales, 76 años), ex The Velvet Underground, dio en la tarde del sábado un concierto que espantó a gran parte de la gente que llenaba la explanada de La Ola. Sin embargo, no lo hizo mal: le acompañó una muy buena banda joven que bien empastada elaboró desde ritmos mecánicos de inspiración industrial hasta letanías a lo Nick Cave, pero el estilo de Cale o te gusta o te resulta indiferente (o cargante). Frío en escena (distante incluso), alternando guitarra y teclados (sobre estos tenía un atril que le quitaba de la vista del público, si será borde el tío), con voz teatral e impostada (no es un excelente cantante), en 49 minutos ejecutó unos 8 números al principio de sonido desastroso y ordenados inteligentemente para acabar gustando más.
John Cale arbitró desde africanismos hasta una suerte de síncope cerebral a lo David Byrne, manteniendo cierta improvisación escénica (los cuatro músicos se miraban al tocar en ciertos pasajes), y por el epílogo, cuando el estirado Cale esbozó sonrisas (o sea que lo estaría pasando de cine), el cuarteto sonó tan compacto que parecía hermético, reluctante. El culmen lo logró en la última pieza, la tambaleante revisión de la Velvet Underground 'I´m Waiting For The Man', que puso a dar saltitos al respetable restante.
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