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El primer vestido, azul, y el abanico. Carlos Gª Azpiazu
Estrella Morente, nerviosa y teatral

Estrella Morente, nerviosa y teatral

Cuatro vestidos usó en un Teatro Arriaga lleno la hija mayor del gran Enrique Morente durante el repaso de su disco 'Copla' al frente de una orquesta que sonó demasiado alta

Lunes, 15 de abril 2019, 14:30

Lleno por 900 personas estuvo el Teatro Arriaga en la tarde del domingo para ver a Estrella Morente presentando con orquesta su disco 'Copla'. Una orquesta de una veintena de músicos con demasiada percusión (¡cuatro!) y a veces estridentes metales que la tapaban demasiado, probablemente premeditadamente, para proteger sus inseguridades escénicas, pues Estrella parece muy nerviosa en escena: el domingo estuvo todo el rato actuando cual arquetipo de coplera de antaño, poniendo poses y caritas, arrastrando las colas de los vestidos con poca soltura (pensamos en el bailaor Manuel Liñán cuando el miércoles se vistió de mujer en su coreografía 'Baile de autor') y sin dirigir la palabra al respetable más que para decir 'buenas noches' una vez, así, sin más, en una velada de 93 minutos y 19 viñetas musicales (incluyendo una intro de piano latin jazz y la coda a modo de falso bis).

Cuatro vestidos para otros tantos capítulos usó Estrella Morente (Granada, 1980), la hija mayor del desaparecido maestro cantaor Enrique Morente y de la bailaora Aurora Carbonell, la hermana mayor de Soléa y de Kiki, que intentan abrirse paso en la música beneficiados por el apellido paterno. Con el primer vestido, azul electrico, estrellado, con velo y una cola aparatosa, abanicándose y evolucionando inquieta la cantante exageró en 'Madrina', careció de profundidad en 'Antonio Vargas Heredia', la orquesta sonó demasiado alta en 'La niña de puerta oscura', y ella dio lo mejor de sí en 'Rosío', donde se impuso a la orquesta recargada, y en 'Amante de abril y mayo', un pasodoble peliculero con ella poniendo poses a lo Rocío Jurado (físicamente se parece cada vez más a la de Chipiona) y colando alguna frase dulce y melódica vía su hermana Soleá.

Pose con el segundo vestido, blanco y con flecos. Carlos Gª Azpiazu

Tras un popurrí instrumental de la orquesta amenizado con imágenes en blanco y negro a modo de telón de fondo, reapareció con vestido blanco, peineta y flecos, y teatral y como de Semana Santa entonó 'El día que nací yo', muy sinfónico y con dos gallos de la vocalista, poco reprochables porque fueron muestra de su entrega en la pieza. La orquesta embarullada le aplacó en 'Triniá' (al acabar se oyó algún bravo del público), peliculera pareció en 'Yo soy esa' y la sima de la cita fue 'Miedo' (de quererte), con voz quebradiza, insuficiente, quizá temerosa.

Contenta con el tercer vestido de terciopelo granate en el tramo flamenco. Carlos Gª Azpiazu

Más segura y contenta se le notó con el tercer vestido, de terciopelo granate y con mantón de manila cruzado, el atavío que usó para el pasaje flamenco rodeada por cinco hombres: dos palmeros, dos tocaores y un percusionista. Aquí fue cuando dijo 'buenas noches' y donde logró cimitas como las de 'Los cuatro muleros', a pesar de quedarse sin aire en alguna frase larga.

Y tras otro pasaje instrumental en popurrí con fondo fotográfico (Lola, Rocío, Molina, Lorca…, y otra vez un tramo del 'Concierto de Aranjuez' del Maestro Rodrigo, el cual también oímos la víspera, el sábado noche, en el show heavy metal de Avalanch en la sala Santana 27), Estrella reapareció con el cuarto vestido, negro y con flecos, quizá alcanzó su cénit, por teatral y exagerado, en 'Ay pena, penita, pena' (de hecho fue cuando la gente más la ovacionó y cuando alguien le gritó «¡viva la madre que te parió»), afectada y con alarde vocal final repasó 'Poema de soledad', y, tras besar el suelo del Arriaga con la mano y permitir saludar a los músicos, se despidió con el pasodoble 'Suspiros de España', con ella flojita y pronunciando E-paña, no sabemos por qué.

Saludando al director de la orquesta con el cuarto vestido, negro y con flecos. Carlos Gª Azpiazu

La gente aplaudió a rabiar, esperando un bis, pero sólo cantó fugaz un pasajito de 'Granada' como lo haría Bertín Osborne, lo paró de golpe, e hizo mutis. Y dijo la dama de nuestra izquierda: «Es que no tiene ni voz, ni arte, ni sangre». Hum… ya, tiene apellido ilustre y demasiados nervios sobre las tablas, pero aún conserva tirón popular como para ir llenando teatros con las entradas a 54 euros las más caras, precio de número 1 del escalafón flamenco (mano a mano con Miguel Poveda, otro que hizo el disco 'Las coplas del querer', con el que dio el salto).

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