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Está claro que las orquestas sinfónicas de carácter y financiación pública son también en su esencia proveedoras de un servicio público, compuestas además por músicos ... profesionales con contratos que rigen sus relaciones laborales. Por ello, de un lado el fin público que motiva su existencia exige una estabilidad que es esencial para la calidad de su actividad, lo mismo que su gestión debe compatibilizarse con una sindicalización que busca la seguridad en el empleo de los músicos, las condiciones de su trabajo y hasta una necesaria motivación que incide en su desarrollo.
Este obligado equilibrio entre el compromiso de una orquesta con su público, las demandas laborales que se plasman en un convenio y la estabilidad que potencia su existencia parece quebrado en el caso de la BOS, arriesgando con ello no solo el vínculo y el apoyo de sus abonados, sino también la marcha de la temporada del conjunto sinfónico y su prestigio social. Por eso mismo, resulta necesario un acercamiento o un entendimiento urgente entre las partes del conflicto para evitar una indeseada espiral que afectaría tanto al público de la BOS, como al ambiente laboral y a la motivación de sus músicos.
Algo que podría facilitarse con el buen hacer del nuevo y experimentado director-gerente, tan atento habitualmente a las expectativas de la demanda como a las exigencias que elevan, protegen y hacen progresar a los músicos.
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