Se puede entender la sutileza y hasta la elegancia discursiva a la hora de poner término al vínculo contractual de los responsables de una orquesta sinfónica pública por parte de la institución que la gobierna, si bien cualquiera puede igualmente sospechar que esa decisión de « ... dar un cambio de rumbo» a la Euskadiko Orkestra, cesando a sus dos principales responsables, no se adopta precipitadamente de la noche a la mañana y, mucho menos, solo cinco meses después de haber comenzado una temporada de abono 2024-2025 a la que todavía le quedan otros cinco meses más. Incluso, recuérdese que también sigue en vigor su memoria cuatrienal 2023-2026, en la que se asientan las estrategias y los objetivos cuantificables, evaluables y revisables para el futuro del conjunto sinfónico vasco en el periodo referido. Naturalmente, esta súbita decisión de proceder a este «cambio de rumbo» en mitad de la temporada y en mitad de sus objetivos cuatrienales tendrá sus razones, pero en todo caso dice muy poco de esa necesaria estabilidad en su gestión que es básica para aumentar su calidad, la productividad de los músicos que la integran, su proyección más allá del ámbito regional, su audiencia y sus abonados o también el número de sus patrocinadores. Por ello, al ser la orquesta sinfónica de Euskadi una institución cultural pública que recibe una importante subvención del ejecutivo de Vitoria (10,8 millones de euros anuales), parece exigible una mayor clarificación sobre las razones que han determinado este «cambio de rumbo» en mitad de su temporada, algo que perfectamente se podía haber previsto antes del pasado mes de septiembre o también tras el final de la misma a partir del próximo mes de junio.

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