Hace dos jueves, el 28 de septiembre, se publicó el octavo álbum oficial de Bisbal, titulado 'Me siento vivo', aunque paradójicamente la gira mundial homónima arrancó el 17 de junio y durará hasta el 10 de diciembre, visitando España e Hispanoamérica (aquí cuatro fechas entre ... noviembre y diciembre: dos en Argentina, una en Uruguay y una en Chile). Y este sábado 9.000 almas se congregaron en el Bilbao Arena Miribilla para gozar del simpático ídolo latino extelevisivo, ex de Operación Triunfo (salió de la primera edición, la de 2001). La promotora anunció ese mismo día que se habían agotado las entradas, pero en taquilla se podían adquirir boletos de pista (a 50 euros) y de grada (a 55). De las VIP, más caras, sí que no quedaba ninguna.
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El jueves 27 de julio vimos a Bisbal en esta misma gira. Fue en Santander, en el Festival Magdalena En Vivo, con entradas a 35 euros y las VIP a 70. Ahí el ídolo actuó aparentemente cansado, con volumen claramente insuficiente para la campa santanderina -en este tour mundial le acompañan cinco músicos- y apoyado en un apabullante show visual (cuatro trailers y un bus había aparcados fuera de Miribilla para trasladar una estructura mucho mayor que la usada por el ex One Direction Louis Tomlinson el domingo pasado también en Miribilla, quien aparcó tres trailers y siete buses y reunió a 8.000 fans).
Bisbal y Louis, salidos de sendos concursos televisivos (Operación Triunfo y The X Factor), actuaron en Miribilla con similar formato de banda (cinco músicos a su servicio) y también compartieron algún truco con el micrófono (como apartárselo de la boca) y, en especial, la maniobra final de dejar a la banda tocando sin ellos en escena para que les diera tiempo a evacuar el recinto y llegar rápidamente al hotel despistando a las fans que quisieran verle después (Bisbal calcula que el 75 % de su público es femenino).
Bisbal, más simpático, cercano y dinámico que Louis (eso que el inglés tiene trece años menos), dominó la escena por completo: nos llamaba 'mi gente', a veces se dirigía directamente a alguien concreto del público (Le dijo a uno que qué cerveza tan grande se estaba tomando, que con una así él no podría acabar ni media canción), sabía dónde estaban las cámaras a las que se acercaba para agrandarse en las pantallas gigantes (había tres, una al fondo y dos en los laterales, aunque también eran pantallas con imágenes varias plataformas del escenario que pisaban los actuantes), danzaba fugazmente (caderazos, movimientos de pelvis, patadas karatekas, detalles flamencuelos…), remataba muchas canciones con movimientos como si aún estuviera en la tele (desde un molinete seguido de un estatuario puro Presley hasta brincos desde lo alto: el último salto lo dio para desparecer por el fondo del tablado, se supone que para correr y entrar en el coche que le esperaría dentro el recinto para volar hacia el hotel)...
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Un par de veces miró disimuladamente a unos teleprompters que tenía enfrente para refrescar algunas letras y por el final agarró del público VIP (el de las primeras filas) una ikurriña, una bufanda del Almería y otra bandera de Madrid (antes ya había saludado a los portadores de enseñas venezolanas y portuguesas). Con un gesto lograba que la masa diera palmas u ondeara las manos con los brazos en alto (esto solo lo se hace en los macroconciertos, ¿por qué no lo intentan Los Runaway Lovers en un bar de Bilbao, ¿por probar?) y hablaba lo justo como un presentador del show, llegando a describir algunas canciones, lo cual facilita el trabajo a los informantes.
El macroconcierto arrancó con 15 minutos de demora porque a la hora fijada, a las 21, aún había largas colas de gente para entrar. Y desde que se apagó la luz hasta que se terminó la música en escena pasaron 115 minutos para 19 temas (dos en popurrí, en total 27 títulos de canciones), rematados con un bis imbatible gracias a la terna 'Corazón latino', 'Bulería' y 'Ave María', aunque a mitad de 'Bulería' se fue el sonido (¿fallaría algún enchufe, algún playback…? y el show se interrumpió durante seis minutos sobrellevados con paciencia por el respetable, que cantó oe-oe-oe, el inicio del himno del Athletic (hasta 'porobón, porobón…'), el mismo 'Ave María', etc.
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El quinteto lanzó bastantes pregrabados a modo de refuerzo (coros, violines, seguramente mantos de percusiones, unas palmas flamencas e incluso la voz de Bisbal a modo de segunda voz de sí mismo, como hacía Bosé), pero Bisbal entonó de verdad y con poderío: llegó a lucirse en una ocasión y nos preguntó si así estaba bien. Estilísticamente el repertorio alternó pop (el inaugural 'Ajedrez', 'Quién me iba a decir', o el mejor y novedoso 'Tengo roto el corazón', que lo calificó como noventero y que resonó a Vicco), lo que él etiquetó como rumba latina, antes grabada con metales tropicales y ahora trucada con ritmos reguetoneros, éstos evidentes en el segundo popurrí y en otras ocasiones (temas hiperlatinos a lo Ricky Martin como 'Lloraré las penas' y 'Camina y ven', la bachata 'Ay, ay, ay', las terna del bis...), y baladas para corear en comunidad ('Mi princesa' -«qué bueno poder cantar estas canciones que nos unen, no solo las rápidas, las baladas tienen algo especial»-, 'Me siento vivo' -«lo más importante es nuestra familia, espero que os sintáis reflejados en esta maravillosa canción, os quiero mucho»-, 'Ruido' a lo Pablo López...).
A mitad de la cita, entre el calor sofocante, la simplicidad de los diseños gráficos de las visuales de las pantallas (cactus en 'Camina y ven', cadenas en 'Esclavo de tus besos', una torre en 'Torre de Babel', enumeramos ahora de memoria) y el tono general insustancial del pop comercial, se podía llegar a bostezar, pero menos mal que Bisbal nos avisó que llegaba el final, su parte favorita del espectáculo, como lo llamaba él, un epílogo con el imbatible aunque interruptus citado bis, más el popurrí latino previo.
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Bisbal, que vistió tres modelitos (traje negro cruzado, ligera camiseta animal print, y al final camiseta con su frase viral de cómo están los máquinas, que se vendía en el merchandising a 25 euros), se mostró en buena forma, mucho más energético que en Santander (energético porque a la mayoría le contagia la energía, le pone las pilas), y menos mal, porque como avisó en su saludo inicial: «Ojo, en este espectáculo no hay mucho tiempo para descansar. Por cierto, qué calor hace aquí, parece que estoy en mi tierra, en Almería», y sonó la moruna 'Torre de Babel'.
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