Isabel Pantoja se entregó a su público en el Bilbao Arena. Mireya López
El Bafle

El emocionante y desgarrador concierto de tres horas de Isabel Pantoja en Bilbao

Más de 5.000 fans acudieron a Miribilla para atestiguar la gira de los 50 años de carrera de la folclórica sevillana, que pasó de lo desaforado y volcánico hasta lo todoterreno y elegante

Domingo, 14 de enero 2024, 07:50

Desde el sábado 28 de octubre de 2017, o sea, desde hace más de seis años, Isabel Pantoja no venía a actuar a Bilbao. Entonces reunió a unas 4.400 almas en Miribilla, y esta vez subió la cifra hasta las 5.300, atraídas por ... la gira de su 50º aniversario profesional. Si ahora tiene 67 años, calculen a qué edad empezó. Su primer álbum, homónimo, salió en 1974. Siempre ha cantado alto María Isabel Pantoja Martín (Sevilla, 1956), y atronó demasiado en el primer tercio de su actuación sabatina. Quizá estaba nerviosa, o emocionada como aseguró varias veces en las que llegó a llorar hasta que se le descompuso el maquillaje, como se vio por las dos pantallas gigantes laterales, que sólo dejaban de enfocarla cuando bebía agua, a la que se acercaba caminando lenta y rechula como una supermodelo.

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La Pantoja se reivindicó («Gracias a Dios y a mi público por estar 50 años encima de un escenario, ¡que es tela!»), pastoreó al respetable (le pedían canciones y respondía que esas ya llegarían más adelante), le halagó («Estoy superfeliz de estar de nuevo en Bilbao, una tierra que tanto me ha dado»), y afirmó que cantaría casi todo lo de estos 50 años. Y con cuatro teleprompters con las letras al alcance de su vista, alternó canciones enteras con coro y orquesta de casi 50 miembros en total (doce coralistas y una treintena pasada de músicos: «todo es directo, ¿eh?, todo, si sale algo mal hay que perdonar», presumió la jefa).

También interpretó piececitas cortas en dúo con el piano. «Ya está, os tengo que dejar con la miel en los labios, porque si no voy a tardar cinco años en volver, o seis», dijo tras una brusca interrupción. Además se marcó popurrís ora en cápsulas con el piano (grrrr, así cantó fugazmente una de las mejores de la velada: 'Feriante', llévame al río'), ora con el fuste de la orquesta ('Marinero de luces' y sus asociadas, caso de una celebrada y muy bien resuelta 'Hoy quiero confesarme'). En total contabilizamos 28 temas en dos horas y tres cuartos desde que arrancó la música hasta que se largaron los músicos sin que cuajara la petición de bis (¡y estaba consignado el 'A mi manera' de Sinatra!), aunque desgranando títulos cantó casi 50.

Mireya López

La coplera sevillana usó tres vestidos. Parecían variaciones del primero, y el tercero lo modificó y retocó en escena, delante del público, como hacen ahora en el teatro moderno y en la danza contemporánea. El gran escenario estaba flanqueado por dos pantallas verticales que mostraban siempre su imagen, desde el cuerpo entero hasta el torso, y la gran pantalla de fondo, inmensa y horizontal, se infrautilizó, emitiendo visuales pobres de puro básicas, y sólo se usó de modo más vivaz en dos canciones u ocasiones. En la primera, para mostrar portadas de sus discos, y en la segunda, para plasmarla a ella durante esa canción pero dentro de un círculo, lo cual no mejoraba el plano de las pantallas laterales

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Y la orquesta dirigida por Víctor Eloy López y sus arreglos fueron magníficos. A veces sonó tan dura como el rock andaluz de Derby Motoreta's Burrito Kachimba (o de Medina Azahara si lo prefieren, todo aplicable al arranque moruno con 'Embrujá por tu querer'), o el rock mexicano de Chingón (en 'Se me enamora el alma', créanselo), y otras se sumó a la fiesta latina bailonga ('El moreno') y a la espectacularidad americana sinatriana ('Enamórate', con la que se acabó el concierto).

Pero al gran evento le costó despegar: La Pantoja arrancó muy chillona, hasta el punto de desentonar, y la orquesta atronaba aunque se intuían sus bondades. La cantante desplegaba sus recursos pero no acababa de afinar. Apartaba el micrófono de su boca, chillaba desaforada y rasgada (en el chotis 'El señorito'), se desgañitaba ('Aquella Carmen', otra muy roquera, de lo mejor entre los casi 50 títulos) y volvía a llorar («ánimo, bonita», le animaban al verla así en pantalla). También aprovechó para anunciar que su próximo disco, el doble '50 años', saldrá en febrero o marzo (iba a publicarse de cara a Navidad, y en su anterior concierto en Barcelona aseguró que saldría este enero, pero ya vemos que siguen las demoras), e informó de que por fin para este próximo álbum había grabado canciones que ha cantado a menudo, caso de la sexta pieza larga, 'Mi amigo'. Una maravilla de desconfianza donde cantó a pelo, sin micrófono. O como la séptima, 'Quisiera decir no', una pieza de deseo que ya interpretó Rocío Jurado y en la que la sevillana se abrazó, se tocó el pecho y cantó sobre gritos en las entrañas.

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A la Virgen de Begoña

Acabó el primer capítulo con un popurrí de sevillanas. En el medio centenar de títulos hubo cuplé, chotis, boleros, copla -«lo que más me gusta, aunque yo canto todo»-, pop cristiano, pasodoble, semirancheras… Isabel Pantoja reapareció con el vestido retocado, cantó la rauda y casi en trabalenguas 'Nada' sin mirar al teleprompter («No, ya no creo en el amor / Y de aquí en adelante seré yo quien juegue burlando al amor»), y a partir de entonces todo se apuntaló. Sonó mejor la orquesta, cantó mejor sin renunciar a lo visceral, y generó una atmósfera de comunión feliz en 'Virgen del Rocío' (que se la dedicó a la virgen de Begoña y que le escribió Juan Gabriel; ¡este fue el pop cristiano!). Al acabarla ondeó una bandera de Andalucía entre el público de la pista. Otra comunión de pop latino fue la de 'Así fue', también de Juan Gabriel. La diva volvió a llorar en 'Ojos verdes', y raphaelesca o a lo Rocío Jurado cantó una conversación sobre una separación ('Desde que vivo con otro', otra de las cimas).

El segundo y el tercer tercio, cada uno correspondiente a indumentaria pero homogéneos en su sonido, no decayeron y durante ellos reinaron el descaro y las buenas facultades. La Pantoja cantó pop sobre más deseo ('Me gusta a morir', y al poco preguntó: «¿os está gustando,? pues que se note, que parecéis pintaos», ay, ¡qué manejo del público!). Chilló muy bien en el fragmento de 'A pesar del tropezón', y la gente le jaleó por quinta vez I-SA-BEL-I-SA-BEL. Ella rugió en 'La zarzamora', mutada en pasodoble, y el epílogo fue apoteósico con el swing 'Dímelo', la sinatriana y orquestal 'Esta es mi vida' y un 'Enamórate' sinatriano y raphaelesco. Y es que esta terna sonó tan soberbia y, lo dicho, apoteósica, que la mayoría de la gente pensó se estaba acabando el show y se levantó de sus asientos para evacuar Miribilla en masa, y apenas se pidió bis, con lo cual la última folclórica no reapareció en escena y no cantó 'A mi manera'. Qué pena...

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