![La emoción contenida de Steven Lin](https://s3.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/202002/03/media/steve-leen2.jpg)
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Entradas agotadas en la sala Arrigunaga (266 butacas) del Muxikebarri, el nuevo teatro municipal de Getxo, para ver en la tarde del domingo al pianista californiano-taiwanés Steven Lin (Los Ángeles, 1989), un estilizado chicuelo con tupé y zapatos afilados que primero sedujo (ese atento silencio) y con el devenir conmovió y excitó (ovaciones -algunas intercaladas, algo infrecuente en la clásica- y no pocos bravos) durante su recital de 96 minutos para 6 piezas, incluyendo el descanso de 13 minutos y el bis fuera de programa: Fantasia Impromptu Op. 66 de Frederic Chopin.
A pesar de su currículo (premios, colaboraciones con sinfónicas…) y de su aire moderno y juvenil, Steven Lin parece huir del efectismo y de la autopromoción del pianista chino Lang Lang, quien le supera en descaro, extroversión y personalidad. En Getxo, Lin dio un concierto creciente sentado ante un largo y fastuoso piano de cola sin amplificar. Sí, decimos creciente porque incluso un pelín mecánico o convencional pareció en los primeros compases, en las sonatas de Scarlatti. Más sentido se le notó al taiwanés en el Lieder de Schubert, y decididamente vertiginoso en los alardes cuasi rusófilos y oblicuos de la sonata 53 de Beethoven, que es cuando se oyeron los primeros bravos.
En todo momento dotado con la capacidad de evadir que ofrece el arte puro y con las partituras memorizadas en su cabeza, tras el intermedio Steven Lin reapareció más tranquilo para dar un segundo pase donde pasó de lo romántico de Schumann ('Kinderszenen') a las borrascas virtuosas de Liszt ('Reminiscencias de Don Juan', con más alardes olímpicos). Se le notó más seguro de sí mismo en este segundo pase porque en él Lin no dejó de poner caritas ni de mirar al cielo como si fuese un dibujo animado de Walt Disney.
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