Bob Dylan, un maestro con mucha clase en el BEC

Empezó con el piano allá en su pueblo, Hibbing, y el genio de Minnesota -que, según confesó años después, quería emular a Little Richard- parece haber dejado de lado su imagen de artista guitarra en mano. Al menos, esta es la apuesta de Dylan en su actual gira, donde, a través de un repertorio lleno de temas conocidos de todas sus épocas, recorre estilos desde el blues y el folk al rock y el gospel, pasando por guiños al country y a las baladas clásicas. Eso sí, tiene claro que el público quiere escuchar las canciones que han hecho del artista quien es, así que el Nobel de Literatura deja de lado su vena crooner y desgrana un variado muestrario de imaginería dylaniana. No podrían faltar esos desfiles de cuadros surrealistas como en 'Highway 61 Revisited' y de personajes -incluido él mismo- como en 'Gotta Serve Somebody'. Ni los himnos como 'Like a Rolling Stone' y 'Blowin in the Wind', la oscarizada 'Things Have Changed' -de la película 'Jóvenes prodigiosos'- y la recientemente editada en versión alternativa 'Simple Twist of Fate' (en la última referencia discográfica del maestro, que conmemora los 45 años del disco 'Blood On The Tracks').

Un 'Things Have Changed' de onda rumbera abrió el set, con el título retrasado mediante un silencio en el estribillo poco ortodoxo pero muy de Dylan. 'Simple Twist of Fate', delicado, y un 'When I Paint My Masterpiece' deconstruido dejaron un gran sabor de boca, así como 'Dignity' rompió la previsión de un repertorio que incluyó 'Scarlet Town' y una 'Make You Feel My Love' desgranada con gusto y llevada hacia la onda ya escuchada de 'Simple Twist of Fate'.

Entra el pianista y cantante dosificado en intensidad para arrancar las palmas en el estribillo 'Like a Rolling Stone', un recurso que repite con maestría y levanta pasiones en el pabellón. Y el tema parece 'contaminado' por el 'Pay in Blood' en su esencia. Pronto, el blues de 'Early Roman Gods' se adueña del concierto, con un Dylan que, como a lo largo del set list, conjuga su piano con la guitarra steel del multiinstrumentista Donnie Herron para construir un bloque sonoro, apoyado por la sólida base del bajo de Tony Garnier y la batería de George Receli. Sobre ellos, la Les Paul de Charlie Sexton apunta el contrapunto guitarrero.

Luego llega una balada impresionante, 'Don't Think Twice It's All Right', en la que los juegos vocales de Dylan demuestran sentimiento e intensidad mientras Garnier subraya las notas graves con el arco ante un piano solemne y una steel guitar siempre efectiva, con toques líricos, al igual que la armónica de Dylan. Pre-cio-so.

En la parte final, una traca de éxitos -no faltó un 'Blowin' in the Wind' con Herron al violín que a algunos les costó pillar al principio- dejó al personal encantado. Y el maestro pareció poner buena nota a su público vasco tras un cierre con 'It Takes a Lot to Laugh, It Takes a Train to Cry'.