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En épocas de gran incertidumbre, cuando todo se tambalea, los inversores recurren al oro. Es el gran valor seguro. La industria musical destina cada año recursos ingentes a la búsqueda de nuevas gemas, de estrellas por descubrir en los procelosos lechos de Instagram y ... TikTok. Pero ahora, en estos días de dudas, lo más fiable es recurrir al talento incuestionable. El gigante Universal Music no ha tenido que picar demasiado para encontrar una enorme veta. En una de las operaciones con mayor calado de la historia de la industria, ha decidido comprar todos los derechos del inmenso -en todos los sentidos- catálogo de Bob Dylan, hasta ahora dueño y señor de la obra con más quilates de la música popular. Ante la duda, siempre Dylan. No falla.
Es sencillo ponerle precio a un lingote, pero, ¿cómo se calcula el valor de un himno como 'Like a Rolling Stone'? ¿Es posible ponerle ceros a una obra tan trascendental como 'Hurricane'? ¿Y a 'Blowin' In The Wind'? Universal Music Group no ha confirmado ninguna cifra, pero medios como 'The New York Times' sostienen que el acuerdo, que habría sido negociado personalmente y hasta la última coma por el propio Dylan, ascendería a unos 300 millones de dólares. Críticos y expertos ya sugieren que la cantidad podría ser incluso superior. A cambio, Universal se ha metido en el bolsillo más de 600 canciones, versionadas hasta la saciedad en más de 6.000 grabaciones. La operación sólo es ligeramente comparable con la confusa compra de los derechos de The Beatles por parte de Michael Jackson en 1985 por 47,5 millones de dólares. Aquel tampoco fue un mal negocio.
A pesar de su trascendencia, el acuerdo se ha despachado con un tuit y un comunicado en el que los popes de la compañía dedican un par de frases laudatorias a un Dylan que, por supuesto, no ha comentado nada al respecto. Como todas las decisiones que ha tomado en los últimos tiempos -una buena muestra fue su desaire a la organización del Nobel en 2016-, el cantautor ha vuelto reaccionar con un hermetismo que cincela esa imagen de mito huraño que se ha moldeado.
Hay quien ve en este movimiento una evidente muestra del declive de la leyenda, una forma de dejar todo atado y bien atado, consciente de haber llegado ya al arrabal de su carrera. Sin embargo, a pesar de sus 79 años y sus achacosos directos, en el estudio todavía alardea de músculo incuestionable. Su reciente último trabajo, 'Murder Most Foul' lo demuestra.
Es innegable que el bardo de Duluth es un tipo visionario, con un olfato finísimo para los negocios. En la primera página de 'Crónicas', sus memorias oficiales, el propio Dylan cuenta con pelos y señales cómo se gestó su primer contrato discográfico con Lou Levy, patrón de Leeds Music Publishing. Le dieron 100 dólares por siete de sus primeras canciones. No tardó mucho en enmendar aquello: para sus siguientes trabajos fundó la Bob Dylan Music Company, que hasta este lunes controlaba sus 'royalties'
Desde 1963 lleva cantando con su voz nasalísima, en ese tono profético suyo, 'The Times They Are a-Changin'. Y ahora, desde fuera de los escenarios, ha demostrando ser más que consciente de que los tiempos están cambiando una barbaridad también en la industria. El mercado de la grabación vive en un eterno declive y ahora, sin giras, la pandemia ha pinchado la burbuja de la música en vivo. Tampoco el streaming parece ser la panacea.
Un dato: según las últimas cifras publicadas por Spotify, la mayor plataforma de música en streaming, entre julio y septiembre de este aciago 2020 ha perdido 101 millones de dólares. La compañía jamás ha declarado beneficios. El oro está en los derechos.
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