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Había numerosos motivos para acudir con las expectativas elevadas al macroconcierto de la minigira de resurrección de La Polla Records el viernes en un BEC con entradas agotadas, donde se juntaron 17.000 almas (con perdón a los ateos presentes), la misma cifra que ... se congregará el sábado. Y al tratarse de un macroconcierto y hallarse el público hiperexcitado a lo lejos, tras las vallas preceptivas y tras un foso con severa y fornida seguridad, el más contento a la hora de acudir al BEC sería el bueno de Evaristo, el cantante y líder de La Polla Records, quien esa noche no iba a acabar empapado, hundido por culpa de esos escupitajos tan punks con los que le jalean sus fans. Es que ni le alcanzaron los katxis que volaron en el arranque del concierto y que sí mojaron a los fotógrafos atrapados en el foso.
Otra razón para acudir optimistas a la liturgia de Barakaldo fue que el telonero del doble cartel, El Drogas, iba a recuperar un montón de canciones del grupo en el que militaba entonces, Barricada, de quienes fueron mayoría las 20 canciones que sonaron en 76 atronadores minutos de su intervención, no de tres horas como suele hacer en sus propios espectáculos. Al principio había poca gente en el BEC, igual ni dos mil personas, pero la masa fue llenando el pabellón y al final cantó tanto que El Drogas era el cabeza de cartel. A sus 60 años, elegante con chaleco, traje, corbata y pañuelo craneal, el navarro espetó escasas soflamas (referencias fugaces a Alsasua, Cataluña y antimonárquicas) y forjó mucho rock bien ejecutado, con cimas como 'En la silla eléctrica', 'Bahía de Pasaia' o 'Barrio conflictivo', aparte de versiones como la sorpresiva 'Enemigo público' de los vitorianos Cicatriz.
Objetivamente, El Drogas dio el viernes un mejor bolo que La Polla Records, que sonaron peor (y eso que llevaban dos guitarras), que tuvieron unas luces tan malas que les hacía casi invisibles en escena, que rularon muy monocordes y que a veces parecieron rodar empuejados por el entusiasmo de una jauría no tan nostálgica, pues los joveznos se contaban por miles. Se notó que LPR eran los cabezas de cartel porque su bolo de 40 canciones pasadas en 111 minutos lo siguieron las 17.000 presentes en pie desde el principio, también todos los de las gradas.
La esperada cita comenzó con dos cruces ardiendo en las pantallas laterales, como si fuera el Ku Klux Klan, y con la masa iluminando la escena con sus móviles como si fueran fieles portando cirios en pleno akelarre. Esto pasó antes de su hit 'Salve', balado por Evaristo sobre un sonido a lata que mejoró levemente, solo levemente con el devenir. La gente se las sabía todas, y hasta hacía coreografías y se ponía crestas imaginarias en 'Lucky man for you', y cantaba entera 'Nuestra alegre juventud', y generaba pogos peligrosos abajo en la pista, por ejemplo en 'Los 7 enanitos', y en general Evaristo, de 59 años y vestido con camiseta futbolera gallega (en el bis la cambió por una del grupo Piztipunk), conectaba con su parroquia: 'Come mierda', 'Maigenerasión', la siempre hilarante 'Tú alucinas'...
Evaristo no soltaba improperios políticos, pero en la base de la batería había unas pancartitas propresos y de Alsasua, y además dejaba que la gente coreara sus consignas. Y a mitad del macroconcierto, desde mucho antes, ya se palpaba que el bolo sería una sucesión de canciones interpretadas con solvencia, pero peor que lo hacen Gatillazo, el grupo actual de Evaristo en el que tocan también el batería y el hacha solista.
Eso sí, había explosiones absolutas como la celebérrima e infecciosa 'Txus', tras la cual se tomaron un descanso y al regresar el volumen era mayor, y siguieron con dianas esporádicas como 'El avestruz' con toneladas de coros, la jota de un Evaristo que estaba en muy buena forma física y no dejaba de dar saltos, los gestos y tarareos de 'Porno en acción', todos los móviles encendidos y la gente cantando puño en alto su himno de estadio 'Ellos dicen mierda' (y nosotros amén) o la masa rugiendo a piñón 'No somos nada' y en los bises un carepetovetónico 'Así casca la vasca', un 'Cara al culo' que volvió a generar remolinos en la pista, un 'Toda la puta vida igual' que sonó a los Toy Dolls, y para acabar el segundo bis un estupendo 'Odio a los partidos' que dejó por todo lo alto un concierto correcto.
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