Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Óscar Cubillo
Miércoles, 28 de marzo 2018, 13:36
Unas 111 personas enloquecieron progresivamente durante la catarsis, más que concierto o actuación, pilotada por el trío kamikaze japonés Guitar Wolf (El Lobo de la Guitarra, Nagasaki, 1987) este martes en el Satélite T deustoarra.
Los tres coriáceos roqueros amarillos ejecutaron ... unos 13 fragmentos de rock desatado en 53 minutos de éxtasis arrancados con ruido apoteósico, saludos a la peña y la ingesta exhibicionista de un trago de un par de birras (las del bajista y el guitarrista: el baterista engominado se estaba peinando ), y rematados con un espontáneo-invitado en el escenario que sabía tocar la guitarra y con el bajista y el guitarrista cantando por encima de las cabezas de la peña ya rendida.
Ah, antes de empezar y después de acabar el show, Los Ramones sonaron por los altavoces del local, que se note que estos tres ookamis (lobo en japonés) son devotos de los neoyorquinos.
Esa sesión fue una progresión imparable y sin pausas de electricidad rock, desparrame garajero y descargas de alta energía electrocutante, lo cual se revelaba en las poses y las muecas constantes de los tres nipones vestidos de cuero (pantalones y chupas; chupa que se quitó el baterista para mostrar sus tatuajes de yakuza, de la mafia oriental esa, ya saben).
Los muecas, los mocos (por el esfuerzo, no por la droga) y el mucho sudor lubricaron los rostros y las manos de la tríada (más el pecho desnudo del yakuza) mientras la erupción volcánica resultaba incontenible: sonaban como unos MC5 en picado, rocanroleaban como los Dead Boys cruzados con los Ramones, de la voz premeditadamente baja para que se empastara toda su eyección solo colegimos una frase en inglés ('yo drive me crazy', o sea me vuelves loco), el guitarrista con chapas en su chupa (¡una de Elvis!) tocaba colocándose su Epiphone SG detrás de la cabeza para pasto de los fotógrafos, su sonido sucio, cimarrón y crepitante nos retrotraía a la escudería Crypt Records (donde militaron fugazmente los ramonianos Teengenerate de Tokio, a quien también remiten a veces los Guitar Wolf)...
El fulgurante y horrísono asalto banzai al Satélite T de estos tres samuráis continuó entre espasmos y más muecas, con arrojo a raudales, entusiasmo irredento y una asumible imperfección técnica. Guitar Wolf, o sea Seiji (guitarra y algunos escupitajos al aire), Toru (batería yakuza) y UG (bajo y voces esporádicas), tres chulos de la cabeza a los pies (lucían gafas de sol, se atusaban el cabello, salpicaban el sudor con sus dedos…), prosiguieron con noise blues vía Pussy Galore / Jon Spencer Blues Explosion, el guitarra agarraba el pie de micro y con tanto cuero negro se trasmutaba en Gene Vincent, la peña se empujaba cada vez más en el pogo, el rock and roll lo inspiraba Godzilla, los mástiles apuntaban al cielo como hacen los roqueros vikingos, y en una de estas el shogun Seiji mostró la guitarra, la expuso como si estuviera en los Supersuckers, y algún valiente de las primeras filas la rasgó. Y entonces Seiji metió mano al público y de ahí pescó a un buen aficionado, a Fernando Méndez, al que colgó su propia guitarra… ¡Y le hizo tocar con ellos! Y Fernando, ex Los Envidiosos, mantuvo el tipo y sostuvo la acción y el ritmo, improvisando y saltando cuando se lo pedía el nipón, cual perfecto cuarto miembro lobuno.
Con el invitado en escena el bolo, o sea la catarsis, no decayó, sino que creció sobre sí misma. Con Fernando adaptaron una deconstruida versión del 'Kick Out The Jams' de los MC5, y la estiraron en plan AC/DC. Y siguieron con el lapso más reconocible del maelstrom del martes, con un 'Rumble' de Link Wray (el guitarrista indio, de los primeros en vestir cuero en el rock) que parecía interpretado por los Cherry Valence y adornado con molinetes en plan Los Who.
Y, no pondríamos la mano en el fuego pero sí nos apostaríamos una mariscada, se despidieron con el título de su último disco, 'T-Rex from A Tiny Space Yojouhan', lo cual suponemos porque es un rock and roll en plan Eddie Cochran. Qué excitantes estos tres ookamis: mucho mejores en la distancia corta de un bar que en la amplitud nocturna de un festival como el Azkena vitoriano, donde les vimos por primera vez.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.