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Lo habitual en 'Los cuentos de Hoffmann', de Jacques Offenbach es que los papeles protagonistas de soprano sean interpretados por cantantes diferentes, ya que los ... roles de Olimpia, Antonia y Giulietta, así como el de Stella del final de obra, requieren voces diferentes. El autor pretendía que fuera una única soprano la que cantara cada personaje. Esto último se consigue cuando una artista de capacidades vocales y técnicas depuradas acepta el desafío.
Reparto Jessica Pratt (S); Michael Fabiano (T); Elena Zhidkova (M); Simón Orfila (B-Bar); Mikeldi Atxalandabaso (T); Jose Manuel Diaz (BAR); Moisés Marin (T); Fernando Latorre (BAR); Gexan Etxabe (BAR)
Dirección de escena Vincent Huguet.
Dirección musical Carlo Montanaro
La soprano Jessica Pratt fue capaz de mostrar sin escollo la coloratura requerida por el papel de la muñeca Olimpia. No es que se moviera y gesticulara como una muñeca autómata, pero a su manera, se movió con gracia, sobre todo, cantó con absoluta y precisa afinación, limpios picados y escalas. En el papel de Antonia que está escrita para una voz menos ligera, se desenvolvió con gran lirismo como lo demostró en el aria 'Elle a fui la tourterelle' (Ha huido la tortolita).
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Finalmente, en el papel de Giulietta, cantado normalmente por una soprano más dramática o incluso una mezzo, tampoco nos puso en cuestión su calidad y dominio escénico. Un 'Hat Trick' de mérito el de Jessica Pratt, salvando un reto para una cantante que se adaptó perfectamente a roles tanto de coloratura como de lirismo o dramatismo. El tenor Michael Fabiano no se mostró tan brillante. Nos enseñó una voz que se emite con fuerza, sin facilidad y con un notorio cambio de su timbre en la zona de paso. En efecto, su voz adquiría brillantez al pasar a la zona alta, mientras que en el recitado o en las notas centrales no tenía luz. Esa misma tensión en su canto nos impidió gozar de un trabajo que resulta siempre exhaustivo en un tenor.
De la misma manera que Offenbach pretendía una sola cantante para los papeles femeninos, los cuatro villanos fueron interpretados por el bajo Simón Orfila. El cantante menorquín personificó el mal con gran presencia escénica, con la gravedad requerida en lo vocal y se mostró absoluto dominador de las escenas en las que apareció. Nos gustó la voz y la labor moderada de la mezzo Elena Zhidkova. Nos gustó su canto controlado y la elegancia de su línea y nos gustó su conjunción con la soprano en la famosa 'Barcarola' del tercer acto.
Citemos también el excelente trabajo de Mikeldi Atxalandabaso, el tenor que con su voz clara y brillante supo dar vida a sus diferentes personajes llenando él solo la escena y captando la atención del respetable encarnando a Frantz. Elogios también para el tenor Moisés Marín quien hizo el rol del inventor Spalanzani con viveza y voz brillante. En realidad, todos los segundos papeles estuvieron bien cubiertos tanto vocal como escénicamente y no podemos dejar de citar a José Manuel Diaz como Crespel el padre de Antonia, bien caracterizado, solvente y resolutivo en su canto ni a Fernando Latorre, otro barítono garantía de lo que se le adjudica cantar.
En cuanto a la producción proveniente de Burdeos, no hubo ni taberna, ni salón de fiestas en Venecia ni nada parecido. Se nos ofreció una representación tendente a lo lúgubre, entre panteones y féretros y hasta el coro, el gran coro de Bilbao, cantó demasiado agrupado, sin libertad de movimientos, sin eufórica embriaguez. Aplauso para el maestro Carlo Montanaro al mando de la Sinfónica de Bilbao por el trabajo general en una obra que nos tuvo en la sala más de tres horas y media por la lentitud en preparar las escenas y por los diferentes descansos soportados.
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