Ambiente en el Euskalduna durante el BIME, el gran encuentro musical que se está celebrando esta semana en Bilbao. Maika Salguero

¿Corren peligro los festivales en España?

El BIME PRO acoge una mesa redonda con responsables de salas de conciertos que confirman la presión de los vecinos en Cataluña, más encarnizada que antes de la pandemia, que podría extenderse a otras comunidades

Jueves, 26 de octubre 2023, 17:09

En Cataluña se están haciendo oír a niveles alarmantes. No tanto los festivales y salas de música, sino las plataformas de vecinos que se organizan bajo el lema de 'El ruido mata'. Así lo certificaban ayer en el Euskalduna los participantes de la mesa redonda ... organizada por el BIME Pro para abordar «una problemática nueva y amenazante», en palabras de Lluís Torrents, codirector de Razzmatazz en Barcelona, un espacio de ocio nocturno que cuenta con aforo para 2.000 espectadores. Tras la pandemia y los años de silencio impuesto, da la impresión de que «la sensibilidad acústica se ha exacerbado». No es una cuestión baladí porque se ha detectado incluso en metrópolis tan melómanas como Berlín.

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En nuestro país se limita a Cataluña, pero podría ampliar su radio de acción. Las quejas han llegado a materializarse en querellas criminales contra el Primavera Sound. «El año pasado no se admitió a trámite, pero los grupos más beligerantes vuelven a la carga contra el alcalde de Barcelona, el regidor del distrito y el director del Instituto de Cultura». Su objetivo es impedir que se conceda la licencia para organizar el evento en el Parque del Fórum. «Allí hay pisos nuevos y caros, con gente recién llegada y de alto poder adquisitivo». Un colectivo que propone que se traslade a la zona del circuito de Montmeló, «pero allí también se rechaza».

Torrents no escondía su preocupación «ante la presión de plataformas tan opacas, de las que no sabe exactamente a quién representan». Frente a este panorama tan espinoso, Elda Gómez, portavoz de Acces (Asociación Estatal de Salas de Música), se mostraba más optimista y apostaba por una estrategia de cautela y previsión: «Fuera de Cataluña, la situación no es tan enconada pero deberíamos tomar nota». La presión en general no se ha incrementado, salvo en casos puntuales de festivales de Andalucía y Madrid. «Son plataformas muy localizadas pero, insisto, conviene que estemos alertas y no olvidemos que la música es un bien esencial».

Derecho cultural

Como moderadora y parte interesada, también intervino Audrey Guerre, coordinadora de la asociación Live DMA, que tiene sede en Francia y nació en 2012 para impulsar proyectos en común y buenas prácticas en salas, festivales, discotecas y clubes. «Según el último informe de la OMS sobre la materia, la música no es ruido. Todas las normativas sobre el ruido medioambiental deben salvaguardar el derecho cultural a la música en vivo y la libertad artística», apuntaba la experta, antes de dar paso a un vídeo que abordaba las medidas tomadas en el festival Marsatac que se monta en Marsella.

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Hace tiempo que el puerto más importante de Francia es foco de atracción del hip-hop europeo y explota el filón del mestizaje. La modernidad musical se ha convertido en parte de su ADN y ninguna institución, pública o privada, quiere renunciar a ese patrimonio cultural. «Se ha dialogado estrechamente con los vecinos del entorno del festival. Se les ha invitado a visitar las instalaciones y comprobar cómo se controla el volumen de decibelios. Todo eso ayuda a cambiar la impresión de la gente», reflexionaba telemáticamente la portavoz de la organización AGI-SON, que ha actuado como mediadora entre Marsatac, las autoridades locales y el público.

Torrents aplaudía ayer esas medidas, pero recordaba que «los límites sonométricos, cada vez más bajos, son ilusorios en la vida urbana». De ahí que apele a la autoridad de la Administración para poner «orden y raciocinio». No le parece de recibo que en Barcelona haya salas de conciertos amenazadas por un cierre anticipado de dos horas al no ajustarse a baremos acústicos nada realistas a su juicio. «Las discotecas, en lugar de cerrar a las seis, deberán hacerlo a las cuatro. ¡Absurdo! Es imprescindible el diálogo, sí, pero lo que ahora se impone es nuestra extinción», advierte Torrents.

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