ÓSCAR CUBILLO
Sábado, 25 de agosto 2018, 13:21
En un año exacto, de 24 de agosto de 2017 a 24 de agosto de 2018, siete veces hemos visto en concierto al emocionante y roquero cantautor getxotarra emigrado a Madrid Íñigo Coppel (este es su interesante Bandcamp). Le hemos disfrutado en bolos promocionales ... vespertinos en la tienda de discos Power, en largas sesiones nocturnas con su amigo el crápula Gatoperro, en el pub Residence por la mañana, y hasta repasando sin necesidad de atril el LP 'Another Side Of Bob Dylan' (Columbia, 1964) en una cita del ciclo Izar & Star en el Kafe Antzokia. Y más veces le habríamos visto de haber podido, por ejemplo en algún chiringuito playero. Siempre recomendamos a nuestros lectores que no se lo pierdan, e insistimos una vez más.
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Eso sí: nos gusta más el bueno de Coppel en los bolos más cortos, cuando te deja con ganas de más, que en esas sesiones maratonianas en las que se calienta y se alarga en demasía (hasta se pasa de la hora del último metro). Este viernes, en el pub Shake!, dio un bolo de abono (5-9 €) teloneando a los rockabillies General Lee, y nos atravemos a afirmar que ha sido la mejor ocasión en que le hemos catado: por calidad y poderío del sonido, por el escenario elevado (cuántas veces le hemos disfrutado a ras de suelo), por la duración perfecta del recital, por la selección del repertorio que tantas veces hemos escuchado y donde en cada canción nos encontramos una sorpresa extra, por el cariz blusero dylaniano de sus ritmos (a menudo nos evocó al blues del delta del Mississippi), por su épica sinceridad, y por lo bien que entonó sin necesidad del atril esos largos cantares de gesta. Un concierto que entrará en nuestra lista de lo mejor del año, una cita mágica de 12 canciones en 64 minutos.
Coppel, iluminado, en buena onda y superdylanita, arrancó describiendo lo que estábamos viviendo instantáneamente en 'Salvaje' (donde le canta a su guitarra acústica zurda, una Takamine así bautizada) y en 'Hay gente buena hay fuera' (en la que se refiere al propio público). Y sin solución de continuidad se puso serio y solemne en 'Serenata para C' (la de «es tan grande el dolor…») y dramático y storyteller en 'Balal, Abdollah y Maryam' («esta la escribí tras leer en el periódico una noticia que pasó en Irán, la historia de una madre que perdona al asesino de su hijo», y realzó la canción con vibrato vocal y blues tan crepuscular que se notaba la soga de la horca en el cuello).
Sin sensación de altibajos ni percibirse los cambios de tempo, Coppel se lució en el dylanita, verborréico, genial, palpitante, saltarín, irónico, teatral, virtuoso y antisectario 'Blues hablado del mayor fan de Bob Dylan del mundo' («me fui a París, qué ciudad más limpia, me di un paseo hasta el Olympia»), y continuó con «una canción protesta sobre un asunto que me indigna especialmente, la cantidad de gente que odia a Paul McCartney, igual aquí hay hoy algún hater de Paul», y proclamó su 'Canción protesta contra los cantautores que odian a Paul McCartney' («qué ha hecho Paul en realidad para merecer tanta crueldad», reza la letra).
El getxotarra se atrevió a describir su canción 'Laura y las desventuras del joven Coppel' como «un rock and roll adolescente de los años 50 con ritmo de tango y estilo narrativo de Brassens», y de la misma cantó a Raquel en la inspiradísima 'Luces de Atocha', una oda rebosante de desamor a la misma Raquel del tango siguiente, 'Éramos tan jóvenes', ella de 20 y él de 37, joya en la que no nos cansamos de oír su presentación, con el deseo de «espero que disfrutéis con mi sufrimiento», ni versos como «y me sentía un George Clooney esperando a mi amor en el bar de la uni». Que ovación recibió, oigan.
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Además, presentó una canción nueva que había acabado de escribir ese mismo viernes, 'Incidente en Puerto Lápice', una ucronía absoluta donde aparecen don Quijote, Sancho, El Cid, La Celestina (con gabardina) y Jennifer Connelly («la melodía la he tomado de un disco de Bob Dylan, pero bueno, conociendo a Bob seguro que la copió de algún sitio», confesó Coppel). En 'Blues hablado sobre la propuesta de ley para soltar leones persas en las calles de Madrid' participó el periodista Iñaki López, fan y amigo de Coppel presente entre el público, y se acabó la fascinante cita con 'Íñigo Coppel viaja a la Edad Media (y el rock and roll salva su vida)', con esa coda rindiéndose a Chuck Berry.
Sorprendente Coppel… Ojalá nos volvamos a cruzar pronto. A más tardar, cuando Íñigo estrene el 9 de noviembre en la Nave 9 su disco doble grabado en vivo en El Cocodrilo, el bar madrileño de su amigo Johnny Burning.
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