Coppel con estética Elliott Murphy Óscar Esteban

Coppel creciéndose en su 47º cumpleaños

El cantautor romántico y sarcástico getxotarra llenó el Residence, actuó en trío con Garbayo y Dani Merino, y se lució en las baladas, desde la dedicada a Poli Díaz hasta las de desamor y existencialismo

Viernes, 5 de enero 2024, 16:55

Ayer jueves se llenaron los tres conciertos más interesantes organizados en Bilbao: en La Nube de Santutxu agotó el aforo en la venta anticipada el trío navideño y vizcaíno-berlinés The Rockabilly Pack; en el Kafe Antzokia los gerniqueses Audience llenaron sin apreturas todo el ... espacio en el estreno capitalino de su disco dylanita traducido al euskera; y en un Residence petadísimo hasta la incomodidad, el songwriter getxotarra hoy vecino madrileño Coppel, un personaje también muy dylanita, celebró su 47º cumpleaños («tengo la misma edad que Beethoven cuando tenía 47 años», se igualó) ofreciendo un concierto creciente en acústica, concentración e inspiración, y en cuyo principio comentó el artista: «Mucha gente se me ha quejado porque hoy tocamos todos a la misma hora, pero eso está bien, ¿no? Mejor esto que cuando no tocábamos nadie». Jo que sí.

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El caso es que llevábamos desde febrero de 2022 sin ver en concierto al bueno de Coppel. Dos años. ¿Por qué? Porque siempre coincidía algún otro bolo internacional a la misma hora. Esperemos que no coincida con ningún concierto de Springsteen o de Raphael cuando estrene oficialmente en Bilbao su disco 'El pueblo contra Íñigo Coppel', producido por José Nortes, mano derecha de Miguel Ríos y amigo del getxotarra. Será una presentación aún sin fecha y con banda al completo.

La mitad de este disco sonó en su concierto del jueves, de 19 canciones (cinco de bis, y de estas tres a solas acodado en la barra) en hora y tres cuartos (106 minutos). Ah, el ecuador del bolo cursó en trío con otros dos amigos suyos getxotarras: Garbayo y Daniel Merino a las guitarras y coros. Coppel fue a más, pues al principio estuvo nervioso, para calentar y entrar en situación tiró de vibrato, e incluso se le fue el santo al cielo en alguna letra, pero supo sobrellevarlo con profesionalidad y simpatía ante un público de su parte y bastante parlanchín, sobre todo por detrás del pub. Además, como dijo él, debería actualizar varios personajes de sus canciones, porque igual muchos ya ni se acuerdan de Sarkozy, Merkel o Al Gore, y Coppel lo sabe. Bueno, igual nos chocaron sus nombres por estar dos años sin verle…

Garbayo, Coppel y Dani Merino. Óscar Esteban

Con barba cana, gorra y armónica en el soporte del pecho, parecido al maestro Elliott Murphy, Coppel arrancó con 'Himno al rock and roll' (en el nuevo disco hay un 'Himno a los hombres' que no tocó en el Residence), picó en el R&B ('Laura', ¿antes esta no era más rocanrolera y menos ritmanblusera?), fusiló al Springsteen coral de la décima avenida ('Veronique', una de las novísimas), se aceleró como la Paul Butterfiel Blues Band ('Incidente en Puerto Lápice'), versionó con el trío en castellano el 'Werewolves of London' de Warren Zevon (auuuu…), rescató el tango original suyo de la diferencia de edad y la felicidad fugaz ('Éramos tan jóvenes'), y recordó la primera canción suya que sonó en la radio, «y la última», ironizó, que la pinchó el maestro Diego Manrique hace 20 años (el countrybilly paródico, claramente épico y dylanita 'Blues hablado del mayor fan de Bob Dylan del mundo').

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Pero lo mejor, lo más inspirado este jueves, fueron las baladas, caso de 'Canción para Daniel Hare', la más triste que tiene y la cual escogió sobre la marcha para contrarrestar el efecto de cuando el respetable le cantó el cumpleaños feliz, una canción que es una venganza despectiva contra el gremio cantautoril de Lavapiés, el mismo que le vio borracho y tirado en un portal pero solo le tendió la mano el mentado Daniel. También emocionaron la romántica pero de desamor 'Luces de Atocha', que dedicó a la espectadora Eva, la sentimental, navideña y personificada por el boxeador Poli Díaz 'En el último asalto', la apertura del bis con la tristura de 'Si algún día yo muriera', y dos de la terna que hizo en la barra, a pelo, o sea sin amplificación ni en la guitarra ni la voz, y rodeado por la gente, por fin silente: 'Sólo los camareros saben que hoy es mi cumpleaños' y, tras la de los piratas de Libertaria con el público alzando sus copas, el adiós con la levemente duduá la 'Balada de Íñigo Coppel'.

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