Coppel cinco meses después

Abrió la sesión hablando de sí mismo en 'El pueblo contra Íñigo Coppel' («gracias por venir a escuchar a este santo que a veces se cansa de luchar» reza la letra trágica y no creemos que victimista; al acabar la primera bromeó el cantautor rock: «cinco meses sin tocar, estoy agotado»), cerró también hablando de sí mismo pegado a la barra en 'La balada de Íñigo Coppel' (con gorgoritos duduá onda The Belmonts y letra intimista con cachos a lo Pablo Carbonell existencial), y en el medio se inspiró en sus exnovias (enlazó dos sobre la famosa Raquel: la springsteeniana y derrotada 'Luces de Atocha' y el tango en esta ocasión sarcástico 'Éramos tan jóvenes', que le iría como anillo al dedo al torero Ponce por lo de su nuevo amor de 21 años), en sus ídolos ('Canción para Woody Allen', la cima de la cita, «'desdedicada' a Mia Farrow» y entonada con sentimental vibrato vocal) y, claro, coló más sobre sí mismo ('Sólo los camareros saben que es mi cumpleaños', la otra que cantó pegado a la barra, cuando confesó en la introducción: «no sé vosotros, pero yo hace años que los celebro solo, apago el móvil y me paso por ahí todo el día»).

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Y entre algún tango extra ('Tango del amante traicionado'), canciones coreadas por el público atento con el que interactuó el bueno de Coppel (el vals vaquero 'Canción protesta contra los que odian a Paul McCartney', el prolijo rock and roll 'Incidente en Puerto Lápice', el exigido y extenso cantar de gesta 'Íñigo Coppel viaja a la edad media (y el rock and roll salva su vida)'), un par de marasmos melancólicos interpretados en estado de gracia ('Si algún día yo muriera, Dios no lo quiera' y 'El último asalto', éste escrito para el boxeador Poli Díaz, el tema favorito de Azpiazu, ausente por fuerza mayor en una mañana soleada y playera en la que echamos de menos en el Residence a fans coppelianos como Jaime Hustle el flamenco Palazón, El Dandy, el melómano Iñaki Gallardo, Bego, la fotógrafa Nuria GD…), algunos títulos interrumpidos porque no se acordaba de la letra (no lleva atril, no lo olviden) y un dueto improvisado ('A mi aire', un soft rock mano a mano con su amigo Dani Merino), Coppel estrenó bastantes canciones que entrarán en su próximo disco, que grabará con banda.

Entre estas destacaron dos por salirse de la fórmula que le caracteriza. Una fue la trágica y teatralizada 'Irena Sadler', inspirada en 'El Ángel de Varsovia', una dama que durante la II Guerra Mundial extrajo del ghetto a 2.000 niños judíos y que Coppel compuso poniéndose en la piel de un soldado nazi. Y la otra fue la poca incisiva 'Himno a los hombres', una pieza suavita y reflexiva que escribió «contra esa gente que opina que todos los hombres de la historia somos una basura», la cual tocó por segunda vez en público (la primera vez lo hizo en una asociación feminista de Lavapiés, «donde había unas 20 personas y la verdad es que algunas aplaudieron»).

En verano Coppel estará por aquí y ya tiene más bolos apalabrados que se resolverán según evolucione la pandemia. Repetiremos si podemos, por supuesto.