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La chelista Danielle Akta tiene 20 años y nació en R'anana, al sur de la llanura de Sharon, en el centro de Israel. Es ... la ciudad más segura de Oriente Medio y tiene el nivel de educación más elevado de todo el país. Sus padres tocan la trompeta y completaron su formación en el Conservatorio de París. Él se encuentra al frente del departamento de instrumentos de viento metal en el Conservatorio de Música de R'anana, que abarca todo tipo de géneros y cuenta con más de 1.800 alumnos. Su madre está volcada en el cuidado de la pequeña de la familia, Ariel, que nació con necesidades especiales y se encuentra enferma.
«De toda la gente que conozco, y mira que he viajado mucho, mi madre es la que más admiro. Hay en ella mucha fuerza y dedicación. En todo lo que ha hecho en su vida, se ha dejado el alma. En el mundo hay algo de dignidad gracias a personas como ella», reflexiona en conversación telefónica desde R'anana la joven chelista que hoy participa en Musika Música. Arropada por la Orquesta de Cámara de Israel, interpretará un par de variaciones de Chaikovski, 'Andante cantabile' y 'Pezzo capriccioso', bajo la dirección de Ariel Zuckermann.
El concierto, que empieza a las 13. 15 horas, se completa con 'Cinco danzas griegas', de Skalkottas, y 'Cinco danzas georgianas', de Tsintsadze. Es un cóctel dinámico, con un rango expresivo muy amplio y margen para las sorpresas. «Me parece una buena carta de presentación de la Orquesta de Cámara de Israel. Ojalá guste en Bilbao. Yo no he estado nunca y tengo muchas ganas de ir». Uno de los alicientes más importantes de la visita, reconoce con entusiasmo, es la gastronomía. Disfruta de la comida y no duda en considerarla «una expresión cultural muy valiosa». Y lo dice con conocimiento de causa porque ella no sigue las reglas judías kosher en la alimentación. No se pone límites por razones religiosas a la hora de comer. Es una judía progresista que puede comer marisco y todo tipo de carne. También hamburguesas con queso, algo prohibidísimo según la interpretación más rígida de la Torá y el Talmud. «Mi madre sí que respeta las reglas kosher, pero yo no». Una disparidad de criterio que no supone ningún cataclismo familiar.
La chelista israelí lleva desde los 13 años radicada en Berlín y allí se siente como en casa. «Es una ciudad efervescente, un microcosmos diferente al resto de Alemania. Hay gente de todas partes, una oferta cultural increíble y cada día aprendes algo». Como niña prodigio terminó muy pronto sus estudios en el Conservatorio de Música de R'anana y no tardó en recorrer mundo para recibir masterclasses de profesionales de la talla de Evangeline Benedetti, la primera mujer chelista en tocar en la Filarmónica de Nueva York; y Raphaël Pidoux, miembro del Trío Wanderer.
«Este es un trabajo inestable pero tiene un montón de posibilidades. Además de la colaboración con las orquestas, hay muchos formatos de música de cámara, ya sean dúos, tríos, cuartetos... ¡Me encanta!». Hasta ahora ha tenido ocasión de actuar en auditorios como el Carnegie Hall de Nueva York; el Barbican de Londres; el Palacio de Bellas Artes de México; el Teatro Colón de Buenos Aires; la Sala Sao Paulo en Brasil... Ha compartido escenario con agrupaciones de mucho nivel, pero no esconde su debilidad por la Orquesta de Cámara de los Virtuosos de Moscú y su director, Vladímir Spivakov, «al que considero un segundo padre por lo mucho que me ha enseñado de la vida y la música».
Ahora está ampliando su currículum bajo la tutela de Frans Helmerson, en la Academia Barenboim-Said en Berlín. Es un centro de élite donde ha coincidido con el joven compositor catalán Guillem Palomar. «Somos muy amigos y le debo mucho. Los niños prodigios tienden a centrarse en la técnica para deslumbrar a los adultos. Yo era así. Te olvidas de lo más importante, el mensaje de la música. ¿Qué quieres contar? Eso es fundamental. Hay algo detrás que debes entender y transmitir. Nosotros también contamos historias. A mí se me había olvidado». Inquieta y abierta a todo tipo de estilos, tiene un especial interés en la música contemporánea: «Yo creo que todos deberíamos apoyar a los compositores del presente. Es lo justo. Tenemos que ser hijos de nuestro tiempo».
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