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Josu Olarte
Domingo, 25 de junio 2023, 00:40
Se elevó la temperatura ambiental y emocional en la jornada final del BBK Bilbao Music Legends Fest, que agotó el cupo de 4.500 entradas a la venta. Funcionó el reclamo generacional de la dupla estelar formada por Mike Scott como impulsor dominante de los ... escoceses The Waterboys y el estilizado rocker americano Chris Issak, dos músicos coetáneos y de largo recorrido que, con planteamientos divergentes -cambiante en propuesta y músicos el primero, fiel en escuderos y enfoque revivalista el segundo- han sabido perpetuarse en sus respectivas ligas con solvencia y coherencia musical y escénica.
Causaron baja de última hora Canned Heat por problemas de logística. El batería fundador y único miembro original Fito de la Parra perdió el avión y el festival se quedó sin su ración de hippismo blueseroscaliforniano. A cambio hubo set extra vespertino en el mejorado escenario-bar exterior del versátil guitarrista y cantante ligado a Nueva Orleans y radicado ahora en Calatayud Luke Winslow-King, que hizo doblete y encandiló en duelo guitarrístico acústico eléctrico con el guitarrista toscano Roberto Luti, empleando el blues canónico con improvisaciones ligadas al sur tradicional.
Lorelei Green, el proyecto autoral, más filo indie que folkie de la cantautora bilbaína Leire Aparicio, amenizó en el exterior hasta la nueva cita con The Waterboys que, cuatro años después, regresaban encantados a Bilbao, aunque a priori lastrados por la baja del veterano violinista Steve Wickham, que se bajó del barco poco antes de la pandemia. Así que algo de la esencia tradicional ligada al lírico folk rock que en los 80 dio fama al grupo británico se había quedado por el camino. Mutando en quinteto con dos teclistas, los Waterboys desatan ahora otro tipo de 'big music', una tormenta eléctrica, creciente y lisérgica con el teclista de Memphis Brother Paul supliendo las partes del violinista con gran protagonismo instrumental, exhibiendo incluso maneras de guitarrista heavy con un keytar en las versiones extendidas de los temas.
Con un guiño a los ausentes Canned Heat en su arranque, rescatando su clásico Let's Work Together, Mike Scott tuteló un estupendo set de poco más de un hora en el que arrancó rockeando de lo lindo. 'Glastonbury Song' marcó una primera mirada a su pasado ochentero que, con sonido diáfano y contundente, continuó con su primer sencillo 'Girl called Johnny'. 'This is The Sea', de su emblemático disco homónimo, marcó un emocional remanso acústico que dio paso a una imbatible saga de clásicos rematados con duelos de órgano y piano.
La siempre emotiva 'Fisherman's blues', con algo de groove vaquero, un 'The Whole of the Moon' sincopado y un 'The Pan Within' redondeado con el 'Because the Night' de Patti Smith marcaron un hito nostálgico que remató con épica tecladista un 'Medicine Bow' muy stoniano y la reciente balada soul 'My Time in Earth' como despedida final con guiños al Get Back de los Beatles y la sensación de haber culminado para bien su enésima reconversión.
Isaak, pulcro e intachable
Como un Dorian Grey de rock vintage, con sus más que bien llevados casi 67 años (los cumple mañana), Chris Isaak regresaba a Bilbao con en buen recuerdo que dejaron sus pasos por el Azkena rock vitoriano en 2010 y 2017. Sin llegar a la misma altura, que entonces, ofreció un show pulcro e intachable, justificando su estatus de cinemático dandy del rock and roll con alma campestre, melancólica, clasicista y fronteriza que defiende con aplomo y versatilidad escénica. En su vena crooneresca y tirando de bromas, su directo tuvo también momentos algo hoteleros; no de carretera solitaria como evocó en su primer éxito 'Blue Hotel' que fue uno de los momentazos del concierto, sino más bien de casino de Las Vegas por los trajes con pedrería y espejos que lució, como de vaquero de bodorrio.
En todo caso se lució Chris arrancando con 'American Boy'. Devino en baladista paseando entre la gente en 'Somebody's Crying' y 'Waiting'. Se acordó de la gente de DalecandELA y rocanroleó como guitarrista de voz con falsete cristalino en 'I Want your Love' antes de elevar la temperatura con su enfermizo y celebrado hit peliculero 'Wicked Game'.
Flirteo con el rhythm & blues ('Speak the Devil') y evocó a sus idolatrados Roy Orbison y Elvis Presley en 'Pretty Woman', 'Only the Lonely', 'Can't Help Falling in Love' y 'Forever Blue'. Rrecordando los 38 años que lleva con su solvente banda de colegas algo puretas volvió a evocar el celuloide con su coreadísimo primer hit 'Blue Hotel' y devino campestre y nostálgico en ' San Francisco Days' (transformada en 'Basque Country Days0)
Tras derivar al blues canónico con 'Big Wide Wonderful World' encaró la recta final con un medley hookerriano con 'Baby did a bad bad thing/Bye Bye Baby' (con chicas en escena), tuvo su cima musical con la balada de doo wop soul 'Can't do a Thing' y culmino festivo y fronterizo cantando con su orondo baterista la ranchera ligada a Flaco Jiménez 'La tumba será el final'. Puede que no para un Chris Isaak capaz de conjurar el paso del tiempo en lo físico y lo musical.
Puso el el broche a la velada Nikki Lane defendiendo su empoderado country rock deudor de Loretta Lynn con el respaldo de acreditados músicos clasicistas como Germán Salto, Pere Mallén o el bajista getxotarra Jokin Salaverria. Con Miribilla convertido en atípico 'honky tonk' concluyó la sexta edición edición (segunda en el Bilbao Arena) de un festival en sintonía con un nicho de público maduro y melómano que quiere disfrutar del rock y géneros afines con cercanía y comodidad.
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