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Trajeado como un vendedor de seguros en los 70. JM Bonilla

Charley Crockett a corazón abierto

Fito Fitipaldi atendió desde la primera fila del Antxiki al atildado vaquero mestizo, un descendiente de Davy Crockett que repasó música tan americana como el tex-mex, el honky tonk y canciones de los pioneros

Jueves, 12 de septiembre 2019, 13:52

El miércoles quiso la casualidad que coincidieran a la misma hora dos conciertos de country en Bilbao y debimos elegir entre el de La Nube, con los cuatro forajidos barbados, eléctricos y melódicos de Matt Woods & The Natural Disasters, y el del Antxiki, la sala ... superior del Kafe Antzokia, donde en quinteto ofició el mestizo Charley Crockett, un tejano descendiente del legendario Davy Crockett y que lideró un encuentro que pudo ser tomado como tres conciertos distintos: el primero de country campero y fronterizo, el del medio de peregrinos que viajan en caravana con sus carromatos, y el tercero de soul urbanita muy suavito. Elegimos éste, igual que el famoso Fito Fitipaldi, que atento desde la primera fila siguió una velada de 30 canciones en 92 minutos, ahí es nada. Hubo el doble de público en el Antxiki que en La Nube, eso que en el bar de Santutxu la entrada era mucho más barata.

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En quinteto y con la bandera tejana sobre el órgano, Charley Crockett, hijo de madre soltera cantante de blues en Dallas, músico callejero en Nueva York y superviviente en enero de una operación cardíaca a vida o muerte, apareció vestido como un pincel: botas y lazos vaqueros, hebilla con sus iniciales CC, sombrero y traje marrón. Así de elegante, con pinta de personaje de los hermanos Coen, con sencillez, decisión y bastante melancolía el mestizo Crockett (sangre africana, criolla, judía y europea corre por sus venas) transitó por no pocos estilos puramente americanos.

En la primera parte, de 13 canciones premiadas con ovaciones y hasta gritos tipo 'yiiii-ja', con Charley a la guitarra acústica (el hachasolista punteaba una Fender Telecaster, como manda la ley del country), el quinteto repasó el country de honky tonk de maestros como Buck Owens ('Excuse me') o coetáneos como Big Sandy ('Look what you've done to me'), hundió sus botas en la frontera tex-mex en plan los Hacienda Brothers (a menudo el organista tocaba una trikitixa Hohner, otras veces soleaba con la trompeta), facturó soft rock tristón vía Charlie Rich, coló alguna versión reconocible ('The race is on' de George Jones, 'That's How I Got to Memphis' de Tom T. Hall), elaboró soul ora cajun ('I am not afraid') ora a lo Sam Cooke ('Jamestown Ferry'; «qué bonita», dijo la novia de Raúl El Guapo cuando acabó), y adelantó el título de su próximo álbum, 'The Valley', con su pianola honky tonk, que saldrá el 20 de este septiembre, que está inspirado por la operación a corazón abierto y que se refiere al Cielo, al Heaven, al más allá.

En la segunda parte, cantando como los pioneros. JM Bonilla

Fidelidad a sus ancestros

Entonces el baterista hizo mutis y dejó a los otros cuatro americanos de pie en escena: contrabajo, guitarra, acordeón más el líder esta vez banjo. Y alrededor de un único micrófono central nos sorprendieron con el segundo concierto, como si fueran pioneros cantando de noche en el campamento junto a una hoguera. Así hicieron cuatro canciones según el setlist: 'Banjo pickin' man', 'Around this world', el vals tex-mex 'Crowd' y la acompañada por palmas espontáneas 'Single girl', quizá la cima de la cita. Muy autentico todo. Y ahora el que se quedó solo fue Charley Crockett y con fidelidad a sus ancestros cantó con la acústica dos temas más, entre ellos la versión de Ramblin' Jack Elliott 'Diamond Joe' («Diamante José», la tradujo).

Hizo mutis el jefe trajeado, sus escuderos cubrieron el ínterin con un instrumental tipo MGs, y cuando reapareció Charley se colgó una guitarra Dan Electro eléctrica y en quinteto sonaron nueve piezas levemente más rudas, rocanroleando entre los Blasters y Elvis ('Cry for me baby'), sin miedo a arrimarse al soul urbanita setentero entre el negro de Chicago Fenton Robinson ('Travellin blues') y el blanco de Memphis John Paul Keith ('Baby let's rock'; a JPK también recordó en la primera parte campera), pasando de la rumba ('Lil' girls name') al ritmo de Jimmy Reed ('I ain´t never'), y dejando tan buen sabor de boca que la gente pidió con denuedo un bis extra que a solas concedió el jefe antes de ponerse a atender el puesto de merchandising, vendiendo muchos LPs y posando con su traje con unos espectadores encantados.

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