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Hoy no vamos a contar que también las fiestas de Zaragoza son mejores que las de Bilbao, porque duran más días (¡diez!, del viernes 5 al domingo 13 de octubre), hay más ambiente festivo (las charangas y las peñas con sus indumentarias distinguibles por las ... calles, las paisanas con sus trajes regionales mantones incluidos y los paisanos con sus fajas), no se perciben exclusiones políticas o sectarias (son más inclusivas), se ven y se huelen más limpias, están a tope de gente (muchos turistas infiltrados por la basílica de El Pilar y más allá) y hay varias zonas de celebración separadas entre sí, aunque a veces se puede llegar a ellas dando un paseo.
Repasamos el mapa: hay ambiente en la Plaza del Pilar con sus conciertos de mañana y tarde, de entrada libre (dicen que 43.000 almas hubo el viernes ante el cartel de Los 40, que vimos entero), en el parque San Pablo con sus Foodtrucks (puestos de comida, mesas corridas como en Alemania, varios bolos diarios gratis...), en las otras dos ubicaciones de conciertos con entrada libre (el Parque Labordeta y La Estación del Norte), en la plaza de toros de La Misericordia (tres cuartos de entrada suele haber en las corridas, y vaya broncas se montan), en los teatros (el musical 'Chicago', el imitador de Michael Jackson), y donde los bolos de pago, con asistencias milenarias (Espacio City, una carpa aforada en 20.000 almas, y el Pabellón Príncipe Felipe, con 8.500...) o centenarias (las salas de conciertos, que no paran su actividad en estas fechas).
Hay mucha oferta melómana, aunque está desperdigada y se suelen solapar los conciertos. En ocho días, de sábado a sábado, pudimos ver sin rascarnos el bolsillo hasta 47 actuaciones: una quincena de agrupaciones folklóricas regionales en propuestas matinales y nocturnas, el decálogo de Los 40 que obligó a cerrar los accesos del Pilar (cuarta vez que vemos a Álvaro de Luna, y además catamos con muchos pregrabados o playbacks a Beret, a Abraham Mateo, a la ganadora de OT 24 Ainara, que es de Zaragoza, etc.), la sesión dance de Los 40 que congregó a 30.000 fans y curiosos, los grandes conciertos de Hevia, Sidecars...
No fuimos a ninguno de pago, aunque en prensa local nos enteramos de que Ara Malikian metió el domingo pasado a 5.000 almas en el Príncipe Felipe (en diciembre viene al Euskalduna), el mismo pabellón donde el viernes 11, Estopa actuaron ante 8500 incondicionales, con el aforo agotado y vendido en unas horas. Y en la carpa del Espacio City, informa la prensa que La Oreja de Van Gogh suscitaron el interés de 16.000 espectadores a 30 euros la entrada (su telonera, la getxotarra Paula Mattheus, empezó ante 4.000 y acabó con 8.000), que Manuel Turizo llegó a los 20.000, y que Arde Bogotá y Viva Suecia agotaron también en la anticipada los 20.000 tickets.
O sea, el viernes hubo 20.000 personas en el Espacio City, 8.500 en el Príncipe Felipe, ambas citas de pago (y con el papel agotado en la anticipada), más 43.000 gratis en el Pilar. ¿Más de 70.000 personas en conciertos, con al menos 30.000 de pago, contando las salas, en una de las cuales se presentaron China Crisis ese mismo día? Algo impensable en Bilbao, ¿verdad?
En el programa oficial de fiestas del Pilar, en el de papel y en el digital repicado por numerosos medios, se anunciaba el concierto que los baracaldeses El Capitán Elefante daban en la sala Creedence este sábado, día grande, día del Pilar, día de la Hispanidad y de la ofrenda floral. En el mismo local estuvimos el martes, disfrutando del visceral cantautor americano Christopher Paul Stelling, quien la víspera actuó en el Colegio de la Abogacía de Bilbao. Viendo el escenario de la sala, nos preguntamos: ¿cabrán ahí los elefantinos, que llegaron a Zaragoza el viernes por la tarde, en previsión del jaleo del sábado?
Sí, cupieron perfectamente, hasta con sus adornos de letras luminosas. Y en lo que fue su segundo bolo en la sala Creedence y a ojo el sexto o séptimo que han dado en Zaragoza (la segunda ciudad que más visitan fuera de Bizkaia, tras Madrid), en 76 minutos, o sea en hora y 16, tocaron 16 canciones de pop rock sostenido por una eficaz base rítmica (batería rotunda y bajo natural, fluido y movedor) y armado con las dos guitarras de los hermanos Marcos, una Fender Jazzmaster para Jaime y la Gibson de caja para el líder Javier.
Los cuatro realzando la estética con su indumentaria rojinegra (chaquetas, chalecos...), apostando por lo positivo aunque sus buenas letras parecen arrastrar un cinismo incluso amenazador ('Bukowski', 'Harry cabeza de perro', 'El planeta de los precipicios'...), batiéndose el cobre con pop rock de ley (pop por el dominio melódico, rock por ser canciones rudas y para adultos), los baracaldeses sonaron modernos como los Strokes (los riffs, lo sinuoso, lo reptante, títulos tipo 'Xanadú', 'Negativo'...) y empujaron al baile sin perder la electricidad ni la actitud, con el lubricante funk de los Tequila del 'Quiero besarte': 'Dancingcidio', 'Joder qué pesados', o 'Interferencias', cuyo texto echa mano de muchos títulos y partes de otras canciones instaladas en el subconsciente de todos (y que Javier Marcos canta sin usar chuleta ni liarse).
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