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Y cuando todos pensábamos en Abba como una gloria del pasado reciente, semejante a las hechizantes primeras cajoneras de Ikea, llega ahora el confinamiento forzoso y los sitúa en primera línea de combate. ¿Quién no tiene un disco, una grabación, un enlace del fabuloso ... cuarteto del que echar mano en estos tiempos de incertidumbre donde la música, se ve en los balcones, se ha convertido en una de las trincheras decisivas frente a la amenaza del coronavirus?
Si por algún lado hubiera que comenzar un listado sobre aquellas canciones más energizantes que un smoohtie de brócoli, pomelo y propoleo, la respuesta está en Abba. En 'Dancing Queen'. En 'Waterloo'. Incluso en 'Chiquitita', un baladón que las armonías de Benny y Björn y las voces de Frida y Agnetha transforman en un luminoso amanecer. Consejo: consuman a Abba nada más levantarse en estas jornadas precarias o ante episodios de desánimo derivados del aislamiento.
Porque con ellos la luz vuelve de forma tan intensa como con el hit que una inmensa mayoría de críticos coloca al frente de las canciones más optimistas de la cultura contemporánea: 'Viva la Vida', de Coldplay. Pura jalea real (este reportaje es para todos los públicos, no entremos en químicos, algunos seguro que complicados de encontrar en una cuarentena vigilada por la Policía). Es la paráfrasis del sinfonismo hedonista. Ibiza en versión rock. Conviene escucharla en directo, preferiblemente en la grabación del concierto de Sao Paulo, con toda su grandilocuencia sónica y los gritos de fondo, al igual que otras joyas de los británicos como 'Bittersweet Symphony' o 'Cry Cry Cry'. Prueben a encadenarlas con 'Bohemian Rhapsody' de Queen y encontrarán la definición de fortaleza, de que todos, unidos, somos más fuertes que el Covid-19. Y luego conviertan el poder en placer con 'I'm Gonna Be', de The Proclaimers.
La supervivencia a las cuatro paredes de casa tiene un fuerte aliado en la música. Aparte de los sentimientos, una buena melodía despierta reacciones químicas en el organismo y toca a la puerta de la psique: toc, toc, día décimo de aislamiento, quítate el pijama antes de que se te funda con la piel y escucha a Ethan Bortnick, Gloria Gaynor y Arturo Sandoval interpretando 'I Will Survive'. Las reglas son básicas: escucha aquello que te ensanche el alma, persigue la electricidad de las canciones y evita a todo artista indie que parezca estar siendo sacrificado en un altar maya mientras actúa. Si un cantante puede deprimir hasta a los muñequitos de la tarta de boda, en una cuarentena no sales de la cama.
Menos mal que siempre quedan Bruce, nuestro Bruce, y las BOS. Las bandas sonoras en tiempos del cólera son como los superhéroes, como los trabajadores de la UCI y de las ambulancias, los comerciantes que abren, se tragan la angustia y aún sonríen, los vigilantes que protegen las empresas casi vacías, las fuerzas de seguridad y los periodistas que siguen ahí fuera: han venido para salvarnos. Lo supo Hans Zimmer cuando compuso 'Spirit', la fórmula acústica para levantarse cuando te derriban en el suelo (bien la original con Bryan Adams o el chute orquestal de 'The World of Hans Zimmer'). O Ennio Morricone con 'The Ectasy of Gold', que Metallica convirtió en un prólogo glorioso de sus conciertos.
Porque los aislamientos forzosos se hicieron para los prácticantes del 'air guitar'. Y si no se lo creen es que no vivieron aquellos años en que descubrimos 'Highway Star' de Deep Purple, la claptoniana 'Layla', el 'Preludio Número 4' de Chopin en manos de Jimmy Page, 'Sweet Child O Mine', de Guns n' Roses o 'Sultan of Swing' de Dire Straits. ¿Dónde estabas entonces, nene? ¿Nadie te avisó de que el futuro es incierto?
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