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óscar cubillo
Domingo, 8 de julio 2018, 12:51
Antes de empezar dejemos claro que fue un muy buen concierto el del sábado bajo la carpa del Bioitz Alai, cuyo aforo se agotó con antelación, o sea que acudieron más de mil personas para ver al pianista de fusión flamenca Chano Domínguez (Cádiz, 1960) en el cuarto concierto estelar del 42º Festival Internacional de Getxo. Pero, para nuestro gran chasco, no vino el anunciado bailaor surrealista Tomasito, capaz de robarle el protagonismo a cualquiera con sus intervenciones heterodoxas. Además, el piano de Chano sonó demasiado alto (sobre todo en los agudos, estridentes) y al ronco cantaor Blas Córdoba no se le entendió nunca en un concierto ondulante, con sube y bajas, más una miajita de relleno (aunque, vaya, esto dependerá de la subjetividad y preferencias de cada cual, porque por ejemplo los solos del contrabajista navarro Javier Colina atesoraron todos mérito e interés).
Chano ofició en sexteto (sin Tomasito, grrrrr), con los tres flamencos de apoyo más elegantes en la indumentaria, para no variar en la estética del jazz español: los gitanos Blas Córdoba (cante) y Piraña (percusión), más el payo Daniel Navarro (baile). Con el baterista uruguayo Guillermo McGill completando el combo bautizado Calle 54 Sextet, Chano lideró un concierto con el que deseó recuperar el ambiente de su participación en la película de Fernando Trueba 'Calle 54', esa luminosa reivindicación documental del jazz latino en la que también aparecen Michel Camilo, Tito Puente, Chucho Valdés, etc. Antes de empezar, Chano avisó que esta banda no se había visto desde 2003 (excepto el bailaor sustituto, todos aparecen en la película de Trueba), pero que les había dado tiempo de ensayar un poco. ¡Al menos no se apoyaron en atriles con partituras!
Fue un buen concierto de 88 minutos para 8 piezas, oscilante entre la introspección pianista y peliculera al modo del habanero José María Vitier (la inaugural 'Alegría callada', premiada con olés) y la expansión de la conga latina ('Freddy Freeloader', versión de Miles Davis, con la primea intervención bailaora y las palmas flamencas por aires latinos), desde los sonidos indianos de ida y vuelta ('Vámonos pa Cai') hasta el cante melancólico pero ininteligible ('Blue In Green', la segunda adaptación de Miles) y a la introspección pianista solista ('Alma de mujer', cuando se quedó a solas Chano y muchos evocamos a Chucho Valdés).
Para la terna postrera se apostó por una alegría rítmica que siguió levantando cálidas ovaciones cada vez más atronadoras: 'Mr. C.I.', agraciado con un prólogo contrabajista de Colina que empezó a lo Charlie Haden y derivó hacia africanismos vivaces, se alargó un tanto (aquí entra el mentado subjetivismo y también subliminal relleno, que pudo estar propiciado por la improvisación jazzística y la interacción que siente el artista para con su público, entregado el del sábado en Getxo); la participación por fin de la pieza peliculera de 'Calle 54', un 'Oye cómo viene' con Blas Córdoba cantando camaroniano y el ortodoxo Daniel Navarro bailando a lo Rafael Amargo cuando era bueno (ese zapateado realzado por la microfonía, esos giros al son del piano…); y, a modo de despedida, tras la petición del gentío de 'beste bat' (hum… se le quedó cara rara al andaluz Chano y parece que el navarro Javier Colina se lo tradujo y le aclaró que la gente quería otra), el bis fue la 'Rumba pa Jerry' (González), que empezó pletórica y latina aunque se alargó un tanto también.
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