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Lleno hasta arriba el Palacio Euskalduna este domingo para ver a Café Quijano (León, 1997: o sea hace 28 años, como repitió el líder de ... los tres hermanos, el resultón Manolo, aunque tres años estuvieron disueltos) en la gira de su último álbum, 'Miami 1990' (Warner, febrero 2025), que tiene diez canciones y cinco de las mejores sonaron en su concierto de 25 canciones (no faltaron las nueve más oídas suyas en Spotify) en 144 minutos, casi dos horas y media de show a un volumen altísimo, inusual en los boleros del arranque, aunque a Dios gracias el sonido no rebotó. Y siguió tan alto en la parte más eléctrica del repertorio que no se entendían las letras abajo, en la fila 6, aunque Ania lo disfrutó desde arriba y sentenció: «En el palco 12 lo oí muy bien y muy potente. Me quedé sorprendida en los primeros acordes, porque sonase tan alto». Ya, para que los de arriba lo oyeran.
Los hermanos Quijano, o sea el autócrata Manuel o Manolo (58 años, voz, guitarra eléctrica, requinto y ukelele, el resultón, que no guapo, como dircursó una vez que le piropearon), el simpático y risueño Óscar (56 años, coros, contrabajo y bajo eléctrico) y el benjamín Raúl (53 años, coros, guitarra eléctrica y tres cubano; por cierto, el pícaro Manolo dijo de pasada que se llevan dos años y que él es el más joven de los tres, provocando risas de los quijanólogos más avezados), usaron tres indumentarias (todas elegantísimas, desde las pajaritas boleristas hasta los tres cuartos del bis, pasando por los trajes blancos del extenso ecuador) y tocaron empastados en el seno de un deceto configurado por ellos tres, dos percusiones, tres vientos, un teclista y otro guitarrista con protagonismo en los punteos.
La cita comenzó con boleros en quinteto, y la alineación creció hasta el citado deceto. Cantaron 8 boleros en 40 minutos, no los más dramáticos, como avisaron. Explicó el pícaro resultón que los boleros son buenos para espantar el disgusto del mal de amores, y planteó la fórmula de 'un desamor, un bolero', y que ya llevan tres discos de boleros y tienen algunos más pendientes. Alegaron que no son los protagonistas de sus canciones (como mucho de dos entre ciento y pico temas), y que no son unos golfos empedernidos, sino unos románticos que creen en el amor eterno, «el que te lleva de la mano de viejitos».
Y pare demostrarlo, esos ocho primero temas, con Manuel luciéndose en los solos de requinto, los tres hermanos cantando con gusto la primera y las segundas voces (algo surferas en 'Me dejaste solo'), mimando música para bailar pegados ('Qué será de mí'), y alcanzando cotas de emotividad, empero el elevado volumen, en la inaugural 'No, no soy yo' (con buen papel de su trompetista cubano durante más de veinte años, Fernando Hurtado) y en dos más con fuerte componente pop, no sólo en los estribillos: 'Cuatro palabras, nada más' y 'Me enamoras con todo'.
En la novena cambiaron de indumentaria mientras la banda hacía tiempo con distintos solos, y la velada siguió más movida o animada (los boleros parece ser que no eran lo que se esperaban los espectadores que nos rodeaban), llegando a pisar terrenos del rock: 'Sería mejor callarse' (de la novedad), el rock 007 'Tequila', o 'Dame de esa boca', con uno de sus logrados estribillos, casi trabalenguas, o con aliteraciones y a veces con aforismos.
El volumen era cada vez más alto, saturado (por ejemplo en 'La primera noche', del nuevo disco), Manuel se refirió a su influyente Joaquín Sabina antes de cantar el tema que hicieron a dúo, el felliniano 'No tienes corazón' (antes habían citado a Calamaro en el bolero 'No me reproches', y después nombrarían al durangués Gaby Shinova, presente en el auditorio, y con quien han grabado una canción aún inédita), insistieron en la defensa del romanticismo antes de interpretar 'Sólo te puedo decir' (un tema muy calamariano), al rock de Fito resonó 'Sabes qué te digo', Manolo cogió el ukelele en 'Manhattan' (una juerga de la que sí fueron protagonistas), el vigésimo tema fue 'Perdóname' y justo ahí pidieron al público que se pusiera en pie («demasiado tiempo sentados, no puede ser», animó Manolo, antes de que alguno de los hermanos pidiera ondear los brazos a los más de 2000 parroquianos), y se despidieron en falso con la pieza número 21, la desde el principio solicitada 'La Lola'.
Pero quedaba el bis, y fue una fiesta con la gente en pie durante 23 minutos para cuatro temas, tres de ellos hits inoxidables, con sus estribillos enredándose en las lenguas y los recuerdos de sus fans: el novedoso 'Miami 1990' sonó a rock gamberro (en octubre de ese año ellos viajaron a Miami para conocer de primera mano la ciudad donde se rodó la serie 'Corrupción en Miami'), y febriles brotaron los conocidos 'Desde Brasil', 'Nada de na' y 'La taberna del buda', que cuando la acabaron los tres hermanos se tiraron un buen rato saludando, más que el torero Ponce en la temporada de su despedida.
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