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Josu Olarte
Sábado, 16 de noviembre 2024, 07:41
La de anoche en el Bizkaia Arena fue una velada de máximo disfrute transversal y celebración con inevitable sensación de déjà vu. La impresión del ... espectáculo ya disfrutado antes estaba en este caso muy acentuada por motivos recurrentes; el BEC celebraba el último evento de su vigésimo aniversario con el artista que lo abrió a las grandes giras. Además, en su regreso, Bryan Adams casi volvió a calcar el cancionero y el enfoque de sus tres visitas previas (la última hace 5 años) pero superando de largo sus propios registros al llenarlo con más de 15.000 almas. «¿Es mi mayor concierto en Bilbao?, ha venido gente de todo el mundo: de San Sebastián, de Alemania, Francia, Portugal...», llegó a decir provocando las risas de la afición local.
El de Ontario (Canadá) personifica a sus 65 recién cumplidos un Dorian Gray del rock maduro. Tanto en el espíritu juvenil de sus canciones como, sobre todo, en su físico aún enjuto, o en la buena forma de su garganta correosa, la cosa parece obsesionarle más allá de lo razonable. Al punto de imponer a los fotógrafos condiciones leoninas, anti periodísticas (e impropias de un profesional del ramo tan acreditado como Byan). Entre ellas, prohibir sacarle primeros planos, someter sus instantáneas a aprobación previa de su equipo o impedir su distribución en más de un medio.
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Adams es el paradigma del artista que da a la gente lo que quiere o lo que espera de él, por mucho que ellos le condenen a repetirse sin cesar. Bryan exhibe antes de sus conciertos un código QR para, a la manera de Springsteen, improvisar peticiones de su maduro fandom. Pero lo cierto es que esas elecciones apenas trascienden y encadena lustros sin apenas alterar el guion de sus giras, que cambian tan poco como su música. Escenario desnudo, gran pantalla de vídeo y repertorio inalterable en cada tour y siempre basado en sus hits de registro rockero y romántico peliculero, con alguna versión y perfecta conjunción con su cuarteto básico con el que lleva centenares de shows; con especial protagonismo para su guitarra y amigo desde la adolescencia Keith Scott y su baterista desde los mitad de los 80 Pat Steward.
Ya le había comentado que fui a un concierto de…
— Jesus (@Heavy_Ti) November 15, 2024
Bryan Adams-Please forgive me 🕺 pic.twitter.com/vBsR6XapoX
Con pantalón y camiseta blanca en contraste con su banda enlutada, su extenso set se ajustó durante dos horas y una treintena de temas al ideario rock de estadio y de FM serie oro. Una noción del género con buenas dosis de electricidad guitarrera, pero edulcorada con melodía y remansos románticos que sintoniza por razones generaciones y sentimentales con su fiel y madura hinchada. Cerrando aún más el círculo retroactivo, Adams anda celebrando en la larga gira global que mantiene desde la pospandemia el 40 aniversario de su álbum de consagración comercial 'Reckless', el cuarto de su cosecha que interpretó casi al completo, y que junto a otros rescates de su etapa iniciática conformó cerca del 40% del repertorio.
Con rock pateador de traseros arrancó Bryan la cuarta cita de su periplo peninsular con 'Kick Ass', como leve concesión a su ultima álbum 'So Happy it hurts', que da nombre a su actual gira. El boogie noventero de 'Can't Stop This Thing We Started', uno de sus muchos temas coescritos con el productor 'Mutt Lange', dio paso a un crescendo eléctrico y ochentero (Somebody, One night Love affair, Take me back, o Kids Wanna rock grande y springstiniano) atemperado con una primera balada saludada con luces de móviles que volvierona brillar en un 'Shine a light' dedicado a su padre fallecido hace cinco años.
Con épica romántica y coros dominantes de la mayoría femenina sonó su primer gran éxito 'Heaven' en contraste con las rockabilesca 'Go down rocking' (con coda blues) o un 'You belong to me', que desató el jolgorio general cuando Bryan pidió que la gente que le liberara quitándose la camiseta. Lo que hizo el personal de toda condición con profusión y amplia celebración al salir en pantalla.
Hoy tocaba concierto Tour2024 #BryanAdams. Espectacular, 2h30 min sin parar y con un ritmo que encanto. Gracias por todo. 🥰🥰🥰 pic.twitter.com/oMNIxutd4W
— Pablo de la Fuente (@r_mcoy) November 16, 2024
Muy eléctrico y rockista resonó 'Its only love', tributo a su amiga Tina Turner, aliñado con retazos de 'The Best' y 'What's Love' y exhibicionismo filoheavy de Keith Scott. En esa vena rescataron el Rock and Roll 'Hell', de unos Kiss para los que ya compuso a los 19, abriendo un tramo valle con 'The Only Thing', 'Here I Am' (del filme de animación Spirit) y un segmento acústico formado con la celebrada con palmas 'When you're gone' que grabara con la Spice Girl Melenie C o la versión de Joe Cocker 'When the night comes'.
Hasta algún reacio acompañante masculino se rindió al empaque de la banda y la solvente entrega de Bryan y se sumó a los coros de las peliculeras baladas 'Everything I Do I Do It for You (Robin Hood)' o la hispánica 'Have you ever loved a woman', con Scortt evocando a un Paco de Lucía que tocó en el tema de filme Don Juan De Marco y a quien Bryan recordó.
De ahí al final la velada fue un tobogán emocional para los fans de Bryan con el rock marca de casa de 'Run to You', quizás su mejor canción, interpretada con un Chevy convertible el 66 'dronificado' para sobrevolar el Bizkaia Arena , la reciente 'So Happy it hurts', y, sobre todo, su emblemático 'Summer of 69' que fue un fiestón, pese a que en su día no tuvo éxito por aquí.
La iniciática 'Cuts like a knife' puso el último filo rockero a la velada antes de la doble propina acústica final, recibida con coros futboleros y concedida por Bryan en solitario encadenando las habituales 'Straight From the Heart' (que compuso a los 18 y dedicó a su madre Jane de 96 años) y el célebre 'All for Love' (de Los 3 Mosqueteros que grabado Rod Stewart & Sting cover) interpretado a modo de himno con toda la grada en pie acompañado con marea de luces de móviles.
Ajeno al paso de tiempo que le obsesiona (18 mejor que 65 clamó en el arranque en '18 till I Die') fue la enésima demostración de la apuesta segura que supone un Bryan Adams sin ser un artista de moda, ni tener aura de mito del rock, ni mucho menos haber sido nunca reivindicado por ninguna escena o figura emergente. Conserva un tirón inaudito. Tampoco debe sorprender. Después de todo hablamos de alguien que ha colocado cerca de 100 millones de copias en más de cuatro décadas y sonado en decenas de superproducciones. Ya trataba de explicar lo suyo el propio Adams hace 20 años en este diario: «El tiempo es amigo de las buenas canciones, pero puede que tenga que ver también con haber hecho muchas giras o la perseverancia y fé que tengo en lo que hago. No lo sé yo que sé».
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