Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Óscar Cubillo
Jueves, 22 de junio 2023, 08:08
Se veía lleno este miércoles el Pabellón de Deportes de La Rioja antes de puntualísimo concierto de Bob Dylan en sexteto, que interpretó 17 canciones en 115 minutos (sin ninguno de sus éxitos, ya saben). Se habían vendido hasta las entradas más caras, las de ... 203,50 euros (las más baratas, las de 66, volaron al principio), que costaban más que una barrera de sombra en Vista Alegre para ver a Roca Rey o que el abono por tres días de conciertos en el Azkena Rock Festival, donde también actuó Bob Dylan apretando en el boogie eléctrico allá por 2010. Un precio caro a tenor de las apreturas de las localidades más onerosas, unas simples sillas de tijera donde te rozabas con el vecino con igual intensidad que en el concierto de Ennio Morricone en el BEC en 2019, ahí con las entradas más caras a 120 euros.
La verdad es que la única pega serían las apreturas físicas y el encogimiento de hombros que impidieron disfrutar al máximo del concierto de Dylan, en especial mientras este despegaba y se empastaba con la banda y mientras afuera relampagueaba hasta tornarse la noche blanca y llovía sin parar, tanto que entró agua por las puertas del pabellón y se inundaron los pasos subterráneos cercanos debido a balsas de agua caída del cielo. Y hablando de pegas: al final no fue tanta pega lo de que te precintaran el móvil al entrar de modo obligatorio, eso fue casi hasta un favor, porque nadie se distraía (ni robaba fotos al viejo trovador) y el trámite para meterlo en la bolsa se resolvió con rapidez y confianza, ya que no hubo registros por ese asunto. Aún así, hubo vigilancia por parte de los seguratas: a nuestra izquierda, en la fila 6, una chica sacó unos prismáticos para ver de cerca el rostro del mito de 82 años, y llegó un empleado que le arrebató por sorpresa el catalejos. Y es que Dylan ni siquiera permite que le saquen fotos.
Y una vez dentro del pabellón, tras esquivar las atestadas barras y de parar un rato en el puesto de merchandising a mirar (posters y llaveros a 20 €, bolsas de tela a 25, camisetas a 35 y 50, sudaderas a 80), se accedía con facilidad a cada asiento (los de las gradas, más cómodos, como los del Kursaal), y a las 9.30, luces fuera y empezó el show, con la banda apostada como por arte de magia en escena y con Dylan parapetado detrás del piano, casi escondido tras él. El arranque fue desconcertante, ajustado a la leyenda negra de Dylan, que cantó con un hilo de voz mientras la banda le seguía como sin ensayar en 'Watching the river flow', un blues, el estilo que dominaría durante toda la velada, en este primer tema desvencijado.
Teatral y como un Pimpinela ante el espejo interpretó 'Most Likely You Go Your Way and I'll Go Mine', en la que asentó la voz, y nos preguntamos: ¿se sabrá de memoria todas esas letras tan largas o tendrá un teleprompter? Y al acabar la penúltima canción se resolvió la incógnita: pasó una página y se atisbó que tenía las letras en papel, como Eñaut Elorrieta y Mikel Erentxun (aunque este ya se ha modernizado con un teleprompter). Y Dylan siguió solemne y crepuscular ('I Contain Multitudes' pareció de la película de Peckinpah 'Pat Garrett y Billy El Niño'), el blues devino hipnótico ('False Prophet') y apareció el folk entre los primeros rayos de la tormenta y con el Dylan más frágil, más desvalido, a pesar de estar semioculto en escena ('When I Paint My Masterpiece', la primera vez de las tres en toda la noche en que surgieron palmas espontáneas del respetable).
En la sexta pieza se rompió el techo de cristal mientras la lluvia afuera caía con fuerza, en diagonal por el viento (este finde suspendio el concierto de Huesca por la lluvia). El cambio a mejor sucedió en 'Black Rider', un lento atmosférico de letra amenazante al amante de su esposa, a continuación volvió a la dicción Pimpinela en solitario en la misteriosa 'My Own Version of You', con la banda sonando empastada y trabajada de verdad. Habían subido los seis músicos un escalón del que no descenderían, ni siquiera al resultar el vetusto Bob poco verosímil a no ser que echara mano de la viagra (en la sexual 'I'll Be Your Baby Tonight'), ni al abundar en el blues canónico ('Crossing the Rubicon'), ni al refrenarse en marasmos que no tenían nada que ver con la lánguida inconsistencia o inseguridad del inicio (la historia de 'Key West (Philosopher Pirate)`).
Tras esta Dylan, que había dicho gracias un par de veces (la primera lo pareció y la segunda dijo: 'ejem, thank you'), contento presentó a sus escuderos, hasta en dos ocasiones seguidas (por ejemplo al bajista Tony Garnier). Y prosiguieron con cañita rumbera ('Gotta Serve Somebody'), country litúrgico ('I've Made Up My Mind to Give Myself to You', muy Kaurismaki), y llegamos a la canción 14º, la única que varía cada noche en estos últimos tiempos de gira sin fin de Dylan: fue 'Tweedle dee, tweedle dum' (recuerden una vez más que en esta gira no están sonando clásicos dylanitas, sino que está repasando casi íntegro su último álbum oficial, 'Rough and rowdy ways')
En el epílogo se fue destensando premeditadamente, destacando especialmente en el Chicago blues tórpido 'Goodbye Jimmy Reed' (el bluesman, ya saben). Este fue el penúltimo tema, y el último sería 'Every Grain of Sand', donde por un momento dejó de pulsar su piano asonante para soplar la armónica y enardecer a sus fans en el momento más 'tópico' de un Bob Dylan que dio un muy buen concierto, creciente, y que logró hacer olvidar los pasos titubeantes de los primeros temas, en los que casi todos los músicos suelen ir calentando, también los del jazz, y también los maestros. Y al acabar la última, Dylan dio unos pasos al frente del escenario, hizo una reverencia, recibió la ovación satisfecha, se apagó la luz y los actuantes hicieron mutis entre tinieblas. Y al poco se encendieron las luces de nuevo y las 3000 almas, algunas extranjeras, hicieron mutis y recuperaron sus móviles. Y alguien comentó al salir: «No ha cantado tan mal como esperaba». No.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.