Rosario manos arriba en la tercera, 'Sin darme cuenta'. Óscar Cubillo

Qué barbaridad de gente ante Rosario Flores

La hija de Lola y de El Pescaílla, la hermana de Antonio Flores, se vinculó a su familia en un concierto creciente que congestionó la plaza del Kasko en las fiestas de Sestao. «Gracias por dejarme ser artista», dijo sincera

Domingo, 30 de junio 2019, 14:20

Si el viernes terminó su concierto en los sanmarciales de Irun a las 2 de la madrugada, 21 horas después ya estaba Rosario Flores sobre el escenario de la Plaza del Kasko, centro neurálgico de los sanpedros de Sestao. Es curioso: hace pocos años Rosariyo ... suspendió un concierto en una sala de Bilbao con aforo para 400 personas por culpa de la baja venta de entradas en la anticipada, y este sábado logró el reventón en las fiestas de Sestao con entrada libre (que no gratis, pues los gastos corren a cargo del ayuntamiento).

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El reventón se olía desde los vagones de metro que parecía se dirigían a un macroconcierto del BEC y en la salida de la estación, donde se creó un gran tapón en las canceladoras de billetes. Al llegar a la plaza vimos que estaba llena hasta el fondo y que había mogollón de gente colocada al otro lado de la carretera. Si el viernes en el concierto de Los Sirex solo había gente mayor, esta vez había cuadrillas de jóvenes haciendo botellón sentados en el suelo, familias piperas y una pareja que se abría camino hacia delante con una perrita de aguas en los brazos él («ella también canta», explicaba su dueño).

Nos ubicamos delante de la mesa de sonido, escorados a la derecha, y oíamos al paisanaje. «Desde aquí no vamos a ver nada», protestaba una dama a su esposo. «Ya son las 11 y 5 y todavía no ha empezado», se impacientaba una provecta vecina a las once menos dos minutos aún. «Va salir Rosendo, ¿no?», dijo un treintañero a su colega revelando que no frecuentan los conciertos y sugiriendo que les daba vergüenza estar ahí. Y a las 11 en punto la peña se puso a silbar, que ya era la hora. (Y era tal la congestión que al poco de empezar, delante de nuestra posición, una persona se indispuso, se abrió un cráter entre la masa para que pudiese respirar y al de un par de canciones la retiraron en camilla.)

Pero a lo que íbamos. A las 11 y un minuto salieron los músicos, siete en total (a los coros Maite Pizarro, al bajo su productor Fernando Illán, dos guitarras –una de ellas flamenca-, batería y percusión, más teclados), dotados de una pegada tan dura y eléctrica como O'Funk'illo. Rosariyo salió la última a escena cantando (me pica) 'Mi piel', la primera de un show de 16 temas en 80 minutos, mucho mejor la segunda parte, por la calidad de las canciones más bien.

«Sestao, buenas noches. ¡Qué barbaridad! ¡Cuánta gente, qué alegría! Esta para todos los niños que están aquí conmigo, olé», y rapeó 'Cómo me las maravillaría yo', de su madre Lola Flores, aplicándole un ritmo tamborero a lo Bo Diddley y una alegría gitana tipo Tomasito. Rosariyo, o sea la hija pequeña de Lola Flores y El Pescaílla, en ese concierto se refirió a sus padres (a su madre sin citarla explícitamente) y a su hermano Antonio, a este un par de veces (se olvidó de su hermana Lolita).

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Si el concierto tuvo 16 canciones, la mitad, hasta la octava, estuvo bien sin más: sonidazo de la bandaza, entrega de la morenísima y delgadísima Rosario (que con su melena de león bailaba por delante y por detrás igual de descarada, que con las manos iba demasiado deprisa y que recorría de lado a lado el ancho escenario: ufana a lo Raphael, levantando las rodillas cual majorette americana o, ya por el epílogo, desatada, caminando dándose azotes en la grupa como un niño azuzando un caballo imaginario), pero calidad justa de las canciones, con letras previsibles y ritmos canónicos sin tanto bamboleo: la esforzada 'Y sin darme cuenta' podría ser de Chambao («vamos a llamar a los ángeles y los duendes para que nos traigan magia», deseó antes de empezarla), la comercial 'Por un beso tuyo' la podría cantar Vanesa Martín (y pensamos en que el pop comercial español actual está copado por sonoridades andalusíes: Manu Carrasco, Alborán, Vanesa, El Arrebato…) y, cual oasis, la brillante 'No me vuelvas a ver', que fue de lo mejor de esa primera mitad y enfocó al soul urbano de Amy Winehouse.

«Vamos, vamos, muchísimas gracias por venir a verme cantar y bailar, que es lo que más me gusta». Y prosiguió con un discurso impostado, memorizado y recitado de modo entrecortado debido a la falta de fuelle y a la dosis actoral, donde dijo que la vida le ha tratado muy bien e interpretó 'Gloria a ti', inspirada y dedicada a su madre Lola Flores pero sin citarla. «Ya estáis calentitos», observó, y la siguiente la dedicó a su padre, El Pescaílla, y fue la rutinaria rumba a lo Gato Pérez 'Al son del tambor'.

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Rosario en la sexta, 'Gloria a ti', dedicada a su madre. Óscar Cubillo

Rosariyo pidió que cantáramos con ella la versión dramatizada del 'Te quiero, te quiero' de Nino Bravo y logró que la plaza la acompañara en pleno. Y ya durante la segunda parte del concierto se voló más alto, hubo más feeling (duende en el caso de los gitanos), y canciones más redondas. Rosario del Carmen González Flores (Madrid, España, 55 años) nos volvió a contar que 'Qué bonito' fue la primera canción que compuso, dejó caer que seguro se la había mandado su hermano el difunto Antonio por lo sola que se sentía, y afirmó que «con esta canción arañé el corazón de la gente». Pues sí, es un tema precursor del flamenquito pop comercial que puso a decenas de móviles a filmar. Como fue flamenquita la cadenciosa 'Cómo quieres que te quiera', con protagonismo de la tierra flamenca, pieza previa a la explosiva 'Estoy aquí solita', muy funky y eléctrica, una de las cimas.

«Vamos esas palmas y ese soniquete», jaleó antes de 'Mi son', un tema latino a lo Santana donde presentó a sus siete músicos. «Ay por Dios, qué meneíto, señores», soltó antes de la rumba cubanizada 'El meneíto', que también hacía su madre, otra de las cimas a pesar de ciertos petardeos del equipo, y ya con la plaza hecha una fiesta transversal en sexos, edades, razas… «Muchísimas gracias, ay Sestao de mi vida, de mi corazón. Yo sé lo que queréis, ¿por qué lo sé?, porque sois unos marchosos», y cantó 'Queremos marcha', en la que recorrió el tablado como un niño sobre un caballito, ¿y saben qué?, que le quedó mucho mejor que los resucitados Ketama en el Euskalduna.

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Hicieron mutis los ocho oficiantes, pero quedaba el bis. Doble. Se abrió con lo mejor con diferencia del concierto creciente desde lo caliente hasta la fiesta efervescente, un 'Sabor, sabor' cadencioso, sensual y metafórico con ella muy cercana (la llegamos a ver saludando y lanzando un beso a alguien del público, de las primeras filas). «Gracias por dejarme estar aquí, por dejarme ser artista», agradeció la cantante calé y acabó con un «himno de amor, y más para estos tiempos, que no queremos ni guerra, ni muerte ni hambre», o sea el 'No dudaría' de su hermano Antonio Flores, cantado por la plaza en pleno, que fue cuando aprovechamos para ir haciendo mutis y atestiguamos la emoción de un respetable con mayoría de mujeres. «Gracias por estar aquí conmigo, por sentirme», se despidió Rosario Flores, que en lo suyo es una máquina.

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