La edición 2023 del Azkena Rock Festival ya es historia. Cayó el telón y ahora comienza la cuenta atrás para la edición de 2024, que se celebrará entre el 20 y el 22 de junio. Una que tendrá por objetivo batir el nuevo récord que ... se ha fijado en los últimos días con 48.500 participantes.
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En este vigésimo primer certamen, los tres expertos de EL CORREO coinciden en señalar una virtud: la variedad y la calidad del cartel. Así lo defiende Ramón Albertus, quien pone de relieve la buena puesta a punto del programa. «Ha sido como el 'tracklist' de un álbum pasando del country de Steve Earle al recuerdo del rock urbano de Barricada que ofició El Drogas. Del latido new wave de Pretenders a la americana con Calexico en una suerte de recorrido por todas las familias del rock», apunta. También señala grupos a los que no habrá que perder de vista, como The Nude Party, al tiempo que deja una mención específica a «la reunión de The Soundtrack of Our Lives con su ceremonioso Ebbot Lundberg a la cabeza».
Carlos Benito, antes de hacer una valoración, arranca con una puntualización «sobre lo que supone cubrir un festival para una publicación diaria: las presiones de horario hacen que veas unos conciertos enteros (aquellos de los que tienes que escribir, no siempre son tus preferidos), que te pierdas por entero otros (aquellos que coinciden con cuando estás escribiendo: ¡ay, mis queridos Undertones!) y que de muchos acabes presenciando solo algún fragmento representativo». De los que ha podido ver con calma se queda con Pretenders, Lydia Lunch Retrovirus y The Bevis Frond, de los que dice que «deberían ser más conocidos».
Óscar Cubillo, por su parte, incluye entre lo mejor de este Azkena «una sorpresa: los hispanomexicanos The Guapos, rocanroleros con letras irónicas pero verídicas y con Leiva a la batería y las voces».
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Eso, en las notas positivas, pero... ¿qué ha sido lo peor del certamen? «De nuevo, los precios de la comida y de la bebida. Parece que nos hemos habituado al pagar cuatro euros por un refresco y diez por un 'katxi' de cerveza», subraya Albertus.
A eso Cubillo añade cosas «ocasionalmente molestas» como «el consabido solapamiento de conciertos a veces dirigidos a un público similar o la poca luz que hay de noche, con la que te chocas con otros espectadores». Benito, por último, suma el momento en el que «por un ingenuo error de cálculo, en las primeras filas de Gwar empezaron a derramar todo tipo de fluidos corporales (o sea, agua coloreada de rojo y azul) encima del público». «La experiencia inolvidable fue cruzar Vitoria de madrugada 'engwarrado' de su pringue: 'Mira a ese hombre, ¿qué le habrá pasado?', oí decir a una chica».
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