Austin, una fiesta musical sin tregua

Fundado en 1987 por un grupo de creativos interesados en el futuro de las artes y el espectáculo, es uno de los festivales más grandes de la industria musical, si bien abarca otros campos como el cine, la tecnología o la educación.

Tras dos años epidémicos y online, 2022 ha vivido su 35 edición, que finalizó ayer, casi como las de antes: con público presencial (y con muchas ganas de fiesta), apenas sin mascarilla y con un programa, una vez más, inabarcable: más de medio centenar de salas de conciertos con música en directo sin parar -sin contar las extraoficiales que se suman a la juerga-; una docena de espacios para conferencias -algunas en hoteles de lujo- y un sinfín de 'showcases', muestras y estímulos variopintos para descubrir mucho y dormir poco en los diez días de SXSW.

Se dan situaciones un tanto contradictorias, típicas de la vida pospandémica: las mascarillas no se estilan en interiores, pero es necesario realizar un test Covid para acceder al recinto situado en el parque junto al Lady Bird Lake, pues lo consideran «un espacio cerrado». También es preciso superar un cacheo exhaustivo que ni en los aeropuertos más quisquillosos.

Merece la pena: se disfrutan de maravillas como las armonías de Heartless Bastards bajo un cielo nublado pero amable; igual que la gente, que sonríe a todo el mundo e incluso se ofrece a trasladar en sus flamantes coches a bandas cargadas con sus cachivaches.

Predominan los guiños inclusivos a modo de banderas arcoiris y pintadas con el lema 'Black Lives Matter'. En las idílicas casas de los barrios residenciales cuelgan carteles 'Beto for Texas', en pro del candidato demócrata a gobernador de Texas Beto O'Rourke.

La cara B se ve en los autobuses nocturnos, entre cuyos pasajeros se cuentan personas más allá de lo que los afortunados de contar con techo y lumbre denominaríamos 'parias'. Contradicciones muy USA, por otra parte: no se puede beber alcohol en la calle, pero se respira marihuana en el ambiente.

El paisaje de Austin ha cambiado en los últimos años. Se está convirtiendo en una especie de Silicon Valley. «Vienen los Californian Tecs y se van los músicos», observa Leah, asidua al SXSW y empleada en Microsoft. La tecnología es protagonista, con charlas dedicadas al metaverso de Zuckerberg -que participa online-; las criptomonedas o los 'no-fungibles' y muy crípticos NFTs, que según Zuckerberg están a punto de llegar a Instagram. ¿'Stories' o realidad?

Compañías como Samsung, Amazon, Volkswagen o Porsche patrocinan el evento, donde se dan cita estrellas como Sandra Bullock y Daniel Radcliffe, figuras de la música más independiente como Paris Jackson, Surfbort o Deap Vally, así como el idolatrado Willie Nelson, en su primera y muy emotiva actuación tras la muerte de su hermana Bobbie.

Vemos asimismo a bandas de nuestros lares, como Derby Motoreta's Burrito Kachimba -que debuta por primera vez fuera de España-; los vizcaínos Belako o el trío vasco-argentino Capsula, que regresa por novena vez con una apretada agenda de conciertos.

Su cantante y guitarra Martín L. Guevara valora volver a tocar al otro lado del charco. Acaban de llegar de Nueva York y se encuentran un SXSW algo menos rockero. «Antes era el carnaval de Río del rock», comenta. Con todo, hay algo que permanece tras las vicisitudes de los últimos tiempos. Lo resume una joven que se dirige a sus colegas: «Too much going on». Demasiado ajetreo.

432.500personas acudieron al SXSW de 2018, una cifra que se baraja como balance de esta edición.