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De jovencito cantaba en coros y formaba parte de grupos de teatro. Era inquieto y también muy racional. Mario Pontiggia (Las Flores, Argentina, 1959) se ... licenció en Arquitectura antes de diplomarse en el Instituto Superior de Arte del Teatro Colón de Buenos Aires. Una formación que le ha llevado a buscar siempre la lógica en los espacios, la música, el texto y la acción. Algo que se puede comprobar en el montaje de 'Tosca' que ofrece la ABAO en el Euskalduna hasta el próximo lunes, con un reparto que incluye a Oksana Dyka, Roberto Anorica y Gabriele Viviani, con la BOS en el foso a las órdenes de Pedro Halffter. La suntuosidad de la puesta en escena, ambientada en la Roma de junio de 1800, está causando función tras función una excelente impresión, como ya ocurrió en Bilbao con sus versiones de 'Roberto Devereux' en 2016 y 'La Bohème' hace cinco años.
En esta ocasión, los espectadores podrán ver con todo lujo de detalles el interior de la iglesia de Sant' Andrea della Valle, una sala del palacio Farnese (actualmente sede de la Embajada de Francia en Roma) y la terraza del castillo de Sant'Angelo. Cada uno de los tres actos de la ópera de Puccini se recrea con absoluta fidelidad al libreto y la música. «Mi objetivo es extraer el significado de la obra. No me interesa sobreponer ningún discurso ajeno. Habrá quienes me cuelguen la etiqueta de 'tradicional' y no me importa. Hay sitio para todos, también para los que buscan crear polémica. Algo que yo nunca he hecho, ni haré. No es mi estilo», subraya el 'regista' argentino en alusión a la 'Tosca' de Rafael R. Villalobos que escandalizó el mes pasado en el Liceu de Barcelona y atrajo masivamente al público.
En ese montaje tan controvertido, que se estrenó el año pasado en Bruselas y cerrará la temporada del Teatro de la Maestranza de Sevilla, hay guiños a la vida y obra de Pasolini, sin que falte un actor que encarna al intelectual italiano y lee un discurso con la canción 'Love in Portofino' como fondo. Pontiggia se encoge de hombros al recordarlo y sonríe. No le quita el sueño el trabajo de los demás.
Él se siente especialmente orgulloso del enfoque escénico de la 'Tosca' que ha traído a Bilbao. Es uno de los cuatro montajes que ha concebido de la ópera de Puccini. Se estrenó en el Maggio Musicale Fiorentino hace 15 años, es propiedad del Teatro Massimo de Palermo y muestra en todo su esplendor el arte italiano para concebir decorados, vestuarios y juegos de luces. «Tiene muchísimo nivel. Se palpa una tradición inigualable. Hay belleza y coherencia», elogia muy serio, antes de apurar un café con leche en el hotel Abando, sin dejar de controlar con el rabillo del ojo los mensajes que le llegan al móvil.
Se le nota exhausto por el estrés de los últimos días, pero no rompe en ningún momento el contacto con los colegas, amigos y conocidos. «Si quieres dedicarte a este trabajo, hay que ser sociable. En cada montaje tienes que crear una 'familia' y ganarte la confianza de las personas. Debe primar la solidaridad. Hay que estar atento a los detalles, abierto a todas las posibilidades. Eso siempre me ha fascinado. Te da muchísima energía». Tiene 62 años y una capacidad de atención que abarca 360°. Es capaz de hablar sobre la Callas, seguir el discurso de Iván de los Monteros en la televisión, pagar los cafés y pensar en la hora más propicia para ir a la peluquería. Todo al mismo tiempo y sin perder el hilo de la conversación. Mira fijamente a sus interlocutores, pero también el entorno. Registra inflexiones en la voz, gestos y miradas. Parece una esponja.
«Mi vocación no es la de un erudito enclaustrado en su estudio. Me gusta la compañía y sobre todo escuchar. En serio, soy un hombre que calla y escucha. Así he aprendido muchísimo de la vida». Lleva casi cuatro décadas en el mundo de la lírica, centrado en el repertorio italiano, pero también ha tocado el palo alemán, ruso y francés. Ahora le encantaría abordar 'El amor de las tres naranjas', de Prokófiev, para seguir ampliando horizontes. Haga lo que haga, tiene claro que la calidad vocal es una prioridad, «porque el público se conquista con montajes y cantantes espectaculares». Con vistas a garantizar el relevo generacional del público, está convencido de que «no se atrae a los más jóvenes con los artistas en vaqueros, sino con lo mejor de lo mejor».
Además de director de escena, también ha ejercido la función de gestor. Conoce bien el negocio de la ópera. Entre 1994 y 2003 fue director de producción en la Ópera de Monte-Carlo y desempeñó la función de director artístico de la Ópera de Las Palmas de Gran Canaria entre 2002 y 2014. El negocio de la lírica hace mucho que no tiene secretos para Mario Pontiggia. «Soy optimista, claro que soy optimista. No crea a los que tachan la ópera de género caduco. Algunos de mis colegas lo hacen para presentarse como sus salvadores. Es pura vanidad y marketing, nada más».
Desde 2016 ocupa el cargo de director artístico de la Fundación Internacional Alfredo Kraus, que vela por la preservación del legado artístico, didáctico y documental del tenor. No llegó a trabajar con Kraus, pero a estas alturas lo sabe casi todo sobre su figura.
– Ahora hay tenores que se graban en la cama cuando tienen gripe y mandan besos a sus fans. ¿Se imagina a Alfredo Kraus de esa guisa?
– Noooo. Él era un hombre de otra época. Distinguía entre su trabajo y su intimidad. En su época el misterio era un elemento más del encanto del artista. ¿A quién le interesaba ver a la Callas despeinada y sin maquillar? Eso nunca se mostraba. A la gente le atraía el misterio. Ahora hay demasiada sobreexposición... En fin, cada uno es libre de hacer lo que quiera. Pero, ojo, esta es una carrera de fondo. Los seguidores en Instagram no se traducen en prestigio, ni te aseguran el futuro.
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