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Reunir en un mismo programa e interpretar sin solución de continuidad The Unanswered Question (La pregunta sin respuesta) de Charles Ives y Also sprach Zarathustra ( ... Así habló Zaratustra) de Richard Strauss, como hizo ayer la Sinfónica de Galicia, permitió tejer entre ambas un invisible hilo conductor. La obra de Ives (1946) encierra grandes interrogantes de significado oculto: seis veces lanza la trompeta la pregunta, seis veces responden los vientos madera con evasivas, mientras la cuerda observa la escena casi en completo silencio. A cambio, el poema sinfónico de Strauss proyecta, como todos los suyos, una imagen de confianza en sí mismo que no deja dudas o sombras a su paso. Incluso obviando el texto de Nietzsche que lo inspira, pues él mismo insistía en que su música era totalmente comprensible sin sus programas, Also sprach Zarathustra (1896) contiene por su genialidad, su grandeza y su pureza formal una rotunda afirmación del joven Imperio alemán de finales del XIX.
Todo ello fue claramente mostrado por la centuria gallega, que sostuvo la pieza de Ives sobre un sutilísimo sonido en la cuerda para explosionar de manera espectacular en la de Strauss. La orquesta entera rugía como si el Euskalduna fuera el epicentro de un terremoto, creando un mundo propio con su tiempo y su espacio. Suntuoso, poderoso, sensual. Liebreich se mantuvo siempre firme, con gesto claro y dominante, logrando que la obsesión de Strauss por los detalles no privase a la obra de toda su amplitud. No puede decirse que hubiera secciones que brillasen sobre las demás, pero tampoco sorprendió que los metales fueran ovacionados por un público muy variado que se fundió con la orquesta, al término de la interpretación, en un largo silencio que ayudó a entender aún mejor la obra.
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