Artistas movidos por el párkinson

Suena un piano. En su casa de Deusto, el pintor Juan Manuel Egurrola explica cómo ha vuelto a la música a través del mal que padece desde hace once años. Su pasión, su mundo, es la pintura, pero la lucha contra el párkinson le ha traído otra vez al pentagrama. Como cuando era chaval. Comparte con Patricio muchas cosas. No es solo la enfermedad, ni la música, ni siquiera el amor al arte. Es la sonrisa, la ilusión, el deseo de superación, las ganas de vivir.

Es curioso cómo una misma dolencia se manifiesta en unas y otras personas con síntomas completamente diferentes. El párkinson, una enfermedad neurodegenerativa que condiciona la vida de unos 5.000 vascos, suele presentarse con síntomas tan antagónicos como temblores y rigidez, pero también con lentitud al caminar. Son tres señales definitivas, que no siempre aparecen juntas, pero que ponen de manifiesto que ya están dañadas al menos la mitad de las neuronas. La enfermedad, con mucha frecuencia, actúa también como motor de cambio y fuente de inspiración.

Patricio Barandiaran, que es el nombre completo del artista, comenzó a tocar el piano y la guitarra con 13 años. Había en su casa tradición familiar. Su abuela, según cuenta, era pianista profesional de clásico y su padre componía al piano. En su hogar bebió de Bach, Mozart, Beethoven y los demás, pero a él le atraía más «la música de tres minutos». Bebía de la tradición francesa, de Moustaki, Brel, Brassens, pero también de la canción italiana, de autores como Aute y Pedro Guerra, y de grandes clásicos modernos como Dylan y los Beatles. «Lennon, McCartney y Harrison tenían los tres unas voces excepcionales; y la capacidad para componer piezas muy dispares, algo tan fuerte como 'Helter Skelter' y con la sensibilidad a la vez de 'Across The Universe'». Con 18 años, terminó el instituto y se fue a Madrid.

Corría 1999. «Toqué mucho durante unos años en escenarios muy distintos» hasta que en 2001 la Sociedad General de Autores convocó un concurso a nivel nacional que se premiaba con una formación con algunos de los grandes: Drexler, Miralles... «Tienes un estilo propio. Sigue ahí. Puedes vivir de la música», le animaban. Juan Luis Giménez, cantante, músico y productor de Presuntos Implicados, escuchó una de sus maquetas y le ofreció grabar un disco, su primer álbum.

La promoción incluyó una gira, que resultó complicada. Patricio no era alguien conocido. Su nombre, sin embargo, se extendía entre la gente del mundillo y comenzó a grabar canciones para otros artistas. Warner seguía confiando en él. Surgió entonces un segundo álbum y la oportunidad de grabar una canción para la película 'Por un puñado de besos', dirigida por David Menkes y protagonizada por Anna de Armas, que compitió en 2014 por los premios Goya y en el festival de Málaga. «¡Fue un subidón!». El espectáculo, sin embargo, no acababa de convertirse en su modo de vida. «Me planteé: ¿qué quiero, 200 euros al mes o dignidad?»; y se fue a Bélgica a trabajar en una empresa de mercadotecnia. «Me di de bruces con la realidad», explica. «Había hecho un año de armonía en Nueva York y me di cuenta de que yo solo era un chico de Bilbao que competía con artistas que cantan, bailan, componen, actúan, son guapos... Lo tienen todo».

Un día su pie derecho se bloqueó. La articulación dejó de funcionar. Recorrió las consultas de los mejores médicos del País Vasco, Inglaterra... «No entendía nada y nadie daba con la tecla». Hasta que una especialista de Pamplona que trabajaba en Bélgica desveló el misterio: párkinson juvenil y genético. De la rabia del diagnóstico surgió su tercer álbum, 'Un rayo me atravesó'. «El presidente de la asociación de pacientes de Lieja me dijo que algún día me convencería de que tener párkinson era una suerte. Me enfadé; lo maldije y ahora sé que tenía razón», cuenta.

La enfermedad avanzó en Patricio hasta el punto de tener que desplazarse en silla de ruedas. Nunca abandonó su pasión. «Siempre he sido muy constante. Componía al piano, lo grababa en el móvil y con la melodía en la cabeza escribía la letra». Con el ejemplo del joven Michael J. Fox en la cabeza, el Marty McFly de 'Regreso al futuro', decidió luchar. Un implante cerebral le devolvió la autonomía perdida. El 5 de mayo comienza en Madrid la gira de su nuevo álbum, 'Hollywood es solo una palabra'. Lo ha grabado con Paco Salazar, productor de Raphael y Pablo Alborán.

«El diagnóstico resulta muy fuerte, porque sabes que es una enfermedad devastadora. No te mata, pero te da una vejez tremenda, es inhumana en el fondo». Lo cuenta Juan Manuel Egurrola, que tiene 71 años y lleva ya 11 sobreviviendo a los envites de la enfermedad. «Noté el primer movimiento en el brazo izquierdo y comencé a lastrar el pie. Supe que iba a tener párkinson».

Su afición por la pintura comenzó mucho antes de que se jubilara de la banca con 53 años. Buscaba un entretenimiento que le ayudara a seguir desarrollándose una vez terminada la etapa laboral. Su formación clásica le llevó al principio a una pintura detallista, casi fotográfica. Dominada la técnica, apostó por dejar que sea la imaginación del público la que llene la imagen. «No hace falta pintarlo todo».

Cuando el párkinson llamó a su cerebro, decidió sacar del armario el viejo acordeón que abandonó con la juventud. La música regresó. «Comencé con el acordeón, porque me obligaba a trabajar con la mano izquierda la botonera. Ahora he comenzado a tocar el piano. Mientras yo avance, el párkinson no lo hará».

Canción de Patricio Barandiaran para apoyar la lucha contra el párkinson

El viernes, Egurrola presenta una muestra de su pintura en el Palacio Euskalduna de Bilbao, en el marco de una gala contra el párkinson. Patricio ha grabado una versión en castellano de un clásico de Franco Battiato a beneficio de la asociación Asparbi. Se titula 'El cuidado'. El compromiso sana. Suena un piano.