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No ha sido sencillo, pero siete años después de convertirse en el artista del momento, el 'chico del piano' ha descubierto dónde está su equilibrio: en «la falta total y absoluta de equilibrio». Y, ahora, Pablo López está «feliz». El malagueño ha aprendido a sentirse ... cómodo en la cuerda floja de la música sin tropezar en la «confusión» que provoca el afecto de miles de ojos desconocidos. Las canciones de 'Unikornio', su último disco, le han ayudado en ese proceso de entenderse y aceptarse.
- Sacar un disco en plena pandemia, sin posibilidad de presentarlo en directo en las condiciones óptimas, ¿es un gesto valiente o inconsciente?
- Teniendo en cuenta que estamos duchos al respecto y hermosamente fascinados por lo que pasó en los treinta conciertos que hicimos hace tres meses, tengo la seguridad de que inconsciente no es. Si algún rol cumplí al subirme al escenario fue ser espectador de algo hermoso, de cómo la gente se esforzaba por que todo saliera bien con una solidaridad absoluta con ellos mismos y con los demás.
- Muchos decidieron parar al no poder hacer macroconciertos, pero usted quiso seguir adelante reformulando su gira. ¿Por qué?
- Porque yo no puedo vivir sin tocar, literalmente. Es una sensación extraña tocar para 800 donde has tocado para 7.000, pero no le di importancia a eso. Lo importante era que yo quería tocar y alguien que quería escucharme.
- Titula su disco 'Unikornio' con K. ¿Se siente un poco bicho raro?
- Bicho raro, no. El ponerle la K es porque mi unicornio siempre lo he imaginado con cicatrices, con el cuerno perdido, trasnochado... Los unicornios son imposibles como las canciones. Una cosa que me cuesta muchísimo siendo tímido es explicarle a la gente lo que siento profundamente, pero con las canciones lo hago con una desnudez agresiva. En ese aspecto sí me siento un poquito peculiar.
- Que a estas alturas diga que es tímido, no deja de sorprender.
- A estas alturas hay ciertas cosas instaladas en el 'hardware' del individuo, por suerte. No sé si la palabra es tímido... Pero sí reservado, sí pudoroso. No celoso de mi intimidad, porque te podía contar en detalle casi todo lo que hice ayer. Pero hay ciertas cosas que no controlo, sobre todo la capacidad de entenderme a mí mismo, de reconocer que me he enamorado, que me han hecho daño o que necesito algo que por orgullo no pido.
- Muchas veces ha hablado de su alto nivel de exigencia. ¿Ha aprendido ya a aceptarse o sigue peleándose consigo mismo?
- Si las canciones de 'Unikornio' tuvieran un 'leitmotiv', sería el proceso de aceptarme a mí mismo, de saber que realmente es bonito hasta ser torpe. Y que, sobre todo, nunca puedes esperar constantemente. La idealización del que tienes enfrente quizás sea un reflejo de que te estés idealizando a ti mismo. He aprendido a darme cuenta de que fallo, pero eso no tiene nada que ver con la exigencia. La exigencia sigue, pero no se ha vuelto delirante. Es un coñazo sano.
- ¿Qué necesita perdonarse? 'KLPSO' es una súplica desgarradora.
- Es como si fuera una liturgia para hacer crecer el alma, la mente o al individuo que eres. Fue simplemente el acto absoluto de pedirme perdón. Si uno quiere aprender a perdonar, primero tiene que decírselo a sí mismo. No creo que ande instalado en el masoquismo porque, si no, no tendría vida, y para escribir necesito vida. Pero cualquiera debería saber pedirse perdón una vez solo como liturgia.
- Cuando todo esto empezaba, confesaba que tenía miedo de acostumbrarse a esta vida. ¿Teme ahora que las cosas cambien?
- Nunca se me ha ido la olla en plan 'chaval baja de la nube'. Al revés. He tenido que luchar muchísimo para que mi verdad siga intacta, teniendo en cuenta que tengo tantas presiones y de gente tan importante.
- También se rodea de muchas alabanzas y elogios...
- No, no, de verdad. No he vivido nunca en el elogio constante. Hay gente que te quiere y gente que te requiere. Lo más peligroso no es que te digan qué bien lo haces, sino el exceso de querer hasta el punto de que ya te quieran para ellos.
- ¿Y ya ha encontrado su sitio en esa confusión de la que habla?
- Estoy superfeliz al respecto porque me he dado cuenta de que el equilibrio es la falta total y absoluta de equilibrio. Lo más bonito de la música es que no hay ninguna fórmula.
- Le da muchas vueltas a todo. ¿Le ha pasado factura el encierro?
- Ha sido un superávit absoluto. Tuve la oportunidad de sentarme en mi casa, de deshacer cajas, de tocar muchísimo. No había inspiración porque yo necesito vivir, pero tuve ocasión de conocer cada rincón de donde vivo.
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