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Pablo Amann es el líder de los Wayward Sons, un cuarteto bilbaíno de rock americano con raíces que, gracias a su cuarto álbum oficial, 'When the day goes slow', está actuando mucho, desde África (Ceuta) hasta Inglaterra (una minigira en marzo). Son 7 canciones en 28 minutos que arrancan en la onda de Santana y Javier Vargas (el tema titular, 'When the day goes slow'), remiten a las lecciones del difunto John Mayall ('My freedom'), y que no tardan en dejarse llevar por meandros más ambientales o atmosféricos, entre el folk y el soul ('Where have the good people gone'), tipo peliculeros a lo Walter Hill ('Filthy train') y reivindicativos del blues (el ejercicio de estrilo viejuno 'Rumble', algo Tom Waits y con el bilbaíno Pablo Almaraz invitado a la armónica).
Aprovechando que Amann & The Wayward Sons tienen dos conciertos próximos en el tiempo en Bizkaia, en sendas jaiak, el viernes 16 en fiestas de Gernika (21 h; a las 19.30 les anteceden Sepelio) y el domingo 25 en las de Bilbao (Nave 9, a las 12.30 del mediodía abren Tobaco Road Blues, siguen Arnau & The Honky Tonk Losers, y a eso de las 4 de la tarde salen Amann y los suyos), preguntamos al líder, a Pablo Amann, sobre sus viajes artísticos, y esta vez sin parar en los 15 años que vivió en Málaga.
- Se os nota contentos por tantos bolos en la agenda, por la gira. Estáis en el cuarto disco. ¿Es cuando más estáis tocando en vivo?
- Sí, estamos muy contentos. Este año, para cuando termine oficialmente el tour el 23 de noviembre en la Sala Clamores de Madrid, habremos viajado unos 12.000 kilómetros por un montón de ciudades, de Norte a Sur, desde Londres hasta Ceuta. Y sobre todo estamos muy contentos porque sentimos que este álbum, y el nuevo formato de banda, han supuesto una especie de click en la forma en que nos percibe el público. Se nota especialmente cuando vamos a ciudades donde no ves ya únicamente caras conocidas entre el público, y la sala está llena, y se establece una conexión muy grande con nuestra música. Además, haber dado el salto al Reino Unido ha supuesto sin duda un antes y un después para la banda. También este verano estamos a tope con bastantes festivales, como el Arrasate Blues, Burlada Blues, Raíces de Castilla, Tronco Sonoro…
- Eso, ¿cómo fue la gira por Inglaterra?
- ncreíble, tocamos en el mítico The Dublín Castle de Camden Town, Londres, donde han actuado tantísimos artistas como Amy Winehouse, Oasis, Madness… También en Bears B&V, en Bournemouth, y en The Lighthouse en Kent. Creo que íbamos muy preparados para el reto, pero a la vez muy expectantes con la incertidumbre de lo que nos íbamos a encontrar. Salimos fuera de nuestra zona de confort. Al fin y al cabo, suponía ponerse delante de un público muy entendido, en el marco de una escena brutal, ante aficionados acostumbrados a escuchar en directo cada noche a artistas de primerísimo nivel. Era inevitable la duda de cómo sería su reacción ante cuatro forasteros de Bilbao que iban a mostrarles una propuesta de la música que más conocen y entienden… En su idioma, y en su campo. Pero fue arrancar y cualquier duda quedó disipada inmediatamente: el nivel de conexión que tuvimos fue realmente emocionante.
- ¿Cómo reaccionaron los ingleses?
- El público inglés, lejos de los clichés que podamos tener, es muy exigente pero muy amable, cálido y generoso. Fue apoteósico ver a toda esa gente ovacionando al final de cada canción, reaccionando a las letras… Y coreando el nombre de la banda, lo cual fue especialmente emocionante.
- ¿Y qué tal os fue en Ceuta, África? ¿Cruzasteis en ferry?
- El programador de la Sala Denver, al ver que pasábamos por el Sur y que tocábamos en Estepona (Málaga), en el Louie Louie, contactó con nosotros para llevarnos a Ceuta. Así que cogimos un ferry que va como una bala desde Algeciras y en un salto estás en Ceuta. Fue una gran experiencia. El público de Ceuta es increíble también. Está ansioso de recibir bandas foráneas. Supongo que al sentirse un tanto aislados, valoran especialmente las visitas. Fue una gran noche y nos trataron de lujo. ¡Repetiremos!
- Cuando salís a dar un concierto en Madrid o León, ¿cómo os organizáis?
- Bueno la cosa está ya muy rodada. Todos tenemos el campamento base en Bilbao, y el equipo al completo está listo para viajar, incluyendo nuestro manager Txema Sahelices, de Arima Means Soul (Arima Significa Alma), que viene siempre con nosotros de road manager. Tenemos nuestra propia furgo, así que sólo es cargar los bártulos en el local de estudio y salir a la carretera. ¡Siempre listos para disparar!
- ¡Llenasteis en la venta anticipada en bar Geuria de San Mamés, que no es pequeño!
- Sí, además fue uno de los primeros conciertos de la gira. Veníamos de llenar en Madrid también, y ese sold out en casa nos dio muchísima fuerza. Fue una noche mágica en la que además se subieron al escenario, en diversos momentos, Emi Bares, productor del disco y antiguo miembro de la banda, y Pablo Almaraz, quien había grabado con nosotros las armónicas de la canción 'Rumble'. La Geuria es una sala muy bonita que permite proyecciones en pantallas gigantes. Además es muy amplia, o sea que incluso haciendo sold out la gente está cómoda. Disfrutamos de lo lindo.
- Pablo, ¿la portada del nuevo disco qué quiere expresar? ¿El viaje?
- La portada es una foto que nos cedió el gran fotógrafo de paisajes urbanos americanos Phil Bebbington. Fue tratada para la portada por Comunicom de Barcelona, que es nuestro estudio de diseño gráfico y artístico.
- Ya, pero explica la imagen, su metáfora.
El coche y la carretera están fundidos a fuego en la imaginería del paisaje americano. La elegida forma parte de una serie de fotos que Phill sacó en Tucuncari, Nuevo México. Cuando la vi en Instagram me fascinó la luz, la composición, y la simbología. Con esa quietud representaba muy bien el título del álbum «When the day goes slow».
- Ajá
- Y la foto también refleja el momento de la banda. Después de muchos kilómetros, de tragar bastante polvo y de cuatro álbumes en continua búsqueda de ese sonido que cada vez acariciamos más, estamos listos para arrancar y lanzarnos a toda máquina a por lo que venga.
- Hacéis música americana canónica, ajustada a las reglas.
- No se muy bien cuáles son esas reglas. Para nosotros la única regla es que la música salga de dentro, de la víscera, que sea auténtica, que nos emocione. A partir de ahí podemos conectar con otras personas mediante blues, soul, country rock, roots rock, americana, hard rock… Si, claro: ese es nuestro lenguaje porque es la fuente de la que hemos bebido toda la vida.
- La segunda canción del nuevo disco, 'My freedom', me recuerda a John Mayall. ¿Os influye de alguna manera?
- Gracias por el halago. Aún recuerdo su concierto en Fadura en los 90, cuando el tipo tenía unos 60 años y yo no llegaba a 30 y pensaba: «Fíjate en el viejo, qué ejemplo, qué máquina, qué energía…«.
- Estuve en ese concierto y no me gustó, con perdón...
- Ja, ja, ja... John Mayall fue un gran músico y nos ha dejado un gran legado.
- ¡En el pasado Bilbao Blues Festival, en 17 bolos, nadie se acordó de él! ¡Nadie le dedicó una canción!
- Una pena.
- Ya. Pablo, vuestras canciones son también muy ambientales, muy de película…
- Yo tengo una forma muy visual de componer. La música me evoca imágenes y las imágenes me evocan música. Al igual que el cine, que necesita la música para transmitir mejor al espectador lo que ve, creo que la vida necesita música para acompañarnos en lo que sentimos y vivimos a cada momento.
- ¿De qué van las letras en este último disco?
- De cosas que vivo, que imagino, que veo, que pienso… Historias que me surgen en la vida cotidiana y me mueven de diferente manera. Soy un 'story teller' (cuenta historias, narrador), ja, ja, ja... Eso si, no me gustan las letras evidentes. A partir de una historia, me gusta hacer trazos expresionistas para evitar que se vea el objeto nítidamente. Creo que eso es lo que hace que cada cual pueda acomodarlo a su propia experiencia y sentir algo común. A mí me sucede como oyente de otros músicos.
- ¿De qué va 'Rumble', la canción en la que colabora a la armónica Pablo Almaraz?
- En 'Rumble' me introduje en una persona que está en la calle, sobre un cartón, en cualquier soportal de la ciudad, bebiendo para matar las horas y apagar su cabeza. Cuando me vi en esa situación, me salió esa rabia triste de percibir quizá lo más devastador: sentir que son invisibles a los demás, que la gente pasa, o pasamos, de largo. Que nadie te espera. 'Rumble' es ese ruido sordo que martillea su cabeza y solo puede disipar con whisky.
- Acabemos hablando sobre el nuevo formato de tu banda y que está siendo tan bien aceptado, como decías antes. Israel, el teclista, ¿qué aporta a The Wayward Sons?
- En julio de 2022, después de tocar en el Festival de Blues de Cazorla, donde nos quedamos todo el fin de semana para ver a Eric Gales y a Samantha Fish entre otros grandes artistas, regresé a casa muy influido por el formato común en muchos de esas bandas y que me voló la cabeza: un cuarteto con guitarra, bajo, Hammond y batería. Ese formato permite trabajar las dinámicas y la energía encima del escenario de la forma que yo llevaba buscando desde hacía tiempo. Así que a la vuelta contacté con Isra porque me parece uno de los mejores teclistas de Bilbao. Hablamos sobre el proyecto, sobre música, le encantó, conectamos muy bien, ¡y en unos días estábamos manos a la obra!
- ¿Y qué aporta artísticamente?
- Su aportación sin duda es una parte muy importante al sonido de la banda, como lo son también Txema Arana en la batería, con su pegada tremenda, y Jon Ander Madina al bajo y coros. Concebimos la banda como un bloque compacto formado por un conjunto de piezas que se apoyan unas en las otras, trabajando mucho los espacios de cada uno, todo al servicio de la canción.
- Entiendo: llenar los espacios. Israel está en otros muchos grupos: Ibai García Blues Project, Arnau & The Honky Tonk Losers, Gonzalo Portugal, The Hornies, Cumbaos Trío… ¿Qué hacéis vosotros si le coincide algún bolo con los vuestros?
- Hoy en día, tal y como está el mundo de la música, es muy habitual tener que distribuirse en diferentes proyectos para poder dedicarse a esto. Les sucede lo mismo a la mayoría de los músicos. No existe conflicto cuando hay compromiso, como es el caso. Es incluso enriquecedor. Siempre se buscan soluciones. Además tenemos una gran relación y respeto por los compañeros de esas bandas que son buenísimas y participan en que la escena de Bilbao sea tan reconocida dentro y fuera de nuestra ciudad.
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