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«No, no tengo una personalidad contradictoria». El cantante italiano Franco Battiato se sorprendía de que alguien pudiese albergar esta sospecha. Abría mucho los ojos y se mostraba perplejo, como si la idea fuese una ocurrencia peregrina. Daba igual que se le recordase que había ... saltado de la horterada más pura -cantando en verbenas, entonando con entrega 'Cucurrucú paloma' y compitiendo en Eurovisión- a la vanguardia más excéntrica, en incursiones que le valieron ardorosas alabanzas de visionarios de la música contemporánea como Stockhausen. Tampoco le parecía exótico haber militado en el Partido Radical para después entregarse al misticismo sufí. Ni consideraba chocante compaginar su vida de ermitaño en una idílica villa siciliana con conciertos multitudinarios. Llevaba con naturalidad hacer altos en su monacal existencia -con sus gafas de pasta y sus camisas abrochadas hasta el último botón, parecía un figurín de moda vaticana- para entusiasmar a sus fans en emocionantes actuaciones, donde incluso él llegaba a emocionarse con algunas letras, algo que sólo acrecentaba su gran virtud: la de ser un tremendo provocador con un corazoncito tierno. Ahora que nos ha dejado, nos quedan sus canciones y esa certeza de que la vida es para reírla, pero también para llorarla. Porque sólo quien sabe burlarse de lo accesorio -la vanidad, las convenciones- sabe apreciar lo importante: el amor, la belleza y la libertad de ser uno mismo. Así nos lo contaba en una entrevista realizada en 2007. Estaba juguetón, como siempre, pero entre evasivas y risotadas soltó estas grandes verdades que le definen.
-¿Qué le mueve a usted, que tanto ha despotricado contra el triunfo? ¿Por qué canta?
-Quienes no aman no deben escuchar mi música...
-¿Qué hay de la fama? ¿Qué lugar ocupa en su vida?
-He vendido muchos discos con un tipo de música que no era comercial. En mi repertorio hay canciones como 'Yo quiero verte danzar', 'Centro de gravedad' o 'La era del jabalí blanco' que tienen un ritmo y una melodía muy fácil, pero también he hecho discos difíciles que han vendido mucho, mucho.
-¿Y por qué da esos bandazos?
-Me gusta cambiar.
-Y descolocar.
-Me parece increíble que la gente quiera siempre lo mismo, que busque autoconfirmarse. No es que pretenda descolocar a nadie, pero detesto los lugares comunes.
-¿Le gusta que le desconcierten?
-A mí no me desconcierta nada. Soy abierto, las cosas pueden gustarme o no, pero no tengo prejuicios.
-Si hubiese querido, ¿habría podido mantener aquel 'boom' de los 80? ¿Dejó de triunfar adrede?
-No lo sé... El éxito no es una cosa importante para mí. Sí lo fue cuando yo era joven: entonces trabajaba para conseguirlo, pero ahora sólo quiero hacer lo que me gusta, porque ese 'boom' también estuvo a punto de destrozarme. Ahora me siguen los que me aman.
-¿Cómo se puede llegar a superventas con letras filosóficas e ir a un festival tan hortera como Eurovisión? ¿No se sintió fuera de lugar?
-Completamente. Para mí era como una broma, como una vacación.
-¿Volvería para repetir la broma?
.Con una vez basta, once in a lifetime, ja, ja, ja.
-¿Se siente contradictorio?
-¿Noooooo! Siempre he seguido la misma vía...
-Usted se ha definido alguna vez como «proletario de espíritu». ¿El dinero no le vuelve a uno amnésico sobre sus orígenes?
-Puede ocurrir, pero no es mi caso.
-¿Qué opinaba su familia, a la que supongo siciliana y tradicional, cuando empezó en la música?
-Mi padre estaba en contra, quería que estudiase. Mi madre, en cambio, estaba de mi parte, creía en mis posibilidades. Eso sí, todo cambia cuando uno triunfa
-¿La élite cultural sigue siendo terreno de gente con dinero?
-No se puede generalizar. En la escuela no se aprende nada, mi cultura la he adquirido fuera, comprando libros que me gustaban, como una necesidad interior. Hace unos 20 años me encontré con mi maestra de Primaria y me dijo que, en una redacción de Lengua, me limité a escribir: «¿Quién soy yo?».
-¿Ya lo ha descubierto?
-Ja, ja, ja, ¿Lo sigo intentando!
-¿Qué música se escuchaba en su casa?
-Mi familia, como le digo, era obrera y oía música popular italiana, sobre todo napolitana. A mí me gustaba todo aquello, la vida sencilla, las canciones muy básicas.
-¿La sociedad ha perdido esa inocencia?
-Yo creo que las cosas son más difíciles hoy. Todo el mundo se ha vuelto infantil, superficial, con sus teléfonos móviles...
-Usted participó en política...
-¿Cuándo? ¿No me acuerdo, je, je...!
-Sí, sí, lo hizo: ¿qué recuerdo le ha dejado aquella experiencia?
-Marco Panella (líder histórico del Partido Radical) era una persona que conocía y me animó, pero aún me pregunto por qué lo hice. Fue una experiencia totalmente inútil.
-¿A quién diría usted 'vaffanculo'?
-A toda la derecha italiana, sin ninguna excepción.
-Unamuno dijo una vez que le dolía España y usted ha cantado 'Povera patria' ('Pobre patria'). ¿A usted le duele su país?
-Sí, me duele la adhesión de muchos italianos a las mentiras de los políticos.
-¿Por eso se ha creado su refugio junto al Etna?
-No exactamente. Aunque la sociedad fuese maravillosa, yo preferiría el silencio y la paz de mi casa.
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