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Mucho mejor que en julio de 2022 a su paso por el BEC, en la primera parte de la gira 'Sanz en vivo', se destapó Alejandro Sanz este sábado en la clausura del festival santanderino Magdalena en Vivo. Acabó su show de una veintena larga ... de piezas (bastantes en popurrí) durante 127 minutos (los cinco últimos de saludos y conexión con el respetable: 13.500 espectadores oficialmente, aforo agotado en la venta anticipada), y unas mujeres sentenciaron entre ellas: «Muy bien, muy bien, muy bien...», «madre mía...», y «el mejor concierto». Sí, el culmen de todo el festival, y detrás de Sanz se subirían al pódium UB40 y, tócate los pies, El Drogas.
Este sabatino correspondiente al nuevo tramo de la misma gira 'Sanz en vivo', de repertorio parecido al BEC pero no idéntico, fue un muy buen concierto a pesar de los inconvenientes insoslayables: la congestión humana que tornaba incómoda la presencia y difícil la visión (había que mirar mucho a las cámaras, como en un macroconcierto de los Rolling Stones en un estadio), y encima se puso a llover de modo fuerte e intermitente pero insistente (entre los paraguas y los impermeables subidos por encima de las cabezas para tapar a varias personas simultáneamente impedían aún más la visión del escenario y había que mirar a las pantallas gigantes; los espectadores de las zonas VIP y de patrocinadores no se mojaron y tenían televisiones cerca, pero mejor mojarte y mirar a una pantalla gigante; por cierto, por whatsapp nos informaron de que a la misma hora se puso a llover en Bilbao durante el concierto de los Blues Brothers, y desertó el 90 % del aforo).
Por esa razón de la lluvia Alejandro nos contó una mentirijilla: «Ayer no llovió, ¿eh? Ya lo sé. Estuve oyendo el concierto, desde el hotel, y no llovió». Se refería al tridente del viernes, el de Mónica Naranjo, Fangoria y Nancys Rubias, que tuvo poco volumen. Con lo cual, si Sanz estuvo hospedado en el Hotel Real, supongámoslo por ser el mejor de la capital cántabra, no oiría ni papa, porque detrás del escenario no se apreciaba nada: por ejemplo, Bisbal iba por la segunda canción el miércoles y parecía que no había empezado, que era música de entretenimiento, y por ejemplo el lunes comenzó El Drogas con la de la silla eléctrica, y porque la hemos oído mil veces, si no ni nos enterábamos.
Alejandro Sanz vino con volumen suficiente, y a pesar del turbión, la masa se quedó contenta con sus chubasqueros y sus canciones, coreándolas a pleno pulmón y mirando las pantallas, que estaban agrandando el concierto con una notable y cromática espectacularidad y con numerosos primeros planos de la banda. Una alineación deluxe, a ojo una decena de miembros contando al jefe (ya les hemos dicho lo de la dificultad de ver el tablado), músicos con el brillo del jazz, con el tumbao del boogaloo, con los trucos de lo urban (Sanz es moderno y sabe lo que se cuece), y con la eficacia necesaria y suficiente en las baladas románticas.
En el BEC hace un año justo a Sanz se le notó cansado desde su salida a escena. Meses después se conocieron sus problemas con la depresión, con la economía y con el amor. En el BEC metió 15.000 almas y el concierto ruló un tanto espeso también debido a que la gira estaba menos rodada y a la imperfecta acústica del BEC. Por el contrario, este sábado al aire libre y con lluvia se oyó mejor en Santander y Sanz dosificó fuerzas cediendo mucho protagonismo a sus músicos: en los solos de los vientos y en el punteo de guitarra progresiva, en las colaboraciones con las coristas, en las canciones del fornido rapero, en generosas veces en que los subalternos salían en las pantallas (el baterista con la camiseta de la NASA chupó mucha cámara), en los duetos con él, en las introducciones de piano...
Al final, la lluvia no pudo con la buena vibra y convirtió la cita en aún más memorable. Quizá lo que más se corearon fueron las baladas románticas al borde del abismo, a veces paralelas con las de Sergio Dalma, caso de 'Mi marciana', 'La fuerza del corazón', la muy bien resuelta versión de Sabina 'Contigo' («viva el amor», dijo Sanz al acabar), la intensa 'Amiga mía', y ya en el bis el tema que se marcó a solas al piano, '¿Lo ves?' (¡cuando pareció llorar en la pantalla gigante!), o la parte en modo popurrí de una adolescente 'Y si fuera ella'.
Y otros números más uptempo fueron igualmente dictados por las 13.500 almas mojadas y contentas, caso de una rumba latinizada y optimista 'Deja que te bese', la felicidad global de 'Looking for Paradise', ese sofisticado y desflamencado 'Corazón partido', o el sesgado rock inaugural 'No es lo mismo'. Bien porque Alejandro vuelva a los 54 años a su ser natural, optimista y emocionante. Y es que no es lo mismo un disco que un concierto, y los de Sanz multiplican el contenido grabado hasta cotas inimaginables.
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