Adiós con honores en Bilbao

Por el concierto pasaron, como láminas que se iban superponiendo, 'Los intocables de Eliot Ness', 'Los odiosos ocho', 'La misión', 'La luz prodigiosa', 'Sacco e Vanzetti' y 'Sostiene Pereira', junto a 'El bueno, el feo y el malo', que se escuchó sin los aullidos del coyote o su famoso arpegio de quintas a cargo de la guitarra eléctrica, pero con el impacto de 'El éxtasis del oro' brindado por la furia de una orquesta amplificada casi hasta el extremo.

No hicieron falta las palabras. Aunque las despedidas suelen ser conmovedoras y nostálgicas, incluso sentimentales, la suya, pese a necesitar ayuda para subir al escenario, pese a mostrar en su rostro las huellas profundas de una carrera iniciada en tiempos de la Segunda Guerra Mundial, fue espectacular y mantuvo el hechizo de los relatos que duran toda la vida; lo que para él era una despedida de los escenarios, para la mayoría de los asistentes era un encuentro con la historia del cine y de la música, de la música y del cine, de forma que todos los presentes deseábamos que aquello no terminase nunca.

Aun despojada de sus películas, la obra de Ennio Morricone tiene grandeza y sentido propio. El concierto se prolongó hasta el filo de las once de la noche con 'Cinema Paradiso', una versión aún más vibrante de 'El éxtasis del oro' y, finalmente, una nueva vuelta a 'La luz prodigiosa' y su 'Nana del caballo', unido a Lorca como la música se une a la poesía. Fue la mejor manera posible de decir adiós.