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Tridente de metal extremo internacional el de este martes en la Santana 27, que logró congregar a 300 fanáticos, ¡a 33 euros la entrada en la venta anticipada!, para ver, por este orden, a los escoceses Hellripper (un cuarteto de speed metal con estupendo baterista ... y sonido saturado) y los estadounidenses Toxic Holocaust (trío de thrash metal que dio un bolo creciente y enardecido en títulos tipo 'War is hell'), dos grupos que tocaron limitados a la parte delantera del escenario, más los cabezas de cartel, los blackmetaleros noruegos Abbath (Bergen, 2015), el cuarteto que pilota esta gira bautizada 'Dread reaver / Temible atracador', el mismo título de su tercer y último álbum, y cuyos miembros ocuparon la amplitud del tablado, con la batería situada en una plataforma (no como los teloneros, que tocaron a ras).
Abbath están capitaneados por Abbath Doom Occulta (alias de Olve Eikemo, nacido en Bergen en 1973), guitarrista y vocalista de los legendarios Immortal (Bergen, 1990), varias de cuyas canciones ('One by one' y alguna más) sonaron en su intervención de unas 12 piezas en 61 minutos finiquitados bruscamente y sin conceder bis. Fue una actuación de sonido tan perfecto, y más comparado con los teloneros, que alguien comentó divertido que igual había playback y no nos enterábamos.
Abbath y sus tres secuaces oficiaron entre tinieblas, como Mayhem, entre luces rojas y azules y con tanto humo que nunca se les vio la cara, como mucho se perfilaron sus melenas y sus ropajes de guerreros post-apocalípticos (bueno, hubo un momento en que vimos el careto a su baterista, Creature, quien la tenía pintada como un guerrero). Su black metal, alejado del satanismo y formulado en formato de suites de los extremo, amalgamó con la voz rasgada de Abbath épica infernal con gigantes bolas de acero cayendo montaña abajo, disputó en marcialidad con los 300 de la película de modo tan acelerado que se adentraron en lo industrial, desperdigaron trazos de death de Gotemburgo, amagos de molinetes de melenas y muy pocos punteos, todo incrustado en una experiencia sensorial que prima más el estilo que las canciones, todas iguales. ¡Pero como molaron!
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