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María Goiricelaya (Bilbao, 1983) vivirá el 4 de octubre la «fantasía» de salir de casa, cruzar la calle y asistir en el Arriaga a la gala de los Max como finalista en la categoría de autoría revelación. Empezó como actriz en la compañía Kabia, pero ... se ha centrado en su faceta como autora y directora con obras como 'Lyceum Club' y 'Madre coraje', respectivamente. Este año ha asumido la dirección artística de la Sala BBK y en octubre estrena dos obras: 'Yerma', la primera producción propia del espacio que dirige, y 'Altsasu', una ficción basada en el juicio a los ocho vecinos del pueblo condenados por agresión a dos guardias civiles y sus parejas.
- Es finalista con 'El patio de mi casa', que aborda la convivencia en Euskadi después del terrorismo, y hace tres años Borja Ortiz de Gondra ganó el Max con 'Los Gondra'. El teatro vasco ha tardado en darle protagonismo a la violencia, pero está claro que el tema interesa.
- Sí, hemos tardado un poco en encontrar el momento de hablar de esto. Otros espectáculos han abordado esta temática pero más centrada en el conflicto, no desde la sanación. Yo he elegido una vía que tiene que ver más con el futuro. Aquí entra en juego la implicación y el apego emocional y asumo riesgos.
- ¿Cómo surgió la idea?
- Tenía la inquietud de hablar de esto desde otro prisma y recordé una sobremesa familiar. En mi familia se habla de política pero nunca he sabido a quién vota mi padre, mi madre ni mi hermana. Pensé: ahora que estamos cerrando la etapa del terrorismo y hay que mirar hacia delante y cerrar cicatrices, ¿por qué no nos atrevemos todavía a hablar abiertamente de a quién votamos y cuáles son nuestros ideales políticos?
- ¿Nos duele hacer memoria?
- Sí, y cerrar la herida en falso es no respetar la memoria. Creo que tenemos que ser capaces de mirarnos a los ojos y contarnos cada uno lo que ha vivido. 'El patio' es un ejercicio de empatía.
- Llama la atención que utilice como hilo conductor los juegos infantiles.
- Había que buscar un sitio en el que todos fuéramos iguales y cuando juegas te sueltas de una manera diferente. Cuando siete personas que no se conocen de distintas edades e ideologías muy diferentes juegan, explota lo bueno y lo malo.
- ¿Cómo reacciona el público?
- Es un espectáculo duro, pero me dicen que la gente sale reconfortada porque todos los sentires están bastante bien reflejados. Personas de muy distinta ideología pueden llegar a encontrarse en un punto, no sabemos todavía cuál. En el Arriaga hubo un momento en el que alguien del público gritó: «¡Eso es mentira!». Y me parece bien, porque los personajes hablan desde lo que viven ellos. Tú no vas a empatizar con todos y lo que diga alguno se te va a hacer bola. 'El patio' es un estudio sociológico de Bilbao y de la sociedad vasca. Hay mucha historia real ficcionada y muy reconocible. La gente me dice que debería verse en los colegios y también fuera de Euskadi, porque ayudaría mucho a eliminar clichés sobre la sociedad vasca.
ejercicio de empatía
- ¿Ve inquietud por seguir indagando en este tema?
- Veo inquietud y veo que de repente aflora gente que quiere hablar de la memoria histórica y de las mujeres. Ahora todo el mundo quiere hablar de las mujeres, ¿por qué antes no? Y hay proyectos con muy poca profundidad, no porque la protagonista sea una mujer estamos contando algo importante.
- ¿Se siguen modas?
- No sé si son corrientes, hay que ver dónde queda todo esto. Hay proyectos que suenan a que buscan la subvención o el beneplácito de... me surgen dudas de si realmente nacen con vocación, con alma, o porque ahora está de moda un tema determinado.
- Los artistas crean con alma, pero también tienen que ver cómo dar salida a sus producciones.
- Evidentemente, hay que buscar un equilibrio entre lo que quieres contar, cómo hacerlo y lo que crees que va a tener acogida. Al final, necesitas que te acojan para poder subsistir.
- Con las candidaturas a los Max nos damos cuenta del buen teatro que nos perdemos. Muchas obras no se han visto aquí.
- Es que el circuito teatral da para lo que da. La red de teatros vascos hace un gran esfuerzo para programar cosas de fuera, pero también tienen que dar cabida a los artistas de aquí. Hay mucho talento y a veces pienso: a esta persona le damos no sé cuantos mil euros y monta una cosa que nos caemos de espaldas, pero ¿quién se los da? Faltan medios, espacios de exhibición y tiempo para crear. Estamos como si fuéramos hámsteres en una rueda, intentando pedalear. Dependemos de las subvenciones y eso te obliga a producir cada año o cada dos. Yo tengo dos trabajos sin estrenar y todo el mundo me pregunta: ¿qué es lo siguiente?
falta de medios
- ¿Tiene sentido el aforo del 35% en cines y teatros?
- No lo creo. No se están produciendo contagios en espacios culturales, que están muy controlados. Y, para las compañías que van a taquilla, la reducción de aforo es criminal.
- ¿Qué perfil quiere imprimir a la programación de la Sala BBK?
- Quiero que la gente identifique la sala con tres cosas que para mí son cruciales: una temática social, porque sigo pensando que las artes escénicas sirven para cambiar el mundo, una línea de apoyo absoluto a la mujer y el apoyo a la normalización del euskera.
- Su primera producción propia, 'Yerma', ¿será una declaración de intenciones?
- Es 'Yerma' en el Bilbao de hoy. Ane Pikaza interpreta a una mujer de éxito con un trabajo que le gusta, un círculo social envidiable, cierto estatus económico y una pareja estable. De repente, la imposibilidad de tener hijos empieza a comerse su mundo y a llevarse por delante muchas cosas, algo impensable en una mujer empoderada de hoy. ¿Cómo es que no sé darle la vuelta a esto con las herramientas que tengo hoy?
- Como investigadora ha analizado la presencia de la mujer en las artes escénicas. ¿Está cambiando ese papel?
- Hace dos años que terminé la investigación sobre dónde estamos las mujeres en la industria del teatro vasco y los números eran alarmantes a todos los niveles, sobre todo en los altos cargos. Por eso para mí es tan importante estar al frente de la Sala BBK junto con Onintze Ituiño.
Goiricelaya ha compaginado durante años su vocación teatral con el ejercicio del periodismo, hasta dedicarse por completo al oficio. Empezó a formarse a los 15 años y a los 24 se fue a Londres con una beca de la Diputación para estudiar un máster de teatro musical en la Royal Central School. En las pruebas de selección, con 300 personas para 30 plazas, vivió una situación surrealista. «Había preparado una canción de 'Mary Poppins' con un acento marcadamente español que para ellos era casi un sacrilegio», recuerda. «Y me pidieron algo estrambótico: ¿puedes cantar la canción haciendo pasos de flamenco?». Ni se lo pensó. «Con toda la osadía del mundo, lo di todo, como si fuera Sara Baras». Pensaba que aquello era el principio y el fin de su aventura londinense, pero la seleccionaron. Tras un año en esa escuela, consiguió otra beca para trabajar con maestros de voz en varios países europeos.
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