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El Día del Orgullo LGTBIQ+ reivindica la diversidad de identidades sexuales y de género. En esa apretada relación de siglas unidas por la reivindicación de ... sus derechos, la Q se refiere a 'queer', que significa raro en lengua inglesa, pero hoy quiere decir mucho más. Al principio, fue un término peyorativo que designaba a los homosexuales, mientras que, en la actualidad, apunta a una corriente de pensamiento que pone en solfa la visión del mundo en términos binarios, constreñida a la necesaria identificación con el perfil masculino o femenino.
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Aimar Arriola | Comisario
«Lo 'queer' cuestiona las categorías institucionalizadas en torno a lo masculino y lo femenino», explica Aimar Arriola y, apunta, esa postura no ha establecido conceptos más precisos. «La resistencia a la definición cerrada es consustancial a sus prácticas». Este comisario de arte es investigador asociado a Azkuna Zentroa, donde lleva a cabo un estudio en el que explora la relación entre la plástica y lo 'queer'. Su abordaje coincide en el tiempo y el espacio con la exposición 'Una voz para Erauso. Epílogo para un tiempo trans', del equipo Cabello/Carcelle, comisariada por Paul B. Preciado y que confronta el relato histórico con estas políticas 'queer'.
La injuria ha sido, tradicionalmente, la respuesta social a quienes pretendían escapar de un mundo dividido forzosamente entre las etiquetas de hombre y mujer. «Los sujetos 'queer' se la apropiaron para denunciar el 'statu quo'», apunta, y señala que ese posicionamiento tuvo lugar a finales de los años ochenta en el mundo anglosajón, tanto en la calle como en el ámbito académico, gracias a activistas que ya contaban con la experiencia previa en luchas de gays y lesbianas, feministas, antirracistas y contra el sida.
El arte ha sido uno de los campos de batalla de los militantes de la nueva causa porque permite cuestionar las imágenes canónicas y las jerarquías sociales. «Desde hace un tiempo, el interés no sólo radica en lo que dicen y cómo lo dicen, sino también en sus características formales», explica Arriola, que, dentro de su último proyecto, ha invitado a participar a artistas que trabajan desde posiciones autoidentificadas como 'queer'. «Me atrae qué dicen y cómo lo dicen, es decir, atender a cuestiones más plásticas, sin renunciar a la dimensión más social o política».
El cuerpo es un lugar recurrente en este tipo de obras. «Pero en un sentido amplio, criticando el sentido capacitista como un elemento útil y el edadismo, que habla de jóvenes y adultos, rentables o no, y también superando la diferencia entre animal humano o no». La teoría 'queer', asimismo, cuestiona categorías estéticas de la historia como la distinción entre abstracción y figuración, o la que diferencia forma y contenido. «Por otra parte, la sexualidad aparece como un tema central, pero no normativo y despojada de su sentido reproductivo».
El colectivo Erreakzioa-Reacción, formado en los años noventa por Azucena Vieites y Estíbaliz Sádaba, es, en su opinión, un destacado precursor de lo 'queer' en el contexto vasco. «Su trabajo se desarrolló en la intersección entre estas políticas y el feminismo crítico, distanciándose en sus postulados de una idea de carácter esencialista o biológica del binomio mujer y feminidad».
M. Benito Piriz | Artista
M. Benito Piriz asume su condición 'queer'. «Yo lo entiendo como un fracaso en el género binario», confiesa. «La gente hizo más por decirme lo que era que yo por identificarme. A partir de ahí comienzas un camino para construirte a partir de lo que no eres, por lo menos desde mi experiencia, tratando de satisfacer el deseo de encajar en algo que ya está hecho».
Su trayectoria artística incluye la participación en la colectiva 'Soplo' de la Fundación BilbaoArte o su inclusión en el programa Babestu de apoyo a la creación de Azkuna Zentroa. «¿Plástica 'queer'? No creo que la haya, pero sí motivos y códigos. El show de Samantha Hudson puede albergar un objetivo artístico, pero no lo veo plástico», alega. La moda ha asumido esta corriente. «Creo que hay una estética, pero, como todo está cambiando continuamente, no es lo mismo ser 'queer' ahora que hace treinta años».
El perfil actual, sin embargo, se asocia, en opinión de Piriz, con un activismo trans o no binario, más relacionado con el género que con la identidad sexual. «Aunque comprendo que pueda entrar todo lo relacionado con el colectivo LGTBIQ+». Su obra tampoco se puede incluir en estas coordenadas. «Hay un tema, un concepto o investigación que es 'queer', pero lo que se produce no tiene por qué serlo».
Quizás no hay una expresión artística, pero sí una evidente proyección pública. «Todo está muy 'queer' ahora mismo y existe una mercadotecnia a su alrededor», advierte. El fenómeno del 'queerbaiting' ha llegado para rentabilizar este nuevo nicho comercial. «Cuando Rosalía sacó el 'Chicken Teriyaki' hacía referencia a lo 'drag', luego llegó el yo me transformo de 'Saoko' y pensé que, como vuelva a una cita de este estilo, es que hay algo raro».
La tendencia se ha extendido por la música. «Vende mucho un chico cis hetero con pinta de mujer», sostiene, y menciona, a ese respecto, la peculiar forma de vestir de Harry Styles, Bad Bunny o Marc Seguí. «Hablamos de una estética que encaja tanto en la escena como en la calle», dice, y arguye: «Si los raperos con dinero llevan un Murakami de colores encima, todo el mundo será 'queer'».
Antonio Terrón | Experto en cine
El cine 'queer' puede tener entidad propia o no diferenciarse de aquel denominado gay. «Todo depende de lo que incluyas en este término, que, en mi opinión, es un paraguas en el que se puede integrar la cuestión de género y diversidad en la orientación sexual, es decir, aquellas formas que se apartan de lo normativo», explica Antonio Terrón, profesor en la Universidad de Birmingham y especialista en este tipo de filmografía. «Pero, en este campo, la realidad es que lo que ha predominado hasta ahora es la producción protagonizada por personajes masculinos homosexuales y transexuales, masculinos inicialmente».
La evolución del cine español de este tipo se halla íntimamente ligada al proceso democrático. La apertura iniciada en la Transición permitió películas como 'Un hombre llamado Flor de Otoño', de Pedro Olea, y 'Cambio de sexo', de Vicente Aranda. Los años setenta también aparecen marcados por la llegada del 'punk' y el auge de la Movida, escenarios culturales en los que «se ponen en tela de juicio los estereotipos de género y la identidad gay aparece como un tema recurrente». En esa coyuntura, Pedro Almodóvar se convierte en un referente ineludible, aunque también hay que mencionar, a juicio del investigador, la aportación de Marta Balletbó al cine de contenido lésbico.
La aparición de una 'drag queen' con gustos parafílicos supuso un revulsivo para las películas 'queer' a nivel internacional. 'Pink Flamingos', de John Waters y protagonizada por Divine, constituye todo un hito. «Pero Hollywood, tan conservadora, se ha mantenido al margen», advierte. No obstante, hay directores tan famosos como Derek Jarman, Todd Haynes y Gus Van Zandt que, en los años noventa, reivindican historias que disienten tanto del cine 'mainstream' como del cine gay más contemporizador y muestran a una comunidad con caracteres propios y sin censura.
El séptimo arte, en cualquier caso, exige grandes recursos económicos, lo que limita el interés hacía fenómenos minoritarios y marginales. «Tampoco hay profesionales que escapen a la determinación masculina o femenina», afirma, y señala excepciones como Eliot Page, que, recientemente, se definió como transgénero, no binario y 'queer'.
Pero algo está cambiando. «Las plataformas han abierto el abanico de identidades y su oferta incluye habitualmente un apartado LGTBIQ+», indica. Esta disposición evidencia la transformación de la sociedad ante colectivos antes invisibilizados. «Su relativa proliferación no resulta ajena a la aparición de una generación que asume una realidad humana mucho más diversa y compleja».
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