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Iñaki Esteban
Martes, 25 de enero 2022, 00:22
Una de las cosas de las que se arrepiente Ella Fontanals-Cisneros es de haberle dicho no a Andy Warhol. El artista estadounidense se ofreció - ... por los 50.000 dólares de rigor- a hacerle uno de sus célebres retratos, propuestas que dosificaba con cuentagotas. La coleccionista rehusó el halago. No le acababa de convencer la obra del icono pop. Le parecía demasiado inexpresiva. Aun así, le compró el cuadro titulado 'Sunrise Sunset' por unos 12.000 euros.
El episodio ocurrió en 1979 y para entonces Fontanals-Cisneros ya tenía una presencia en el mundo del arte. Había nacido en Cuba en 1944. En 1959 se trasladó con su familia a Venezuela, huyendo del régimen de Castro, con el que mucho tiempo después llegó a entrevistarse. A los pocos meses de instalarse en el país sudamericano, murió su padre.
Comenzó entonces a dar clases de inglés y de natación, también a comprar sus primeras obras, después del impacto que le produjera 'Vibration', del venezolano Jesús Rafael Soto, uno de los más destacados creadores de arte cinético, al que el Guggenheim dedicó una exposición entre octubre de 2019 y febrero de 2020.
Tenía 16 años. Quería ser artista, pero la vida le llevó por el camino de los negocios. A los 20 compró su primera galería junto a un amigo y a los 24 le vendió su parte. Se acababa de casar con Oswaldo Cisneros, empresario venezolano con el que tuvo tres hijas y del que se separó después de tres décadas de matrimonio.
Su vida como emprendedora continuó en los setenta, en los que se dedicó al comercio con materias primas y a la compraventa de propiedades inmobiliarias en Nueva York. Fue en esa época cuando empezó a coleccionar a lo grande.
El coleccionismo ha sido su pasión desde aquellos años, y a ello se dedica en exclusiva desde 1999. En 2002 decidió crear una fundación para gestionar su patrimonio artístico (Cisneros Fontanals Art Foundation, CIFO) y abrió una sala en Miami para exponerlo.
Entre sus más de 3.200 obras, se encuentran piezas del brasileño conceptual Cildo Miereles, el propio Soto, Ai Weiwei, Olafur Eliasson y Rafael Lozano-Hemmer, así como fotografías de Barbara Kruger, Vik Muniz, Thomas Struth y Andreas Gursky. «Se trata de una muy buena colección de arte contemporáneo, principalmente latinoamericano», declara a este periódico un gestor cultural con una amplia experiencia.
No le importa vender parte de su colección para enriquecerla con otras obras adquiridas con el dinero conseguido. En una entrevista con 'The New York Times', aseguraba que compraba una obra al día, justo lo que decía Peggy Guggenheim sobre sus hábitos en el París de finales de los años treinta y principios de los cuarenta del pasado siglo.
Pese a esta alegría en el uso del dinero, se jacta de haber educado a sus tres hijas con austeridad prusiana, con tres pares de zapatos en uso, para el colegio, para las fiestas y para casa.
Con pasaporte español y casa en Chamberí (Madrid), los galeristas celebran por todo lo alto cada vez que la ven aparecer por ARCO, feria que ya ha expuesto una parte de su colección, un auténtico caramelo para cualquier institución que la acoja.
No obstante, en su testamento ya figura quiénes serán las que hereden sus fondos, sus hijas, a condición de que mantengan sus actividades filantrópicas.
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