Las mudanzas de Yerma

Un vuelco feliz es acercar el público en torno a un gran tapiz, al lado, cerca. Allí dentro del perímetro, un par de muebles. En pantalla, procesos de pintura, diseños. Luz, y sonido original crean lugares y climas. Bien logrados. Luego, cosas que descolocan. El gesto natural, un hacer desinhibido cuya inspiración puede ser la niña Frida, sin filtro suficiente, sin artificio. El comadreo como mensajes en el móvil, el conjuro a la infecundidad con cita en Osakidetza, la verbena de tercer acto en un 'Bilbao Live Festival'… hasta peligrar en anécdota.

'Yerma' era un poema trágico 'de personaje'. Se alcanza aquí tragedia y personaje. La actriz Ane Pikaza es 'Ella', la Yerma, mujer eficiente lejos de la España vacía. Aquella campesina resulta ser una artista en auge, una mujer que sopesa qué fertilidad y qué emoción prefiere, la maternal o la artística. Ane Pikaza es expresiva, con temple y buenos registros de rostro y acción. Es natural o trágica, entra y sale de los clímax, convence. Impone con su ímpetu al borde de la escena como para hacer más acuciante el alegato.

Sin arqueología, singular, esta 'Yerma' provoca dos sacudidas, de tema y de formas. Son el interés y la audacia de un proyecto intrépido y con interés.