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Rozó los movimientos de vanguardia de principios de siglo XX, como el futurismo, pero desde los años veinte se dedicó a pintar bodegones inspirándose en detalles de los cuadros de El Greco, Zurbarán y Chardin, entre otros. De ellos aprendió la delicadeza y el ... amor por la precisión, y puso de su parte las formas esenciales que se habían visto en el cubismo. Con esa rara combinación modernizó el género de las vasijas y las flores. Y ahí se quedó durante décadas, ajeno a la vorágine de su alrededor, apostando por los clásicos.
El Guggenheim reúne las telas de Giorgio Morandi hasta 1960, cuatro años antes de su muerte, en una exposición patrocinada por Iberdrola y comisariada por Petra Joos, que se abre este viernes al público. Le caracterizó «una búsqueda obsesiva de la perfección», según el director general del museo, Juan Ignació Vidarte, que recordó la manera en que definió Umberto Eco, como «un poeta de la materia». Por su parte, el representante de la Fundación Iberdrola, Rafael Orbegozo, destacó la «cercanía y quietud» que desprenden los cuadros del italiano y anunció que la institución a la que representa patrocinará las exposiciones de la tercera planta del museo, dedicada a las vanguardias clásicas.
Apenas salió de su Bolonia natal porque pensaba que había demasiada gente que viajaba por el mundo y no veía nada. Prefería quedarse en su estudio con su pequeña colección de pinturas de artistas boloñeses de los siglos XVI, XVII y XVIII, y con un pequeño libro sobre El Greco, con reproducciones en blanco y negro, que consultaba con frecuencia. Miraba con atención los cuadros de los maestros e incorporaba algunos elementos a su obra, siempre con su peculiar estilo.
«Sentí que solo la comprensión de las obras más vitales que la pintura había producido a lo largo de los siglos pasados podía guiarme a la hora de encontrar mi camino», escribió. Después del leve contacto con las vanguardias, Morandi se centró en cómo trasladar la tradición a un lenguaje moderno sin perder nada por el camino.
Estuvo muy próximo a la línea del neoclasicismo que se impuso justo después del término de la Primera Guerra Mundial, en la que participó Picasso y que en Italia alentó el régimen de Mussolini, al que se adaptó para no perder su puesto de profesor en la Academia de Bellas Artes de Bolonia, según la versión histórica más manejada.
Como explicó Joos, la muestra se divide tres partes correspondientes a las escuelas clásicas española, boloñesa y francesas de los siglos XVI al XVIII. De unos tomaba la disposición de las flores, como de El Greco; de Zurbarán, las entradas de luz. En una virgen con niño del pintor de Bolonia Guido Reni se fija cómo en un lateral aparece una representación de la ciudad que él asimila al estilo de sus composiciones. Del francés Chardin toma la disposición de sus castillos de naipes en sus cuadros y los traslada a los volúmenes rectangulares de sus figuras abstractas.
El cuadro de otra virgen con niño que abre la exposición, de Zurbarán, procede del Bellas Artes de Bilbao. Lo mismo que 'La Magdalena penitente', un copia de una obra de El Greco hecha en la época. Giuseppe Raimondi, amigo de Morandi, recordaba una visita al estudio del pintor, en el que había una pequeña reproducción de una Asunción o de una Anunciación del pintor afincado en Toledo. Morandi le dirigió la mirada a su amigo hacia unas flores ubicadas a los pies de los ángeles y los santos. «Ningún pintor moderno ha pintado unas flores como estas. Tal vez solo Renoir», le dijo.
Por lo general, dividía sus telas en dos espacios, aproximadamente por la mitad, y después organizaba el contraste entre los colores. Algunas botellas pintadas se basaron en las torres de Bolonia. Jarrones, cajas y latas le sirvieron para ordenar el mundo con unas formas básicas y los colores suaves y discretos.
Un amigo le llevó Milán a un concierto del pianista de jazz Thelonius Monk. Contra pronóstico, le gustó. Y le escribió una carta a su vuelta a Bolonia. «El virtuosismo no es importante. Lo de que verdad importa es el proyecto, lo que procede del interior del artista», le dijo a Monk. En eso, añadía, se parecían los dos.
'Una mirada atrás: Giorgio Morandi y los maestros antiguos'. En el Museo Guggenheim Bilbao, del 12 de abril y el 6 de octubre, con el patrocinio de Iberdrola.
Comisarios. Petra Joos con la colaboración de Giovanni Casini y Vivien Greene, del Guggenheim de Nueva York.
Reflexiones compartidas. Visión curatorial con Petra Joos, el 8 de mayo. Conceptos clave con Luz Maguregui, el 15 de mayo.
Ciclo de cine. 25 y 26 de mayo.
Taller de fotografía. 17 y 24 de mayo.
Uno de los cuadros clásicos que se recoge en la exposición es 'Naturaleza muerta con manzanas, uvas y un bote de confitura', de Luis Menéndez, pintor español del siglo XVIII. Su estilo en las naturalezas muertas estaba dotado de una gran austeridad y perfección en la representación de los objetos, y una gran seguridad en el dibujo y minuciosidad en los detalles. En todo ello se fijó Giorgio Morandi, también en la composición sencilla y en la luz caracterizada por claroscuro próximo a Zurbarán de Meléndez.
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