Hay muchos indicios de la amistad entre Eduardo Chillida y Joan Miró, artistas con obras con escasos puntos de conexión que en lo personal se llevaron de maravilla. Uno de ellos preside la sala de la familia del escultor vasco en la ladera de Igeldo, ... en San Sebastián; un tapiz con las líneas negras y círculos de colores característicos del surrealista catalán que cubre una de las paredes de la estancia, con impresionantes vistas a la bahía.
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Para conocer otros rasgos de su complicidad basta con acercarse al caserío Zabalaga en Hernani, a Chillida Leku, donde se inauguró ayer una exposición con 41 obras de Miró, 20 de ellas esculturas, con el 'Pájaro solar' -realizada con dos toneladas de mármol blanco de Carrara- como una de las más destacadas. Es la primera vez que sale de la fundación del artista en Barcelona.
«Gracias por tu magnífico libro, muy fuerte, ritmo de fuego y muy vasco», le decía en una carta el catalán después de recibir una publicación de su amigo. «Rebelde como conviene/la línea toda tensión», escribió Chillida sobre Miró en un poema con su típica letra en mayúsculas, la de su firma, en tinta roja, casi con la apariencia de uno de sus grabados.
Luis Chillida
Pte. Fundación Chillida
Coincidieron en París en 1948. Miró había vuelto a la capital francesa después de su salida en 1940 por el estallido de la Segunda Guerra Mundial. Exponía en la galería de Aimé Maeght. Chillida había llegado a la ciudad para abrirse camino como artista. No se sabe si se conocieron en la exposición, que el creador vasco visitó, o si lo hicieron posteriormente. Sí es seguro que fue Maeght, que llegó a ser el galerista de ambos, quien los presentó.
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Pasados los años, solían compartir los veranos en la fundación de Maeght en la preciosa localidad de la Provenza francesa Saint Paul-de-Vence. «Había mucha complicidad entre ellos. En los años anteriores y posteriores a la muerte de Franco, se llamaban para decidir si apoyaban o no los manifiestos políticos y culturales que abundaban entonces», recordó Luis Chillida, hijo del escultor y presidente de la fundación que vela por su obra. «Mi padre decía que Miró era convexo, abierto, mediterráneo, y él cóncavo, cerrado, cantábrico, vasco», añadió. Chillida compró Zabalaga en 1983, el año en que falleció el artista catalán. «Si hubiera vivido unos años más, habrían pasado días enteros juntos aquí»
Las dos esculturas situadas en el exterior del caserío -'Pájaro solar' y 'Femme'- abren la puerta a una exposición en el interior con otras piezas escultóricas de menor tamaño salvo una, 'Femme, monument', un tapiz, series de litografías, como la que hizo con Joan Brossa, y cartas entre los artistas. «Miró da color a Zabalaga», resumió la directora de Chillida Leku, Mireia Massagué, en el austero, espacioso y geométrico caserío de Hernani, afín con su remodelación a la propia estética de Chillida.
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La comisaria de la muestra, Estela Solano, explicó cómo Miró creaba sus esculturas. «Cogía conchas de caracol, huesos de animales, balones, clavos... los llevaba a su taller, donde montaba con ellos un pequeño escenario poético y los ensamblaba en un modelo que luego llevaba al bronce o a otros materiales».
La pieza más destacada en el interior de Zabalaga, 'Femme, monument', toma su forma de una pastilla de jabón Heno de Pravia con la que solía limpiar sus pinceles. Con el uso, su centro se vació: una forma perfecta para sugerir un inquietante cuerpo de mujer, al que puso como cabeza un huevo. Con un gesto muy pop, llevó la maqueta a una escala de grandes dimensiones. La hizo en 1970, cuando la escultura de artistas como Claes Oldenburg ya estaba muy desarrollada. A lo mejor esta coincidencia no fue una casualidad.
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Estela Solano
Comisaria
Solano subrayó que la mujer en su obra funciona como símbolo de «naturaleza, fecundidad y fertilidad». También destacó el carácter humorístico de las esculturas del catalán. Con una cucharilla en vertical y un clavo arriba, realizó la pieza 'Los tres cabellos magnéticos de la bella rubia atraen a las mariposas», título típicamente surrealista. La exposición está patrocinada por la Fundación Iberdrola y ha contado con préstamos de la colección del BBVA, especialmente de litografías, además de las piezas de la fundación. La obra gráfica -y también la cerámica- interesó a ambos y su producción en este ámbito está en la cima del arte español contemporáneo.
La galerista Pilar Ordovás ya había explorado la conexión entre los dos creadores en su sala de Londres en 2014. En Zabalaga, el nexo adquiere una mayor dimensión. Es como si Chillida acogiera a su amigo en su casa y le dejara su espacio para mostrar parte de su obra más desenfadada.
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Miró en Zabalaga. Hasta el 1 de noviembre. Barrio Jauregi, 66. Hernani. Programa de actividades: museochillidaleku.com
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