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Teresa Abajo
Sábado, 2 de junio 2018, 00:26
Kamaran Njam fundó en 2009 Metrography, la primera agencia de fotografía iraquí, porque no quería limitarse a hacer recuentos de víctimas. Cuando trabajaba para firmas internacionales, un día él y su hermano cubrieron una explosión que causó «trece muertos y muchos heridos». No les compraron ... las fotos porque en la misma jornada hubo otro atentado con 35 víctimas. «Tenemos muchos amigos que han muerto o han resultado heridos por conseguir imágenes sangrientas, que son las que te piden. Pero ¿qué pasa con la vida cotidiana? Hay otras realidades que se pueden y se deben mostrar», dice Ahmed Najm, que participa en el primer Festival de Fotografía Documental de Bilbao. Su hermano ha sido secuestrado por el ISIS. «Sabía que en algún momento podía pasarle algo».
Una muestra del trabajo de Metrography se exhibe estos días muy cerca de Bizkaia Aretoa. Al pie de la pasarela de Pedro Arrupe se pueder ver a un niño que recita el Corán en la mezquita más antigua de Bagdad y a una joven que agoniza en el hospital de Sulamaniya porque se prendió fuego por ser víctima de la violencia machista. De los 73 profesionales de la agencia, 25 son mujeres y prestan especial atención a su realidad, oculta por tantos velos. El festival impulsado por la Facultad de Ciencias Sociales y de la Comunicación de la UPV y la Escuela de Fotografía Documental Blackkamera pretende acercar a Bilbao un enriquecedor cruce de miradas y suscitar la reflexión sobre las distintas maneras enfocar la realidad.
Manu Brabo logró el premio Pulitzer por una fotografía de la guerra de Siria que se convirtió en icono universal del dolor: un padre destrozado con el cadáver de su hijo en brazos. La tomó en octubre de 2012 «y desde abril de 2013 no he vuelto, porque tenía más amigos destrozados que trabajando y no quería ser el siguiente». Ya sufrió 45 días de cautiverio en Libia, adonde regresará en dos semanas para hacer un trabajo para el 'Wall Street Journal'. «Tú vas chutando y vas haciendo fotos. Hay temporadas que estoy jodido y otras que estoy muy bien». Ha aprendido a esperar el momento justo. «Cuando veo que a alguien le brota una lágrima, espero que llegue hasta aquí (se toca la mejilla) para mandar el mensaje que yo quiero mandar, aunque eso implica cierta crueldad». Persigue «un bien mayor. Quiero mandar un mensaje que toque una determinada sensibilidad en el ser humano que ve esa foto y le haga reaccionar».
Anna Surinyach ha trabajado durante años con Médicos sin Fronteras y ha retratado con su cámara los campos de refugiados o la epidemia de ébola. Es cofundadora de la agencia '5W', que cuenta «historias de largo recorrido». A veces pasan seis meses documentándose «y conociendo a la gente sin coger siquiera una cámara. Entramos en la vida de la gente, en sus casas, para mostrar su día a día. Yo intento que me conozcan tanto que llegue a desaparecer».
El donostiarra Ander Gillenea ha cubierto «25 o 30 años de conflicto vasco» y sabe lo que es trabajar al lado de casa. Ahora está recuperando fotos de los 90 en blanco y negro «en las que, con solo ver a un hombre que pasa ante un cartel, te das cuenta de la tensión en que vivíamos». Acostumbrado a seguir su «instinto», durante la capilla ardiente de un etarra en Hernani, captó el momento justo del choque con la Ertzaintza en una imagen que tuvo eco. Por su composición llegaron a compararla «con una pintura de un artista italiano del siglo XX» en la Universidad de Salamanca. «Me quedé alucinado».
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