El mercado oriental eleva al artista de los dibujos infantiles al podio de los más cotizados

Su personal propuesta puede explicar este encumbramiento, aunque el estudio pone el acento en el creciente protagonismo del mercado oriental y el 'boom' de los jóvenes coleccionistas. Nara (Hirosaki, 1959) está considerado uno de los mayores exponentes del 'Hi-Lite', una corriente en auge vinculada al neopop y su capacidad de síntesis de la historia del arte y la cultura popular, tan atractiva para las nuevas generaciones de compradores. Kaws y Takashi Murakami, otros dos de sus mayores representantes, se hallan también entre los cincuenta artistas con mejor balance económico.

La proyección internacional del creador se consolidó hace tres años cuando 'Knife Behind Back' fue rematada en 25 millones de dólares en una subasta celebrada en Hong Kong. El récord lo convirtió en el artista japonés más cotizado y demostró su enorme facultad de seducción. El autor, de estética rockera y amante del folk, el blues y el punk, había concitado una legión de seguidores afines a su ideología comprometida con causas como la lucha antinuclear, especialmente sensible en su Japón natal. Occidente demostró también interés y el Museo de Arte del Condado de Los Ángeles (LACMA) le dedicó una retrospectiva el pasado año, muestra itinerante que recalará en España.

Las denominadas 'Nara girls' constituyen la seña de identidad del creador. La ambigüedad rodea a esas niñas de grandes rostros, ojos inmensos y expresión infantil, que parecen ocultar un ánimo de violencia. Sus lienzos de grandes dimensiones muestran a pequeñas pintadas con colores brillantes. Las influencias son diversas y los críticos inciden en la mixtura entre el acervo oriental, desde el manga y anime, y el eco europeo en las referencias a los cuentos infantiles y el retrato renacentista.

El imaginario del japonés es mucho más complejo, según sus investigadores, e interdisciplinar. Su creación abarca dibujos, esculturas y arquitecturas que remedan su estudio e integra en instalaciones. La metrópoli californiana también acoge 'Miss Forest', una pieza ubicada en el espacio público y que reproduce, una vez más, a una muchacha que, según el autor, alude a los espíritus del bosque según la tradición Shinto.

El cosmopolitismo es otra de sus características. Se formó en su país natal y, posteriormente, estudió en la Kunstakademie de Dusseldorf. La antológica que mostraba su trayectoria creativa a lo largo de treinta años cuestionaba la interpretación relacionada con el pop japonés como demasiado reduccionista y enfatizaba la complejidad de sus referencias en un escenario tan cambiante como el país en el que creció, a caballo entre la tradición imperial y la occidentalización impuesta por Estados Unidos.

La ascensión de Nara, en cualquier caso, da cuenta de la vitalidad comercial de Extremo Oriente, a pesar de una coyuntural retracción del 33% derivada de la estrictas políticas anti-Covid aplicadas por China. El parón en los flujos del gigante ha favorecido a Seúl y Tokio frente a Hong Kong, epicentro tradicional del mercado secundario del arte en la región, y las han situado en el quinto y sexto puesto del mercado mundial. Además, Nueva York fue el escenario de transacciones por valor de 1.050 millones de dólares, lo que le confirió el liderazgo en el sector. En Europa, Reino Unido acumula el 18% del balance, frente al 3% de Francia.

La mezcla de fascinación y desconcierto, inocencia y maldad, que provocan las imágenes supuestamente 'naives' de Nara, es el último reflejo de una tendencia que apuesta por valores emergentes, incluso en detrimento de los grandes maestros. El análisis de Artprice se remonta a la obra 'Michael Jackson and Bubbles', del entonces no tan mediático Jeff Koons y que fue vendida en 2001 por 5,6 millones de dólares. Según esta teoría, se trataría del antecedente de esta tendencia, muy arriesgada en sus inversiones, que prima la originalidad y la novedad.

El empuje de esta renovación no cesa. Los seguidores de los autores más jóvenes y sus propuestas presuntamente originales han captado el 2,7% del mercado, un porcentaje que se ha doblado en los últimos diez años. Su importancia cualitativa resulta mucho mayor que la estrictamente cuantitativa y es que los nuevos clientes han impulsado fenómenos como la creciente demanda de artistas procedentes de áreas periféricas y los NFT.

El arte contemporáneo, en cualquier caso, mantiene la buena salud con la que salió de la crisis económica de la primera década del siglo XXI y que ha resistido, hasta la fecha, envites como la guerra de Ucrania y los malos augurios del Fondo Monetario Internacional. El pasado ejercicio marcó un nuevo récord histórico al mover un montante total de 2.700 millones de dólares, cifra que duplica la registrada hace diez años y multiplica por 31 la de hace dos décadas.