![Ingenieros y matemáticos al servicio del arte](https://s2.ppllstatics.com/elcorreo/www/multimedia/201907/27/media/cortadas/arte1-27-k0NE-U80856422620q2D-1248x770@El%20Correo.jpg)
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Dice el refranero popular que el conocimiento no ocupa lugar. Una afirmación sin base científica pero una cosa es cierta: más vale que sobre que falte. Ejemplos hay muchos de profesionales con segundas titulaciones o cursos extra que, en principio, parecen totalmente ajenos a su ... ejercicio laboral. Un ejemplo cercano es el director del Museo de Bellas Artes de Bilbao, Miguel Zugaza (Durango, 1964), que en su día estudió Delineación en la Escuela de Armería de Eibar, antes de especializarse en Historia del Arte, y bien que ha sabido sacar partido a su bagaje. Tiene debilidad por abrir espacios: así lo hizo en el Prado en su etapa como director del museo madrileño, entre 2002 y 2017, y ahora acaba de impulsar una ampliación muy ambiciosa del Bellas Artes.
La versatilidad también es uno de los puntos fuertes del tenor alemán Jonas Kaufmann (Múnich, 1969), que terminó brillantemente los dos primeros cursos de Matemáticas. A los 20 años, dejó la carrera porque la ópera le parecía «mucho más excitante y complicada». En la actualidad, se mantiene en el candelero como el divo más cotizado. Domina los principales roles de los catálogos italiano, francés y alemán, puede llegar a cobrar 50.000 euros por función y tiene fama de resolutivo y calculador. «Tengo cerebro de matemático, qué le vamos a hacer... Nadie es perfecto», admite con retranca el cantante en la biografía 'Jonas Kaufmann. Tenor', de Thomas Voigt (ed. Henschel).
Las trayectorias de Miguel Zugaza y Jonas Kaufmann le resultan muy familiares a Lucía Astigarraga (Bilbao, 1987), gimnasta rítmica en su adolescencia y, de un tiempo a esta parte, actriz y ayudante de dirección de Calixto Bieito, además de licenciada en Ingeniería Química: «En mi caso, creía que había echado mi carrera por la borda. Pero todo ayuda. Lo importante es diferenciarse. ¡Aportar algo distinto! No hay que obsesionarse con ser el número uno... ¿Qué vale más? Yo creo que ser único», reflexiona en mitad del escenario del Teatro Arriaga. Allí debutó como actriz en 'El sueño de una noche de verano'. Fue hace tres años, en la última temporada de Emilio Sagi al frente del coliseo bilbaíno.
Lo cierto es que ella solo quería actuar. Se presentó con la mayor de las ilusiones al casting de 'Obabakoak'. Pero en última instancia la ficharon como ayudante de dirección para la ópera 'L'Orfeo'. «¡Menuda sorpresa me llevé! Y todo porque sabía música e idiomas (inglés, francés, euskera, castellano). El equipo era mayoritariamente francófono y querían que les echara un cable con la comunicación». Desde entonces no ha parado. Se ha convertido en uno de los muchos ángeles tutelares que revolotean alrededor del director de escena mirandés. Sin una cohorte de asistentes, el actual responsable artístico del Arriaga no podría cuadrar su agenda ni saber en qué día vive. «Su mundo no tiene fronteras. Y el mío, indirectamente, tampoco».
Como parte del 'staff' de Bieito, vive poco en Bilbao. Lo mismo va de Noruega a Luxemburgo, pasando por Lituania y Alemania. Y siempre con partituras llenas de anotaciones de colores en la maleta. Entre ellas, 'El gran macabro', de Ligeti; 'Moisés y Aarón', de Schoenberg; 'Die Gezeichneten', de Schreker... En definitiva, producciones todas ellas que requieren una cabeza muy organizada.
Astigarraga se encarga de apuntar en los márgenes de los pentagramas las ideas que se le ocurren a su jefe. «Desde el gesto más nimio de un actor, que se rasca la cabeza, a los movimientos de escenografía». No le cuesta estudiar los más mínimos detalles de las óperas y oratorios. Memoriza la duración de cada escena y pasaje. «Yo marco los tiempos. ¿Cuanto minutos hay entre aria y aria? ¿Hay margen para plantear tal o cual acción? A veces, claro, hago propuestas... No me cierro a nada».
Tiene la misma amplitud de miras que despliegan grandes profesionales como Juan Mayorga (Madrid, 1965) y Lander Iglesias (Bilbao, 1958). El primero es licenciado en Filosofía y doctor en Matemáticas. Habla cuatro idiomas (castellano, alemán, inglés y francés) y hasta 1994 daba clases en institutos de Madrid y Alcalá de Henares. Es uno de los dramaturgos más prestigiosos de España: Premio Nacional de Teatro en 2007, Nacional de Literatura Dramática en 2013 y Max al mejor autor (2006, 2008 y 2009).
Y más de lo mismo sucede con Lander Iglesias, que estudió un par de cursos de Ingeniería Técnica Industrial en Bilbao. Actor, dramaturgo, director y escenógrafo, ha tocado casi todos los palos en las artes escénicas. Sin descartar la ópera, la zarzuela o la danza. «No terminé Ingeniería porque el teatro me atrapó. No pude resistirme. Enseguida me di cuenta de que mi vida estaba en los escenarios. Sin embargo, también te digo que nunca he dejado de estudiar... ¡De todo! La arquitectura y la pintura me interesan muchísimo. ¡Cada vez más! No hay que limitarse al nicho laboral. Hay que trascender la propia actividad. Elevarse. Ver las cosas a vista de pájaro. Todo está relacionado. Tienes que profundizar. Tener criterio. No conformarte. Eso marca la diferencia en los escenarios y en la vida».
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