«Éramos unos chavalitos molestos»
Medio siglo de teatro vasco libre ·
Hace 50 años nació Cómicos de la Legua, la compañía que convirtió Euskadi en un escenario y aglutinó la agitación social y política de la épocaSecciones
Servicios
Destacamos
Edición
Medio siglo de teatro vasco libre ·
Hace 50 años nació Cómicos de la Legua, la compañía que convirtió Euskadi en un escenario y aglutinó la agitación social y política de la épocaRamón Barea extrae de una bolsa de plástico una placa que simboliza la historia del teatro vasco. De 1969 a 1980 colgó en un pabellón industrial de Bolueta. «Cómicos de la Legua-Kilikilariak. Teatro lantegia». Una 'fábrica de teatro' que compartía el cuarto piso con ... los locales de ensayo de Oskorri. «Un día vino un chico de Oñati que también buscaba sitio para ensayar. Un tal Ruper Ordorika», recuerda Barea, que medio siglo después sigue entre fábricas y talleres con su Pabellón 6 en Zorrozaurre, que en agosto afronta su novena temporada.
Hace 50 años, Cómicos de la Legua se propuso «cambiar el mundo», pues ese era el objetivo de un grupo de veinteañeros locos que con Barea al frente lograron aglutinar en Bilbao a asociaciones vecinales y movimientos sociales, a organizaciones de presos comunes y comités antinucleares, a parroquias y embrionarios movimientos políticos. Bernardo de Atxaga (como firmaba entonces), Fernando Savater y Joseba Sarrionandia, entre otros, les escribieron algunas de las 15 obras originales que representaron sin ninguna ayuda pública.
Sus escenarios fueron frontones, cines de barrio que se caían a pedazos, salones de actos parroquiales, iglesias... «No había un circuito teatral», apunta el fundador de la compañía, que recuerda a sus hijos jugando entre el mecanotubo. «Llevábamos los focos, la mesa de luces, las mangueras...». Una noche de 1974 actuaron para los trabajadores de La Naval encerrados en Sestao. El comité de huelga abrió las puertas a la furgoneta y buscó un hueco entre las planchas y bobinas para que representaran 'Vivir por Bilbao', su mayor éxito y el que les permitió profesionalizarse.
Ramón Barea
Hablamos de una época en la que Bilbao era un páramo teatral, con 'Festivales de España' y zarzuela en el Coliseo Albia durante la Semana Grande, mientras el Arriaga languidecía como cine decadente. «Los barrios y las universidades fueron el sustrato donde fue creciendo una nueva cultura contestataria», reflexiona Santiago Burutxaga, que formó parte del núcleo original de Cómicos de la Legua. «Hasta entonces el teatro burgués había sido el entretenimiento de las clases acomodadas en butacas de terciopelo. El nuevo teatro era una ceremonia, o una fiesta lúcida, en la que el público captaba y celebraba el doble sentido de las referencias críticas a la dictadura, a veces más allá de la intención de los propios intérpretes».
Los actores no trabajaban en una sala para que fuesen a verlos, sino que los teatreros iban a la búsqueda de un público popular que había que construir. RamónBarea, Santiago Burutxaga, Pedro Goiriena, Juan San Martín... «Todo tíos», lamenta Barea. «Hasta Karmele Arruti hacía de chico». A alguien le decían que en Magisterio había un tipo muy gracioso que hacía monólogos. Y aparecía Álex Angulo, siempre con una bolsa de plástico llena de cosas. Cómicos de la Legua construía gigantes y cabezudos, reparaba el Gargantúa o se ocupaba del entierro de Marijaia en las primeras ediciones de la Aste Nagusia.
Barea conserva papeles que dan fe de la incansable actividad del grupo. El primer montaje dedicado a Miguel Hernández iba acompañado de fotografías del poeta: su viuda, Josefina Manresa, las cedió después de que el director y su hermano Pedro Barea, actual crítico teatral de EL CORREO, fueran a visitarla cruzando España en un seiscientos. Aquel montaje tuvo 500 espectadores en el salón de actos de Las Javerianas en Portugalete, 800 en la escuela de ingenieros industriales, 560 en Sarriko...
Santiago Burutxaga
'Vivir por Bilbao' arrancaba con un pleno municipal en el que el alcalde saliente hacía estallar una bomba «para destruir la demagogia». Los personajes repasaban desde la cama del hospital los últimos cien años de Bilbao, de los barracones mineros a la alcaldesa de la época, Pilar Careaga. En 'El juego de la oca', Fernando Savater abominaba de la cárcel, mientras en la última obra del grupo,'Makina Beltza', un juglar alertaba sobre un monstruo: la central nuclear de Lemoiz.
«Éramos unos chavalitos molestos», resume Barea, que llevaba las obras a la Delegación de Información y Turismo en Gran Vía para que la censura diera el plácet. Cuando actuaban en la calle –y pasaban después la gorra–, la guardia civil de paisano preguntaba: «¿Tienen permiso para hacer esta obra?». «Claro que sí», mentían. Les detuvieron varias veces, pero no llegaron a pisar la cárcel. A Burutxaga no se le olvida la Plaza Nueva abarrotada en la primera Aste Nagusia, en 1978, en una representación de 'Tripontzi Jauna': «El mero acto de juntarse ya era una declaración política, la cultura era una herramienta para fortalecer los lazos de la comunidad».
En aquel Bilbao efervescente y politizado hasta el tuétano, Bernardo Atxaga –que le dio clases de euskera a Barea–y Juan Carlos Eguillor pasaban horas en la cafetería del Arriaga, mientras en la mesa de al lado Joseba Sarrionandia escribía un Olentzero surrealista que Cómicos de la Legua representó una Nochebuena ante la estupefacción de los niños.
En 1978, la compañía abre una escuela de teatro por la que pasa una nueva generación de actores: Esther Velasco, LoliAstoreka, Ramón Ibarra... Las distintas sensibilidades políticas de los miembros del grupo, que había figurado en la presentación pública de EuskadikoEzkerra, precipitarán su disolución. «De pronto, actuar en un barrio ya no era un acto político», rememora Barea.«La gente empieza a viajar con Viajes Halcón y nos ve como algo casposo. Hay un desgaste estético y los miembros del grupo empezamos a tomar posiciones en distintos partidos. Cuando hablamos de la historia de Euskadi preguntabas: '¿Cogemos la de Beltza o la de Ortzi?'. Empiezan los grandes montajes, las autonomías se ocupan de la cultura...».
'Cómicos de la Legua' desaparece con una última representación de 'Makina Beltza' en una calle de algún lugar de Euskadi. De sus filas surgen Karraka y Maskarada. Burutxaga destaca que fueron la primera compañía profesional del País Vasco: «Abandonamos nuestros trabajos y nos lanzamos al vacío para vivir de los escenarios». Ramón Barea nunca ha contado que en aquellos días recibieron una llamada de Santiago Brouard y Tasio Erkizia. Cómicos de la Legua tenía tanta raigambre popular que la mesa nacional de Herri Batasuna les preguntó si se habían disuelto por algún problema económico, a ver qué ayuda necesitaban. «Ahora que la compañía joven de Pabellón 6 cobra los ensayos y funciones, me pregunto a veces si no estaremos malcriándolos», ironiza Barea.
Loli Astoreka iba para maestra hasta que en una representación de 'Tripontzi Jauna' ayudó a recoger los bártulos del escenario y le dijeron que necesitaban gente euskaldun para una obra de calle. Dejó aparcados los exámenes y viajó todos los días de Iurreta a Bolueta para ensayar. Fue la única mujer en un grupo de seis hombres que hoy considera hermanos, con los que hizo de todo: vestuario, escenografía, producción...
Después de aquellos primeros tiempos en Cómicos de la Legua pasando la txapela en las plazas vinieron compañías como Tanttaka y Txalo. Y el cine y la televisión. Pero esta «currela de fondo» no se olvida del 14 de marzo de 1978, cuando Cómicos se manifestó en Madrid reclamando libertad para los cuatro miembros de Els Joglars, condenados a dos años de prisión por injurias al Ejército. Astoreka esperaba en la furgoneta junto a Álex Angulo mientras Ramón Barea hablaba con Pío Cabanillas en el Ministerio de Información y Turismo. De pronto, una carga de los grises a caballo rodeó el vehículo y la actriz recibió un porrazo que le abrió el ojo. Pasó más de una semana ingresada en La Paz y todavía sufre secuelas. «Fue la primera vez que fui de Madrid a Bilbao en avión», recuerda.
Barea conserva la multa de 500.000 pesetas impuesta a Astoreka por infracción del orden público. «Yo era menor de edad y me declaré insolvente», explica la actriz, que se pasó año y medio acudiendo todos los miércoles al cuartelillo de Durango. La etapa de Cómicos de la Legua la recuerda «con tanta ilusión como mi juventud». «Todo estaba por descubrir y por hacer».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Noticias recomendadas
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.