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Ramón Barea, fundador de Cómicos de la Legua, con la placa que colgaba en los locales de la compañía en Bolueta. P. Urresti
Hace 50 años nació Cómicos de la Legua, la compañía que convirtió Euskadi en un escenario y aglutinó la agitación social y política de la época

Medio siglo de teatro vasco libre

Hace 50 años nació Cómicos de la Legua, la compañía que convirtió Euskadi en un escenario y aglutinó la agitación social y política de la época

Domingo, 28 de julio 2019, 08:16

Ramón Barea extrae de una bolsa de plástico una placa que simboliza la historia del teatro vasco. De 1969 a 1980 colgó en un pabellón industrial de Bolueta. «Cómicos de la Legua-Kilikilariak. Teatro lantegia». Una 'fábrica de teatro' que compartía el cuarto piso con los locales de ensayo de Oskorri. «Un día vino un chico de Oñate que también buscaba sitio para ensayar. Un tal Ruper Ordorika», recuerda Barea, que medio siglo después sigue entre fábricas y talleres con su Pabellón 6 en Zorrozaurre, que en agosto afronta su novena temporada.

Hace 50 años, Cómicos de la Legua se propuso «cambiar el mundo», pues ese era el objetivo de un grupo de veinteañeros locos, que con Barea al frente lograron aglutinar en Bilbao a asociaciones vecinales y movimientos sociales, a organizaciones de presos comunes y comités antinucleares, a parroquias y embrionarios movimientos políticos. Bernardo de Atxaga (como firmaba entonces), Fernando Savater y Joseba Sarrionandia, entre otros, les escribieron algunas de las 15 obras originales que representaron sin ninguna ayuda pública.

Sus escenarios fueron frontones, cines de barrio que se caían a pedazos, salones de actos parroquiales, iglesias... «No había un circuito teatral», apunta el fundador de la compañía, que recuerda a sus hijos jugando entre el mecanotubo. «Llevábamos los focos, la mesa de luces, las mangueras...». Una noche de 1974 actuaron para los trabajadores encerrados de La Naval en Sestao. El comité de huelga abrió las puertas a la furgoneta y buscó un hueco entre las planchas y bobinas para que representaran 'Vivir por Bilbao', su mayor éxito y el que les permitió profesionalizarse.

Hablamos de una época en la que Bilbao era un páramo teatral, con 'Festivales de España' y zarzuela en el Coliseo Albia durante la Semana Grande, mientras el Arriaga languidecía como cine decadente. «Los barrios y las universidades fueron el sustrato donde fue creciendo una nueva cultura contestataria», reflexiona Santiago Burutxaga, que formó parte del núcleo original de Cómicos de la Legua. «Hasta entonces el teatro burgués había sido el entretenimiento de las clases acomodadas en butacas de terciopelo. El nuevo teatro era una ceremonia, o una fiesta lúcida, en la que el público captaba y celebraba el doble sentido de las referencias críticas a la dictadura, a veces más allá de la intención de los propios intérpretes».

Los actores no trabajaban en una sala para que fuesen a verlos, sino que los teatreros iban a la búsqueda de un público popular que había que construir. Ramón Barea, Santiago Burutxaga, Pedro Goiriena, Juan San Martín... «Todo tíos», lamenta Barea. «Hasta Karmele Arruti hacía de chico». A alguien le decían que en Magisterio había un tipo muy gracioso que hacía monólogos. Y aparecía Álex Angulo, siempre con una bolsa de plástico llena de cosas. Cómicos de la Legua tan pronto construía gigantes y cabezudos, reparaba el Gargantúa o se ocupaba del entierro de Mari Jaia en las primeras ediciones de la Aste Nagusia.

Barea conserva papeles que dan fe de la incansable actividad del grupo. El primer montaje dedicado a Miguel Hernández iba acompañado de fotografías del poeta: su viuda, Josefina Manresa, las cedió después de que el director y su hermano Pedro Barea, actual crítico teatral de EL CORREO, fueran a visitarla cruzando España en un seiscientos. Aquel montaje tuvo 500 espectadores en el salón de actos de Las Javerianas en Portugalete, 800 en la escuela de ingenieros industriales, 560 en Sarriko...

'Vivir por Bilbao' arrancaba con un pleno municipal en el que el alcalde saliente hacía estallar una bomba «para destruir la demagogia». Los personajes repasaban desde la cama del hospital los últimos cien años de Bilbao, de los barracones mineros a la alcaldesa de la época, Pilar Careaga. En 'El juego de la oca', Fernando Savater abominaba de la cárcel, mientras en la última obra del grupo,'Makina Beltza', un juglar alertaba sobre un monstruo: la central nuclear de Lemoiz.

«Éramos unos chavalitos molestos», resume Barea, que llevaba las obras a la Delegación de Información y Turismo en Gran Vía para que la censura diera el plácet. Cuando actuaban en la calle –y pasaban después la gorra–, la guardia civil de paisano preguntaba. «¿Tienen permiso para hacer esta obra?». «Claro que sí», mentían. Les detuvieron varias veces, pero no llegaron a pisar la cárcel. A Burutxaga no se le olvida la Plaza Nueva abarrotada en la primera Aste Nagusia, en 1978, en una representación de 'Tripontzi Jauna': «El mero acto de juntarse ya era una declaración política, la cultura era una herramienta para fortalecer los lazos de la comunidad».

Arriba, Santiago Burutxaga, Ramón Barea, Álex Angulo y Raquel del Olmo en 'Crónicas del doctor Z'. Ramón Barea y Juan San Martín en 'Vivir por Bilbao' y Pedro Goiriena, Santiago Burutxaga, Juan San Martín, Ramón Barea y Álex Angulo en la misma obra.

En aquel Bilbao efervescente y politizado hasta el tuétano, Bernardo Atxaga –que le dio clases de euskera a Barea–y Juan Carlos Eguillor pasaban horas en la cafetería del Arriaga, mientras en la mesa de al lado Joseba Sarrionandia escribía un Olentzero surrealista que Cómicos de la Legua representó una Nochebuena ante la estupefacción de los niños.

En 1978, la compañía abre una escuela de teatro por la que pasa una nueva generación de actores: Esther Velasco, Loli Astoreka, Ramón Ibarra... Las distintas sensibilidades políticas de los miembros del grupo, que había figurado en la presentación pública de Euskadiko Ezkerra, precipitarán su disolución. «De pronto, actuar en un barrio ya no era un acto político», rememora Barea.«La gente empieza a viajar con Viajes Halcón y nos ve como algo casposo. Hay un desgaste estético y los miembros del grupo empezamos a tomar posiciones en distintos partidos. Cuando hablamos de la historia de Euskadi preguntabas: '¿cogemos la de Beltza o la de Ortzi?'. Empiezan los grandes montajes, las autonomías se ocupan de la cultura...».

'Cómicos de la Legua' desaparece con una última representación de 'Makina Beltza' en una calle de algún lugar de Euskadi. De sus filas surgen Karraka y Maskarada. Burutxaga destaca que fueron la primera compañía profesional del País Vasco: «Abandonamos nuestros trabajos y nos lanzamos al vacío para vivir de los escenarios». Ramón Barea nunca ha contado que en aquellos días recibieron una llamada de Santiago Brouard y Tasio Erkizia. Cómicos de la Legua tenía tanta raigambre popular que la mesa nacional de Herri Batasuna les preguntó si se habían disuelto por algún problema económico, a ver qué ayuda necesitaban. «Ahora que la compañía joven de Pabellón 6 cobra los ensayos y funciones, me pregunto a veces si no estaremos malcriándolos», ironiza Barea.

La actriz Loli Astoreka. Ignacio Pérez

Multa de 500.000 pesetas y un ojo a la virulé

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