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JOSU OLARTE
Lunes, 18 de junio 2018, 01:09
La primera mujer que tocó la batería de forma profesional se llamaba Viola Smith. Actuaba en los años 30 en big bands de Estados Unidos y en la siguiente década llegó a liderar una orquesta femenina bautizada como The Coquettes. Pese a ... la leyenda de esta baterista -que sigue viva, con 105 años-, la presencia de mujeres en los tambores de un grupo ha sido hasta fechas recientes algo insólito. Y eso que este puesto, tradicionalmente ocupado por hombres, también ha estado en manos de pioneras del rock como Honey Lantree (Honeycombs), Moe Tucker (Velvet Underground) Sandy West (Runaways) o Karen Carpenter (The Carpenters).
Como en otros ámbitos de la vida y la cultura, la llegada de mujeres a la batería va dejando de sorprender en los últimos tiempos. Ellas también marcan el ritmo en formaciones de todo tipo de estilos. Aportan tanto glamour, crédito, pegada y tirón como para suscitar la creación de publicaciones propias como Tom Tom Magazine, revista neoyorquina que desde 2009 viene dedicando portadas y páginas a tamboreras a las que postula como referentes de la música popular. Son los casos de Sheila E (Prince), Cindy Blackman (Santana, Lenny Kravitz) Pat Schemel (Hole) Meg White (White Stripes) Stella Mozgawa (Warpaint) Kim Thompson (Beyonce) Carla Azar (Jack White,) Georgia Hubley (Yo La Tengo) o Dawn Richardson (4 Non Blondes). «Nuestro propósito es crear conciencia para inspirar a las mujeres a tocar la batería y construir una comunidad, que de otra manera estaría fragmentada», proclama la publicación norteamericana.
Tampoco hay que irse tan lejos para escuchar lo bien que suena una batería en manos femeninas. Tres conocidas representantes de la escena vasca -Mariana Pérez (Sonic Trash), Virginia Fernández (Last Fair Deal) y Alba Granados (MoonShakers)- cuentan su experiencia como bateristas dando voz a un colectivo creciente de mujeres que marcan el ritmo en el pop y el rock.
«La batería es un mundo apasionante. Me encantan los libros para aprender a tocar y la literatura sobre música». Mariana Pérez, bilbaína de 32 años, es una reconocida baterista de la escena local con más de dos décadas tras los tambores. Las que han pasado desde que comenzara a tocar la percusión en el instituto y a hacer jams en la Universidad, baqueteándose primero de manera autodidacta - «imitando la batería a base de tocar horas mientras escuchaba mis discos favoritos»- y luego recibiendo clases. Una formación que ha aplicado a grupos como Yo Náufrago, Sonic Trash, Rubia o Audience.
Set de batería Ludwig Hollywood y Gretsch Stop Badge, ambas de los años setenta y en set clásico.
Influencias Cindy Blackman (Santana, Lenny Kravitz...) y Stella Mozgawa (Warpaint Kurt Vile, Courtney Barnett).
Experiencia 15 años con grupos como Yo Náufrago, Sonic Trash, Cápsula, Rubia, Mo&Co, Cora Bloom y The Mani-las.
«Mi estilo es diferente según la música que esté tocando… En ocasiones hay que golpear duro para un sonido potente y con ataque (Sonic Trash, Cápsula). Y otras hay que adaptarse a la acústica del local y tocar flojito para que se entiendan los arreglos y se escuchen bien las voces (Rubia, Audience)», explica Mariana, que desmonta la consideración de la batería como instrumento «masculino». «El desligue físico que se le supone depende más del estilo musical. No es lo mismo tocar en una banda de punk rock o de hardcore, que en uno pop, jazz, música negra u otros géneros en los la batería puede ser muy sexy y femenina», argumenta.
La instrumentista cree que va dejando de ser una sorpresa ver a chicas a las baquetas, aunque con matices: «Como en todos los ámbitos en la música o en la batería la mujer tiene que demostrar el doble que el hombre para conseguir reconocimiento, salario o tocar en un festival».
Empujada por las ganas de desarrollarse con su instrumento y conocer el ambiente musical fuera de Bilbao, Mariana comenzó a bajar hace cuatro años a Madrid, donde ahora está afincada. Allí ha iniciado con Maika Makovski y Olaia Bloom (Culebras, Zuloak) un banda de «garaje tropical» llamada The Mani-las que ha debutado con una vídeo versión de 'He's got the power' de las sesenteras Exciters.
«También me van saliendo proyectos en colaboración con otros artistas por Madrid y enseño a tocar la batería a gente que empieza. No paro. Aunque la compagino con un trabajo de oficina, siempre digo que me dedico a la música full time, puesto que mi ilusión y empeño hacen que a todas las horas del día esté estudiando un repertorio nuevo, leyendo sobre música o escuchando discos nuevos. Estoy disfrutando mucho, pero, a la vez, tengo nostalgia de Bilbao, la familia, los amigos y de la oferta cultural y musical de Euskadi, que está al nivel de la de cualquier otra ciudad grande».
«Cuando tenía 13 años, escogí la batería por pura furia adolescente» confiesa Virginia Fernández, una de las bateristas vascas más respetadas, sobre todo por su labor como impulsora rítmica de Last Fair Deal, trío a caballo entre el blues y el hard rock sureño con el que ha grabado tres discos. Adquirió los fundamentos en los «muchos años» que recibió clases de Adolfo García en la escuela El Taller de Getxo y dice llevar dos décadas tocando con regularidad.
Su primera batería fue una Pearl «muy mierda que compré de prisa sin tener ni idea porque tenía que dar un bolo y no podía seguir viviendo de prestado». Comenzó haciendo punk con Los Envidiosos, pero se unió a al guitarrista y cantante Gonzalo Portugal y derivó «a la raíz de la movida que es el blues». «Arrancamos Last Fair Deal, ya con Iker Arbizu al bajo y Adrián Bárcena de Rubia. Cuando Adri nos dejó, nos quedamos en power-trío y aquí seguimos explorando sus posibilidades», recapitula Virginia, de 34 años.
Set de batería Sakae Trilogy con bombo, dos bases, un tom, una caja Ludwig Supraphonic y cuatro platos (dos crashes, charles y ride). «Ojalá fueran todos Bosphorus».
Influencias Sheila E y Cindy Blackman, además de hombres como Levon Helm, Buddy Miles, Bernard Purdie, John Bonham, Mick Fleetwood, Steve Gadd, Steve Jordan, Carmine Appice y Benny Greb.
Experiencia 20 años con Los Envidiosos, Last Fair Deal y Mississippi Queen.
Se confiesa obsesionada rítmicamente por el groove, algo así como el duende gitano para los anglos. «Siempre ha sido mi frikada en mi aprendizaje. El power-trío, que es el formato en el que más he tocado, te aporta pocos elementos con los que mover a la gente, por eso le doy mucha importancia a qué toco, dónde y con qué intención Es un trabajo muy sutil y al detalle, pero merece la pena hacerlo porque cuando todo suena donde y como debe, la rueda fluye y hay magia», explica.
Antes y después de que esa magia fluya Virginia acostumbra a «preparar el cuerpo y relajar la mente» haciendo estiramientos. «Es una necesidad y un placer que suma, ya que tengo una lesión en la espalda que me ha exigido rehabilitarme para poder seguir tocando», confiesa Virginia, que mantiene contacto con las otras bateristas de su mismo sexo que comienzan a proliferar en los grupos de la escena vasca: «Creo que cada vez hay más mujeres tocando la batería y haciendo música. Yo he tenido suerte de crecer viendo a mi hermana mayor, Isabel (Aries, antes en Charades y Electrobikinis), subirse a escenarios y creo que eso me ayudó a verlo normal siempre. Conozco a Mariana y a Alba de las MoonShakers y soy muy fan de María de Las Sexpeares (trío mixto punkie de la margen izquierda)», comenta. Virginia imparte clases de batería que compagina con estudios bolos, estudios y ensayos. Dedicarse a la música a tiempo completo no le parece mayor quimera «que ser autónomo en este país así que, de perdidos, al río. Y al lío».
Alba Granados se gana la vida como farmacéutica. «Mi profesión me gusta mucho, pero no me hace sentir ni de lejos como cuando toco la batería», apunta la también batería de las MoonShakers, anglófilo cuarteto femenino garajero con el que ha grabado dos álbumes; su debut homónimo de 2015 y su secuela 'Visitantes' (2018) , ambos bajo la tutela de Martín L. Guevara (Cápsula).
Empezó a los 17 recibiendo clases en Mr Jam con Edu lazurtegi (Lomoken Hoboken, The Cocktail Riders). Su primer instrumento fue una Mapex de gama baja que sonaba a rayos. «Después de este comentario nunca seré sponsor de esa marca, jaja. Pero tampoco ayudaba mucho el hecho de que no tenía ni idea de afinar el set», bromea la artista, de 28 años, evocando los comienzos de una andadura como baterista ligada a grupos como Late in Brighton, Cecilia Payne y «un montón» más que no llegaron a salir del local de ensayo.
Set de batería Yamaha Oak Custom con tom aéreo de 12», base de 14», bombo de 20», tres platos (charles, crash y ride) y caja Ludwig Supraphonic de los 70 «pillada de tercera mano y que suena brutal con cualquier afinación y parche».
Influencias »Por nombrar algunas, me flipa la clase de Viola Smith o Maureen Tucker en la Velvet, que tocaba sin platos, de manera sencilla y con un gustazo monumental. Y bueno, qué decir de Cindy Blackman, ¡el estilo hecho persona!».
Experiencia 10 años con Late in Brighton, Cecilia Payne, Cápsula y MoonShakers.
«Tocar con gente es la mejor parte de tocar» asegura Alba, cuyo secreto como instrumentista es practicar «escuchando toda la música que puedo fijándome en las baterías para luego reproducirlas». Aprende así «un montón de cosas nuevas» que incorpora a su experiencia a las baquetas. Como sus colegas percute con intensidad o sutileza según se tercie: «Dependiendo del género que toque me pongo un traje u otro. Con las MoonShakers es todo energía, pero cuando toco blues o funk intento ser más 'groovera'».
Admiradora de la clase de la venerable Viola Smith (que con 104 años ofreció en 2016 el que, por ahora, es su último concierto), Alba admite la carga de «responsabilidad» que supone llevar el tempo en una posición que suele estar en manos masculinas, pero ese rol tiene también compensaciones: «Lo mejor es ese día que la banda está inspirada y, de repente, parece que todo el mundo toca mejor de lo que es y te vas para casa con un subidón…».
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